Ingeniero en San Francisco

La valentía de Carlos como motor para el desarrollo profesional

Carlos es Ingeniero Técnico Industrial especializado en Electrónica, y comenzó su carrera profesional trabajando desde Valencia, España, para una importante empresa multinacional dedicada a la fabricación de equipos de transporte.

Durante unos años, su trayectoria profesional fue evolucionando, continúo formándose y, además de diversos cursos especializados, realizó un M.B.A. También trabajó para otras dos compañías, como Ingeniero de Diseño y Desarrollo y como Gerente de Clientes en el Departamento de Operaciones.

Pero Carlos no se sentía cómodo con el ambiente laboral que vivía cada día. Una cultura exigente y controladora por parte de los mandos intermedios, que después no se veía recompensada: gratificaciones y promociones se asignaban más por amistad que en base al trabajo bien hecho.

Con estas circunstancias, Carlos tomó una decisión valiente, presentó su baja voluntaria. Sin derecho a indemnización ni a cobrar prestación por desempleo. Confiando básicamente en sí mismo y en sus propias capacidades. Ignorando las voces de quienes le preguntaban cómo se había ido renunciando a unos derechos que Carlos no quería recibir, porque no los consideraba propios ni necesarios.

Prefirió apostar por dedicar todos sus recursos a buscar otras opciones profesionales más satisfactorias y, unos meses después, encontró lo que esperaba en Irlanda, a donde no dudó en trasladarse para trabajar como Gerente Técnico de Productos de Investigación y Desarrollo para una empresa dedicada a la fabricación de componentes, piezas y accesorios para vehículos de motor.

Carlos era consciente de que aceptar este trabajo suponía ciertos riesgos, pero ahora sabe que fue una buena decisión. El clima laboral de su nueva empresa no le ha decepcionado en absoluto, una cultura abierta en la que se fomenta el desarrollo de los profesionales se confía en su capacidad de autonomía para conseguir los objetivos establecidos, y se valora tanto la dedicación como las competencias que aporta cada miembro al equipo.

Hace ya 5 años que esta compañía trasladó a Carlos a su sede de San Francisco, Estados Unidos, y tampoco allí ha tenido ninguna dificultad para adaptarse. Es normal que a menudo eche de menos a su familia y amigos de España, pero está convencido de que tomó el camino correcto al aceptar el reto de migrar, porque en otros países ha encontrado la satisfacción profesional que en su país de origen se le escapaba constantemente.

 

Carlos con su ejemplo nos muestra que acomodarse en la zona de confort puede impedirnos identificar otras opciones en las que podríamos estar más satisfechos. En su caso ha sido un cambio internacional, pero para otros profesionales la clave podría estar en descubrir otros sectores de actividad o empezar a realizar nuevas funciones.


Ingeniero fotovoltaico

De Manchester a Valencia: el viaje profesional de Lorenzo hacia la energía fotovoltaica

Lorenzo es Ingeniero Eléctrico. Elegir carrera universitaria fue un desafío para él, pues le gustaban demasiadas cosas. Desde el campo y la agricultura hasta las ciencias sociales, cada día parecía tener una idea distinta. Finalmente, optó por seguir los pasos de su padre.

Reconoce que la carrera se le hizo pesada, quizá porque le faltaba motivación o tal vez porque le costó 8 años conseguir el título. El mejor de todos esos años, el séptimo, que pasó en Manchester. Allí conoció a la que fue su novia, y actualmente es su compañera de vida.

Fue duró volver a España cuando terminó aquel curso, pero encontró al fin el aliciente para terminar la carrera, y así poder regresar a Manchester para estar con ella. Allí dio también sus primeros pasos serios en el mundo laboral. En España, se había limitado a echar una mano durante algunos ratos, como camarero en el restaurante de su tío.

Inicialmente, con un nivel de inglés aún bastante mejorable, aceptó un trabajo de peón en una fábrica del sector textil. Trabajo físicamente extenuante, que le enseñó a valorar por primera vez la suerte de haber podido estudiar. Hasta entonces lo había llegado a considerar como “un capricho de sus padres”.

Por suerte, unos meses después, unos amigos le hablaron de una oportunidad en una conocida empresa de alimentación, y consiguió trabajo como técnico de mantenimiento. Allí pasó los 5 años siguientes. No estaba mal pagado y el trabajo era cómodo, pero Lorenzo se aburría. Cada vez le resultaba más insoportable la monotonía de hacer cada día prácticamente lo mismo, y tampoco veía muchas opciones de progresar en aquella empresa.

Fue entonces cuando, nuevamente inspirado por su círculo de amistades, descubrió que podía retomar sus estudios de forma telemática. Miró diferentes opciones, y se decidió por un “Programa Avanzado en Diseño y Gestión de Plantas Solares Fotovoltaicas”. Aún se pregunta si fue por la madurez que ya empezaba a tener o por la ilusión de volver a usar su idioma materno, pero esta vez Lorenzo sí disfrutó mucho con su formación. Cada asignatura, cada libro, cada lección, le parecieron interesantes.

Y en cuanto terminó el programa se volcó en encontrar un trabajo relacionado con la Energía Fotovoltaica. Con su nivel de inglés y una formación que entonces era todavía novedosa para un sector en auge, no le resultó difícil encontrar trabajo en Valencia.

Durante meses, vivió un ir y venir constante entre España y Manchester, pero logró convencer a su familia de mudarse con él y, afortunadamente, su mujer y sus hijos se han integrado estupendamente en la cultura valenciana.

Además, recientemente Lorenzo ha sido promocionado a Project Manager, y la propia empresa le está financiando un “Máster de Formación Permanente en Project Management”. Lorenzo se siente feliz, le encanta el trabajo que realiza y vuelve a disfrutar estudiando. Siente cada día que al fin encontró su camino.

 

Lorenzo es un claro ejemplo de cómo los caminos pueden ser tortuosos, pero siempre es posible encontrar una dirección que nos llene de propósito. Su experiencia demuestra que la búsqueda de oportunidades, el aprendizaje constante y el apoyo de las personas que nos rodean pueden ser las claves para encontrar no solo un trabajo, sino un sentido profundo a nuestra vida profesional.


Rocío transforma dificultades de la vida en desafíos con propósito en bienestar social

Rocío es alicantina, y en su tierra se licenció en Derecho mientras ya comenzaba a trabajar. Porque Rocío siempre ha sido una persona muy activa.

En Barcelona comenzó su carrera como profesional de Recursos Humanos para una compañía del sector químico-farmacéutico, donde poco a poco fue adquiriendo mayores responsabilidades. Durante aquel mismo período, continuó su formación en Inteligencia Emocional y Programación Neurolingüística, y también realizó un Máster de Dirección de Recursos Humanos.

La oportunidad de dirigir el área de Recursos Humanos en una organización dedicada a la investigación fue, sin duda, lo que despertó su inquietud por trabajar en empresas con un propósito claro y que se alineara con sus valores.

Durante la pandemia, y aprovechando un periodo de desempleo, nació su blog personal, “Rocío Pérez. Personas en el trabajo”, donde compartió primero sus experiencias en la búsqueda de empleo, y después algunas reflexiones para conectar con CEOs desde la perspectiva de alguien que puede ayudar con el desarrollo de las personas en sus empresas.

No tardó en encontrar un proyecto aún más inspirador: el de Directora del Área de Personas en un Instituto de Oncología. Rocío no podía sentirse más feliz liderando la transformación cultural de una entidad que venía de un perfil muy administrativo, cuando recibió la dura noticia. La diagnosticaron un cáncer de mama.

Por suerte, Rocío pudo hacer frente a la enfermedad, y sigue celebrando cada día la oportunidad de seguir recuperándose. Sin embargo, no se sintió con fuerzas para retomar su trabajo en el Instituto cuando la invitaron a reincorporarse. Prefirió dedicar sus esfuerzos a colaborar con Endavant Chic@s, una asociación que apoya, acompaña y atiende a personas y familias afectadas por el cáncer de mama.

Con su colaboración a través de redes sociales y charlas sobre la búsqueda de empleo, Rocío proporciona una gran ayuda a mujeres que “se han descolgado del mercado laboral” como consecuencia de la enfermedad.

Y sin dejar de lado esta colaboración, la propia Rocío ha vuelto también al mundo laboral, trabajando con una empresa de servicios de recursos humanos. Inicialmente, como Embajadora de un proyecto para sensibilizar a las organizaciones sobre el impacto del cáncer de mama y dotar a sus profesionales de recursos para reducir factores de riesgo de esta enfermedad.

Recientemente, además, Rocío ha aceptado el rol de Consultora en Responsabilidad Social. Su objetivo: lograr que la diversidad social se incluya en las empresas, facilitando la integración de personas en situación de exclusión social, desde quienes han atravesado una baja por enfermedad de larga duración, hasta víctimas de violencia o personas inmigrantes que vienen a ofrecer su trabajo a nuestro país.

Lo más importante para Rocío es saber que sigue alineada con su propósito, ayudando a que las empresas asuman un rol proactivo en el bienestar social.

 

La historia de Rocío refleja la importancia de mantenernos fieles a nuestros valores y propósito a lo largo de la vida. Su camino está marcado por una fuerte resiliencia y la voluntad de convertir las experiencias más duras en oportunidades de impacto positivo.


Aparejador en obra

Construyendo un Futuro desde la segunda oportunidad

Javier, nombre ficticio que el protagonista de esta historia ha pedido para mantener su anonimato, aún se avergüenza de ciertos errores del pasado. El primero fue dejar los estudios después del bachillerato, aunque siempre había tenido buenas calificaciones.

Descubrió que algunos de sus amigos ya ganaban dinero trabajando, y optó por “subirse al carro” de la Construcción en pleno auge del sector. Trabajaban duro y echaban muchas horas, pero Javier era joven y su constitución fuerte lo aguantaba bien. Luego llegaba el día de descanso, y la vida, con dinero en el bolsillo, parecía inmejorable.

Sí que ganó mucho dinero, pero igualmente gastó mucho. Ni él ni sus compañeros se paraban entonces a pensar que “la fuente dejaría de manar” en algún momento. Pero lo hizo, estalló la burbuja. A Javier dejaron de pagarle horas extra, pero él siguió manteniendo el mismo ritmo de gasto. Después perdió el trabajo, antes incluso del tiempo previsto en su contrato, y, la prestación por desempleo no era suficiente ni para cubrir sus necesidades más básicas.

Recuerda con claridad muchas visitas a la obra inacabada para llorar a escondidas la impotencia de no saber cómo hacer frente a las deudas que se acumulaban. Javier está convencido de que actualmente actuaría de otra manera, pero entonces cometió el segundo error, y el más grave de su vida.

Viajó a Colombia como turista y al regreso fue interceptado. Hoy agradece a esa bendita Policía Nacional que supo detenerle en su primer viaje, y no le permitió llegar a culminar un crimen que probablemente hubiera repetido. Pero aquel día, el mundo pareció desvanecerse bajo sus pies, y desde entonces, una nube le ha mantenido a flote. Esa nube es su familia.

Javier no dudó en declararse culpable al ver la decepción en la cara de su madre, una penitencia mucho mayor que los 18 meses de cárcel posteriores. La cárcel no es un lugar agradable, pero Javier supo defenderse, y más aún, supo aprovecharlos. Volvió a estudiar, y se está preparando para ser aparejador.

Sus padres utilizaron los ahorros de una vida para saldar sus deudas y ahora Javier tendrá que trabajar duro nuevamente para reponer ese “colchón de seguridad”, pero esta vez no tomará el camino fácil. Ha aprendido que, caminando despacio, se puede llegar más lejos.

El hijo de uno de sus antiguos jefes ha retomado la actividad de la empresa constructora y recordaba a Javier, que le echó una mano cuando su padre le puso de peón para que conociera el oficio desde abajo. Ahora está ayudando mucho a Javier, le ha dado trabajo y le permite ausentarse para preparar los exámenes más difíciles.

Si todo continúa según lo previsto, en junio del próximo año Javier tendrá su título de Ingeniero de Edificación y podrá empezar a dirigir la ejecución de obras para esta misma empresa. Tiene, por cierto, ya previsto un proyecto para reanudar aquella obra inacabada que un día fue testigo de sus lágrimas.

Su madre no necesita esperar tanto, el orgullo ha sustituido ya a la decepción cuando mira a su hijo, y ese es, para Javier, el logro más importante.

 

Esta historia nos muestra cómo una caída puede transformar la vida de una persona, no solo en términos de arrepentimiento, sino también de aprendizaje. Cada error puede ser una oportunidad para construir algo más sólido. Porque, al final, reconstruirse desde la adversidad con un propósito claro es el cimiento más firme sobre el que se puede avanzar.


coordinadora de equipo en cerámica

Valeria: perseverancia e integración en un nuevo país

Valeria es chilena. En su país se formó como Ingeniera Industrial. Empezó a trabajar en posiciones técnicas, y poco a poco fue asumiendo funciones de más responsabilidad en una empresa de minería. No fue nada fácil en un sector tradicionalmente muy cerrado para las mujeres, pero llegó a dirigir una planta de procesado.

Cuando estaba en el auge de su carrera, la familia decidió mudarse a España. Fue una decisión difícil de tomar para Valeria, pero tras meditarlo mucho, confió en que podría retomar su trayectoria profesional en un país con más reconocimiento y oportunidades para las mujeres.

Sin embargo, la integración en España fue más dura de lo que había esperado. Desde el primer momento, Valeria se topó con una serie de obstáculos burocráticos: la administración ponía trabas para homologar su título de ingeniería, lo que limitaba su acceso a puestos acordes con su formación y experiencia. Y las empresas dudaban en reconocer el valor de su experiencia en Chile.

Frustrada por estar en casa sin poder ejercer su profesión, Valeria terminó por aceptar el único empleo que una y otra vez la ofrecían: cuidadora de personas dependientes. Así se sentía al menos activa y útil. Y, aunque este trabajo no tenía nada que ver con su formación, aprendió mucho sobre la empatía y la conexión humanas. Los lazos que forjó con las personas a las que cuidaba y con sus familias le enseñaron el poder de la gratitud y el aprecio en los momentos difíciles. Pero la insatisfacción por no poder realizarse profesionalmente persistía.

Valeria se dio cuenta entonces de que necesitaba ayuda para conseguir mostrar su potencial real en el mercado profesional español, y, comenzó un proceso de Transición Profesional con Itinere Talent. Trabajó en la redefinición de sus objetivos, reorganizó su currículum y se preparó para destacar su experiencia de forma que resonara en el contexto de las industrias más comunes en su zona de residencia. Con una renovada estrategia de búsqueda y enfoque, Valeria empezó a presentarse a varias entrevistas, con la esperanza de abrirse camino de nuevo.

Finalmente, su esfuerzo rindió frutos cuando le ofrecieron el puesto de Coordinadora de Equipo en una fábrica de cerámica. Aunque este nuevo rol no alcanza el nivel de responsabilidad que había logrado en Chile, le ofrece la oportunidad de avanzar en su carrera y demostrar su talento en un entorno distinto.

Ahora, Valeria se enfrenta al desafío de ganarse la confianza de sus nuevos colegas y de consolidarse en un nuevo mercado profesional. Está decidida a abrirse paso con la misma determinación con la que alcanzó sus metas en Chile y ve este rol como una plataforma desde la cual podrá seguir creciendo hasta asumir posiciones de mayor liderazgo.

 

La historia de Valeria nos recuerda la importancia de la resiliencia y la capacidad de adaptación en la vida profesional. A pesar de los desafíos y de empezar desde cero en un entorno distinto, ella ha mantenido su vocación y determinación, demostrando que cada paso suma experiencia y fortalece el camino hacia nuevas oportunidades.


DirectoraFinanciera Itinere Talent

El paso atrás de Carolina para poder seguir avanzando

Carolina trabajó en puestos directivos durante muchos años de su vida profesional, pero recientemente ha pasado una mala racha en el terreno laboral, y por ende, todos los aspectos de su vida se han resentido.

Tras licenciarse en Administración y Dirección de Empresas, le resultó relativamente fácil encontrar un trabajo como Contable y, poco a poco, fue asumiendo mayores responsabilidades. En aquella primera empresa pasó a ser Jefa de Administración.

Tiempo después fue fichada por un Cazatalentos para ocupar la Dirección Financiera de una pequeña empresa y, cuando esta compañía se fusionó con otra más grande, su buen hacer la convirtió en la nueva Directora Corporativa de Finanzas.

Sus resultados durante aquella época fueron excelentes. Mejorando las condiciones de financiación apoyaba la estrategia inversora de crecimiento que en aquel momento tenía el Grupo; identificando opciones de optimización de costes aquí y allá, conseguía aumentar la rentabilidad año tras año; supervisando a las filiales, mantenía a raya el control presupuestario. No solo el CEO, la Junta Directiva al completo llegó a confiar plenamente en ella y apreciaban constantemente sus aportaciones.

Pero como las circunstancias en el mundo empresarial no suelen ser permanentes, el sector se vio inmerso en una serie de cambios, y la compañía comenzó un proceso inverso de descentralización, de modo que los servicios corporativos dejaron de tener cabida, incluida el área de Finanzas.

A Carolina se le ofreció la posibilidad de continuar como Directora Financiera en una de las empresas filiales, pero esto conllevaba un cambio importante en sus condiciones salariales que no consideró adecuado aceptar. Estaba convencida de que pronto encontraría un nuevo puesto acorde a su categoría profesional.

Sin embargo, no fue así. El tiempo pasó y Carolina fue viendo como sus ingresos se mermaban. Con una prestación por desempleo en absoluto proporcional a su salario habitual, tuvo que recurrir a sus ahorros para poder mantener su ritmo de vida habitual. Al cabo de dos años, aún fue peor, ya solo podía contar con la escasa ayuda para mayores de 52 años. Su situación llegó a ser crítica a nivel económico, y se vio obligada incluso a vender su vivienda.

Pero Carolina, por aquel entonces, no asumía aún responsabilidad alguna sobre su situación, que achacaba un poco a la mala suerte y, especialmente, a las malas decisiones que otros habían tomado sin valorarla como se merecía.

Fue entonces cuando, por azar, entró en contacto con Itinere Talent y, gracias a un conocido común, se animó a participar en un proceso de Transición Profesional. Al principio, con alguna reticencia por su parte, pero gracias a la paciencia de su coach, según ella misma reconoce, poco a poco fue haciéndose consciente de que todavía podía recuperar el control de su propio camino profesional.

Empezando por participar en acciones formativas, que además de permitirle actualizar conocimientos, la han ayudado a mostrar que sigue activa su capacidad de aprendizaje y adaptación, y la han facilitado una nueva red de contactos profesionales.

También se dio cuenta de que su CV parecía obsoleto y poco atractivo. Limitándose a mencionar las funciones realizadas en el pasado, no conseguía transmitir todo el potencial que tiene para seguir impactando positivamente en el futuro.

Y, especialmente, dejó de criticar a su última empresa por haber prescindido de ella. Porque al hablar bien de las personas con las que trabajó en el pasado, y haciendo notar la mutua confianza que durante años desarrollaron, Carolina habla también bien de si misma, y consigue una mejor valoración de quienes la escuchan.

No va a ser fácil la vuelta, está acostumbra a liderar su departamento y ahora se va a incorporar como una más del equipo. Pero está dispuesta a adaptarse a sus nuevas funciones como Administrativa de Nóminas, y quién sabe si con el tiempo puede volver a prosperar hasta ocupar nuevamente un puesto directivo …

 

La historia de Carolina nos enseña que, aunque la vida profesional puede verse afectada por cambios inesperados, lo importante es la capacidad de adaptación y resiliencia. A veces, para volver a avanzar, es necesario dar un paso atrás y reorientar nuestro camino, sabiendo que la oportunidad de crecer y prosperar nuevamente está siempre al alcance si mantenemos una actitud abierta y constructiva.


Ingeniero trabajando en poblado africano

El camino de Fermín: un ingeniero en busca de propósito

Fermín es Ingeniero Aeronáutico. Siempre le encantaron los aviones y se sintió el niño más feliz del mundo cuando descubrió que, de mayor, podría dedicarse a diseñarlos.

Disfrutó mucho aprendiendo durante su época en la Universidad Politécnica. Aunque recuerda también momentos muy duros por la dificultad de los exámenes, sus notas en general fueron bastante buenas y, antes incluso de conocerlas todas, ya tenía sobre la mesa una oferta de empleo.

Pasó casi cinco años trabajando en el desarrollo de un innovador sistema de detección de averías para evitar accidentes aéreos. No solo adquirió una notable experiencia, también se sintió siempre orgulloso de aquel proyecto.

Y justo cuando estaba a punto de terminar, volvió a recibir una oferta laboral sin llegar a buscarla. No puede contar mucho, pero se trataba de un proyecto muy "puntero" para un país africano. La oferta económica era muy interesante, y la idea de trabajar en otro continente, aún más, así que no lo pensó demasiado.

Su desilusión fue grande, sin embargo, al darse cuenta de que estaba trabajando para fabricar aparatos que podían hacer daño a seres humanos. Esta idea le costó muchas noches sin dormir, y finalmente presentó la dimisión.

Sin trabajo en aquel momento, y con la necesidad de calmar la sensación de culpa por no haber valorado antes lo que aceptaba, decidió dedicar unos meses a hacer voluntariado en aquel país. Los meses se convirtieron en años, y aquel país en otros varios.

Allá donde se consideraba valiosa la aportación de un ingeniero para montar una escuela o poner en marcha una planta potabilizadora, Fermín se trasladaba para trabajar a cambio de alojamiento y comida. Y fue muy feliz, tanto que llegó a pensar que pasaría así el resto de su vida.

Pero la avanzada edad de sus padres acabó por convencerle de que debía volver a España, a su pueblo, que también necesita ingenieros para hacer frente a la despoblación. No tardó en encontrar trabajo en una fábrica cercana, encargándose del mantenimiento de las máquinas.

Unos meses después, no obstante, su motivación volvió a resentirse al sentir que las cosas no se estaban haciendo bien. Se preguntaba por qué algunas tareas se realizaban sin esmero alguno, o cómo podían tomarse decisiones de manera tan descuidada. Observó que algunos costes se podían reducir aplicando unas mínimas medidas, y también se podía disminuir el número de devoluciones por productos vendidos en mal estado.

Esta vez, en lugar de volver a alejarse, decidió hacer frente al problema. No fue fácil; tuvo que hablar con la Dirección en más de una ocasión, defendiendo con fuerza sus argumentos. Pero finalmente consiguió que le financiaran un Máster Universitario en Gestión Integral de la Calidad, que además pudo compaginar con su trabajo reduciendo la jornada durante algunos meses.

Fermín lleva solo un par de meses en el rol de Responsable de Calidad, pero vuelve a sentirse feliz observando los progresos que va consiguiendo. Y sobre todo, se siente satisfecho cuando mira hacia atrás, porque sabe que no se ha conformado nunca con lo que parecía ineludible; siempre ha buscado el camino para llevar una vida profesional con propósito.

 

La historia de Fermín nos muestra que, algunas veces hay que cambiar de trabajo y, otras, encontrar la manera de alinear lo que hacemos con nuestros valores. La perseverancia de Fermín, su capacidad de adaptarse y de buscar soluciones en lugar de conformarse, le ha permitido diseñar una vida profesional coherente con sus principios, una vida donde puede sentir tanto satisfacción personal como profesional.


Grupo de Mindfulness

La inteligencia emocional de Sergio para alcanzar su equilibrio

Sergio es experto en Inteligencia Emocional y Mindfulness. También imparte formación en otras áreas relacionadas con el mundo empresarial, pero ayudar a las personas a encontrar la manera más saludable de gestionar sus emociones es lo que más le satisface.

En sus momentos más difíciles, la inteligencia emocional siempre le ha ayudado a encontrar soluciones, y al final se terminó convirtiendo en su “ikigai”. Así es como Sergio llama a lo que considera su propósito de vida, esa razón que cada día nos impulsa a seguir adelante. Y la razón de Sergio es continuar aprendiendo cada día para poder ofrecer lo mejor de sí mismo a las personas con las que se relaciona, tanto personal como profesionalmente.

Hace un año, comenzó a colaborar con una empresa que ofrece talleres de Mindfulness a personas en zonas rurales. Principalmente, se trataba de personas jubiladas, aunque también asistían jóvenes de vez en cuando. Para llegar a estos lugares, Sergio tenía que recorrer muchos kilómetros, pero llegó incluso a valorar esos largos trayectos al sentirse conectado con la naturaleza. Disfrutaba de los paisajes y de la cálida acogida que recibía en cada municipio. Para él, nada resulta más revitalizante que el agradecimiento sincero de las personas que le escuchan.

Así terminó el curso en junio, y la valoración de su trabajo fue tan positiva que le propusieron ampliar su dedicación a partir de septiembre. Aunque le inquietaba dejar de lado otros proyectos mejor remunerados, pensó que sería una buena opción dedicar más tiempo a una actividad tan gratificante, así que aceptó.

Cuando llegó septiembre, sin embargo, se llevó una gran decepción. A pesar de haber reconocido la calidad de su trabajo, la empresa le informó de que necesitaban reducir su tarifa para el nuevo periodo. Aún no podían concretar cuál sería la nueva tarifa, pero le garantizaban empleo durante toda la semana y hasta el mes de junio.

Para Sergio, la oferta podría seguir siendo sido interesante. Como muchos profesionales autónomos, dedica mucho tiempo a la búsqueda de nuevos proyectos, y reducir ligeramente la tarifa en un trabajo a largo plazo es asumible. Por otro lado, pasar a depender de un solo cliente es arriesgado, ya que una cancelación repentina del proyecto lo dejaría sin ingresos.

Afortunadamente, su intuición lo llevó a mantener el contacto y mostrarse disponible con otros clientes. Gracias a ello, no se vino del todo abajo cuando finalmente le comunicaron una tarifa por sus servicios muy inferior a lo que esperaba. Tras hacer cuentas, supo que no podría aceptarla, por mucho que disfrutara del trabajo, esa facturación no le permitiría cubrir sus gastos más básicos.

Y sin embargo, le daba tanta tristeza renunciar a un proyecto que tanto le satisface a nivel personal... Además, entiende las razones de la empresa organizadora, que tiene muchos gastos adicionales y no puede aumentar la facturación a sus clientes.

Finalmente, Sergio ha encontrado una solución alternativa: va a trabajar dos días a la semana en este proyecto de Mindfulness para municipios rurales, que si bien no le interesa a nivel económico, sí le compensa emocionalmente. El resto de la semana lo dedicará a proyectos mejor remunerados.

 

La historia de Sergio nos enseña que nuestra vida profesional debe estar guiada tanto por lo que nos gusta hacer como por la remuneración que recibimos. Aunque al principio esperaba otro desenlace, al enfocarse en soluciones, Sergio descubrió otro camino posible: combinar proyectos que le ofrezcan estabilidad financiera y satisfacción personal, evitando, además, depender de un solo cliente.


José Antonio: un compromiso con la comunidad rural

José Antonio es dinamizador social. Ha dedicado toda su vida profesional a organizar actividades para mejorar la vida de muchas personas en el entorno rural. En ocasiones son talleres de desarrollo personal, otras veces simples actividades lúdicas. Pero siempre hay un objetivo detrás: fomentar la participación comunitaria, logrando que cada vecino y vecina se integre plenamente en sus municipios.

Sin profesionales como José Antonio, la vida sería aún más dura y solitaria en las zonas rurales, esas que ahora se conocen como “la España Vaciada”. Él siempre fue consciente de la importancia de su trabajo, y sabía que no bastaba con hacerlo, había que hacerlo bien. A lo largo de los años, ha llegado a conocer cada municipio de su zona como si fuera un vecino más. Se ha relacionado con los habitantes con respeto y cariño, mostrando interés por sus necesidades y particularidades, buscando siempre la manera de ofrecerles la mejor atención posible.

Y esto a veces, también le ha generado algún quebradero de cabeza a José Antonio. Porque el trabajo de un dinamizador social no depende solo de uno mismo. José Antonio ha tenido que contar con los recursos que proporcionan instancias superiores, y esos recursos, en su opinión, no siempre han sido los adecuados. En muchas ocasiones, tuvo que enfrentarse al sistema para conseguir que su voz fuera escuchada, una voz que representaba a muchas personas que no encontraban otra forma de hacerse oír.

Este esfuerzo constante le daba fuerzas, pero tras muchos años de lucha, también le llevó al agotamiento. Poco a poco, su ilusión se transformó en pereza, y su optimismo, en desesperanza.

Afortunadamente, José Antonio no trabajaba solo. Durante años, fue un ejemplo y mentor para otros muchos profesionales que tuvieron la oportunidad de trabajar con él. Y con él, aprendieron no solo a hacer un buen trabajo, sino también a valorarlo. Gracias al apoyo de sus compañeros, José Antonio ha redescubierto la razón por la que es tan importante su labor. No siempre se pueden hacer tantas cosas y con la calidad que él desearía, pero sabe que las personas que residen en su zona de influencia son las que dan sentido a su vida profesional, y no está dispuesto a defraudarlas.

Dentro de un año, José Antonio podrá comenzar a disfrutar de su jubilación. Quizás será entonces él quien participe en las actividades que otros dinamizadores organicen, pero hasta ese momento ha decidido seguir dando lo mejor de sí mismo. Sabe que encontrará obstáculos en el camino, pero también sabe que su tarea es encontrar la forma de retirarlos para que otras personas puedan disfrutar mejor del paseo.

 

La historia de José Antonio nos muestra que incluso las personas más apasionadas y dedicadas pueden enfrentarse a momentos de desánimo debido a las dificultades que enfrentan. Sin embargo, el trabajo en equipo y el apoyo de quienes nos rodean pueden ser claves para reencontrarnos con nuestro propósito y seguir adelante con renovadas energías.


Logotipo de Itinere Talent. Imagen de un análisis de datos, varón de unos 45 años, trabajando con 3 monitores.

Carlos y el viaje de vuelta a casa

Carlos es analista de datos, y lleva varios años trabajando para una importante empresa en Ámsterdam. Aunque disfruta de su trabajo, se siente valorado y tiene un buen sueldo, ha decidido que quiere volver a España. Extraña a su familia.

Desde pequeño, Carlos siempre sintió pasión por los números. Se destacó en Matemáticas y, durante mucho tiempo, pensó que Matemáticas sería su carrera en la universidad. Sin embargo, en su último año de instituto, la información que recibió sobre salidas profesionales le llevó a replantearse su futuro. “Solo podrás trabajar como profesor”, le decían a menudo. Y enseñar no era algo que le motivara, especialmente tras ver el desgaste y sufrimiento de muchos de sus profesores.

El mismo desgaste que siguió observando en profesores universitarios, en particular aquellos que impartían asignaturas como matemáticas empresariales o financieras, aunque estas eran las materias que más le interesaban a Carlos en el grado de Administración y Dirección de Empresas (ADE). Sí, la carrera que terminó eligiendo entonces animado por su entorno, porque ofrecía mejores perspectivas laborales.

Y lo cierto es que Carlos nunca se ha arrepentido de estudiar ADE. Cuatro años que pasaron relativamente deprisa entre exámenes y fiestas, es como los recuerda. Además, le permitieron acceder a su primer empleo y aprender alguna que otra cosa que, años después, le ha resultado útil en su profesión actual.

Porque, aunque no le costó demasiado esfuerzo, y pudo quedarse trabajando en la misma gestoría donde hizo sus prácticas de ADE, Carlos no se quedó tampoco satisfecho, sentía que el trabajo de gestión administrativa no terminaba de llenarle, y acceder a puestos de Dirección tampoco era su objetivo.

Así que decidió reducir su jornada laboral y estudiar el grado en Estadística. A pesar de la carga de trabajo y estudios, Carlos no solo obtuvo excelentes resultados, sino que disfrutó cada momento en la Facultad de Ciencias y en la biblioteca. Sonríe reordenando que apenas echó de menos las fiestas de su primer grado.

Gracias a su excelente desempeño, antes de terminar los exámenes finales, ya tenía una oferta de trabajo para irse al extranjero. Durante los primeros meses en su nuevo empleo, la empresa le proporcionó ayuda para instalarse, mejorar su nivel de inglés y obtener una Certificación en Power BI y Análisis de Datos.

Carlos está profundamente agradecido por el trato recibido, tanto a nivel profesional como por las amistades que ha hecho en Holanda. No obstante, como él mismo dice: "la tierra tira" y hace unos meses empezó a buscar oportunidades profesionales que le permitieran regresar a España.

Aunque su nuevo empleo no está exactamente en su ciudad natal, la distancia de 200 kilómetros y la posibilidad de teletrabajar tres días a la semana lo hacen llevadero. Carlos acaba de presentar su renuncia en Ámsterdam y, después de tres semanas de preaviso, comenzará su nueva aventura en Madrid.

 

La historia de Carlos nos muestra que, aunque la vida laboral puede ofrecer grandes oportunidades lejos de casa, la conexión con nuestras raíces y la familia es un factor que muchas veces pesa más que el éxito profesional. Carlos ha sabido combinar sus talentos, perseverar y adaptarse a las circunstancias, demostrando que el camino a la satisfacción personal y profesional a veces incluye regresar a los orígenes.