Manuela: nunca es tarde para reinventarse

Manuela, una trabajadora del sector textil, comenzó su carrera en una fábrica pequeña de pantalones a los 18 años. Aunque estaba a gusto, una década después decidió cambiar a una empresa más grande porque le permitía conciliar mejor su vida familiar al ofrecerle turno continuo de mañana.

A pesar de la pena inicial por dejar a sus primeras compañeras, se alegró de la decisión tomada cuando su primera empresa cerró al jubilarse el propietario. Además, en la nueva empresa, su trabajo era más variado por la diversidad de prendas que trabajan, y cuentan con maquinaria más potente, que se va renovando cada cierto tiempo. Manuela no tuvo dificultad para adaptarse, tanto en la relación con nuevos compañeros como en los procedimientos de trabajo, y durante muchos años estuvo a gusto realizando tareas fáciles para ella.

Sin embargo, cuando sus hijos se independizaron, Manuela sintió un cierto vacío y se dio cuenta de que su trabajo ya no la llenaba por completo. Se enteró por entonces de que la empresa abría un proceso de selección para el puesto de Supervisor/a de Equipo y pensó que le gustaría el puesto, así que presentó su solicitud al departamento de Recursos Humanos.

Para Manuela supuso un pequeño disgusto saber que había sido seleccionada otra persona, pero consideró normal que, a su edad, pasados los 50, ya no se la tuviera en cuenta para asumir determinadas responsabilidades. Sin embargo, se sorprendió al descubrir que la nueva Supervisora era aún mayor que ella. Fue entonces cuando se animó a preguntar al Responsable de Recursos Humanos porqué habían elegido a una persona que, al venir de fuera, no conocía tan bien como ella el funcionamiento de la fábrica y a las personas del equipo. Y la respuesta fue contundente: para el puesto de Supervisor/a se requiere una formación que Manuela no tenía.

Esto hizo reflexionar a Manuela y, contando con tiempo libre por las tardes, se animó a matricularse para realizar estudios de Formación Profesional, primero "Técnico en Fabricación y Ennoblecimiento de Productos Textiles" y después "Técnico Superior en Diseño Técnico en Textil y Piel".

El comienzo fue difícil, al no tener el hábito de estudio, pero, a cambio, contaba con un conocimiento práctico de los temas que le resultó muy útil. También recibió gran apoyo por parte de los profesores y, sobre todo, se enriqueció a nivel personal de la relación con compañeros de estudio que, siendo mucho más jóvenes que ella, la acogieron con los brazos abiertos.

Con perseverancia y esfuerzo, Manuela completó sus estudios y, a sus casi 60 años, se ha convertido en Supervisora de Equipo. Además, está considerando nuevas oportunidades de aprendizaje para seguir creciendo personal y profesionalmente.

 

La historia de Manuela nos enseña que nunca es tarde para reinventarse y perseguir nuestros sueños. A menudo, nuestras propias limitaciones mentales son las que nos impiden avanzar. Manuela es un ejemplo inspirador de cómo superar obstáculos y seguir aprendiendo a cualquier edad.


Asumir riesgos me ayudó a adquirir seguridad profesional y disfrutar más a nivel personal

Hace algunos años, me ofrecieron la oportunidad de trabajar durante unos meses en un país africano, Guinea Ecuatorial. Me apasiona la docencia y me apasiona viajar, así que la vida no podía hacerme mejor regalo. Recibí la oferta con mucha ilusión y la acepté sin dudar.

Mi primer aprendizaje fue antes incluso de viajar. Mucha gente me preguntaba si realmente me iba a ir, se sorprendían de que lo hiciera. Incluso un compañero más joven que yo al que recomendé para una segunda plaza, en el último momento se echó para atrás…. ¿Miedo?

Por supuesto, me informé en la embajada sobre la empresa que me contrataba y sobre las condiciones en el país de destino. No se trata de hacer las cosas a lo loco o sin pensar. Pero con la información adecuada, asumir riesgos, para mi es relativamente fácil. Descubrí que no es así para todo el mundo, y como formadora y coach debo asumirlo.

Llegué un sábado a Guinea Ecuatorial, me llevaron a cenar en Malabo, la isla donde está el aeropuerto internacional, pero no consigo recordar dónde dormí esa primera noche. Es curioso cómo funciona la mente humana, que almacena unos recuerdos de por vida y deja otros en el camino sin prestarles ninguna atención. El domingo volé a Bata, la ciudad en la parte continental de Guinea donde pasaría los siguientes 4 meses. Y me instalé con otra compañera española en una especié de bungaló.

Pasé el lunes por la mañana en la oficina y a las 16.00 horas comenzó mi primer curso en Guinea Ecuatorial. Un curso de “Atención al Cliente en la Administración Pública” dirigido a personas con una cultura que apenas conocía. Un curso preparado desde España para un púbico guineano.

Además, en España, la formación para adultos no suele permitir más de 15 alumnos. Allí eran 30. Y que me perdonen (ya lo hicieron) mis queridos alumnos, pero en ese momento todos me parecían iguales. Iguales y vestidos como para acudir a una fiesta (¡los funcionaros guineanos son muy elegantes!), mientras que yo, la formadora, parecía más preparada para ir un safari. ¡Qué idea más distorsionada tenía de África cuando preparé mi equipaje!

No sé cómo pudieron alinearse los astros a mi favor, o simplemente porque olvidé el guion que traía preparado desde mi propia cultura y pude ir rehaciendo mi formación a partir de todo lo que aprendí de los propios asistentes y de observar el entorno…. Aquel curso salió bien, y le siguieron otros tantos durante los siguientes meses.

Y en pocas semanas yo era capaz de pasear por las oficinas de la Tesorería, reconociendo y llamando por su nombre a más de 150 alumnos. Espero que, de los temas que tratamos, en el aula y a veces también fuera de ella, les haya quedado alguna enseñanza útil. A mi desde luego muchísimas. Con algunos aún sigo en contacto (benditas redes sociales) y a todos les estaré siempre agradecida.

Creo que, por mucha experiencia que acumulemos, los formadores, como los buenos actores, debemos tener siempre mucho respeto al público al que nos vamos a dirigir y esto conlleva la importante responsabilidad de dar lo mejor de nosotros mismos. Desde que estuve en Guinea la primera vez, siempre que empiezo a trabajar con un nuevo grupo, no puedo evitar recordar aquel momento ante 30 maravillosas personas, y entonces tengo la seguridad de que nuevamente todo volverá a salir bien...

 

Esta historia nos muestra el crecimiento personal y profesional que se puede alcanzar al enfrentar situaciones nuevas y desafiantes. A través de la valentía de aventurarse en lo desconocido, podemos expandir nuestros horizontes, aprender de otras culturas y desarrollar habilidades de adaptación y resiliencia que son fundamentales en la vida.


El desafío de Nicolás: aprender a delegar

Nicolás, un veterinario especializado en alimentación animal, pasó muchos años trabajando para una mediana empresa donde se convirtió en la mano derecha del propietario. Aunque Nicolás llevaba todo el negocio en la práctica, se encontraba atrapado en un patrón de jerarquía que le obligaba a acatar demandas con las que no siempre estaba de acuerdo. Sin embargo, su educación le había enseñado a respetar la autoridad.

Después de darle muchas vueltas, Nicolás tomó la valiente decisión de lanzarse a emprender por su cuenta. Como CEO de una próspera empresa especializada en alimentos ecológicos para mascotas, Nicolás y su equipo ofrecen soluciones innovadoras en su sector y están obteniendo una buena aceptación por parte de los clientes.

La empresa ha crecido y ahora cuenta con un equipo de profesionales técnicamente excelentes. Sin embargo, Nicolás se enfrenta a un nuevo desafío: la gestión de este equipo.

A pesar de su deseo de no ser un jefe autoritario, a Nicolás a menudo le cuesta comprender las actitudes de los profesionales que trabajan con él. En su fuero interno, espera que cada colaborador actúe de acuerdo con las mismas pautas que él aplicaría , y no consigue entender que procedan en su trabajo sin tener en cuenta las recomendaciones que les da sobre cómo deben hacerse las cosas.

Esta cuestión es importante para Nicolás porque necesita sentir que su equipo está involucrado con los objetivos generales de la empresa, por lo que finalmente ha contratado a un coach profesional para ayudarle a mejorar en esta área. 

Su sorpresa ha llegado al descubrir su propia responsabilidad en el problema. Nicolás necesita aprender a confiar en su equipo y permitirles expresar sus propias ideas. Una forma diferente de pensar y actuar, no implica necesariamente falta de compromiso, e incluso puede ser un elemento de impulso para conseguir mejores objetivos.

 

La historia de Nicolás refleja un desafío común en muchas empresas: la necesidad de los líderes de aprender a delegar y confiar en su equipo. Al dejar de repetir el patrón aprendido de su anterior superior y permitir que su equipo desarrolle plenamente su potencial, Nicolás está en el camino hacia el crecimiento y el éxito continuo de su empresa.


Enfoque positivo: la determinación de Cristina en el Trabajo Social

Cristina es trabajadora social. No hace mucho tiempo que se ha incorporado a un servicio de atención a colectivos en situación de vulnerabilidad, y lo ha hecho con mucha ilusión porque siempre ha albergado el sueño de ayudar a otras personas a mejorar sus condiciones de vida, enfrentando las adversidades con determinación. Su ilusión por hacer una diferencia en la vida de quienes más lo necesitan es lo que la impulsa cada día.

Aunque no cesa en su entusiasmo y dedicación, Cristina se enfrenta a un desafío particular que no esperaba: lidiar con las quejas constantes de sus colegas con más veteranía. Si bien respeta sus puntos de vista y valora profundamente el conocimiento que, desde su apreciable experiencia, pueden aportar, le resulta difícil escuchar críticas constantes sobre aspectos fuera de su control, como la falta de recursos o la mala organización de su actividad que viene impuesta desde instancias superiores.

Por supuesto, no se trata de valorar si están justificadas o no estas quejas que continuamente ponen de manifiesto otros miembros de su equipo. De hecho, Cristina ha propuesto en varias ocasiones que se unan para solicitar a la entidad una mejora en esas cuestiones que les afectan, pero quienes más protestan también insisten en que no hay solución posible para sus problemas.

Y Cristina está convencida de que, poner el foco en esos aspectos de su trabajo, le resta efectividad a la hora de centrarse en lo realmente importante: ofrecer alternativas posibles y reales para mejorar la vida de los colectivos a los que presta servicio.

Ella siempre ha sido consciente de que cuenta con sus propias herramientas personales y su capacitación profesional para ayudar a las personas usuarias con las que trabaja cada día. Está decidida a hacer el mejor trabajo posible con lo que tiene a su disposición, y, si bien aprecia cualquier ayuda externa, se niega a dejarse consumir por quejas constantes sobre lo que falta.

 

La historia de Cristina refleja la determinación y el enfoque positivo de muchos profesionales que, como ella, ponen su atención en lo que pueden aportar y en seguir mejorando profesionalmente. Perder el tiempo lamentándose por lo que no está bajo su control, solo les causaría frustración e insatisfacción. Cristina sabe que centrarse en el progreso y la contribución es la clave para hacer una diferencia real en su trabajo.