De profesional del Marketing a Emprendedora, la transformación de Silvia (Segunda parte)

Con esa ilusión, Silvia y sus socios, prepararon el local y obtuvieron un gran éxito en la fiesta de inauguración. Todo parecía estar saliendo a la perfección.

Pero a la tercera noche de trabajo duro, la socia cocinera decidió colgar su delantal porque estaba muy cansada. Silvia, que no sabía cocinar ni en su casa, tuvo que hacerse cargo de la cocina y sacar adelante las últimas comandas de esa noche como pudo, con el apoyo del ayudante de cocina y una de las camareras.

Al día siguiente, habló con su socia, que no parecía entrar en razones. No quería seguir trabajando, pero tampoco quería quedarse al margen. En aquel momento, sólo podían ofrecerle unos días para que se lo pensara. Mientras tanto, buscaron rápidamente alguien que se encargara de la cocina, aunque resultó muy complicado, a esas alturas de la temporada, todos los buenos profesionales estaban ya trabajando en otros restaurantes.

Y cuando parecía que podrían remontar el negocio, la socia díscola volvió para reclamar una compensación por dejar de trabajar, decía sentirse "despedida". No tenía sentido tal petición cuando era ella quien había abandonado sus obligaciones, pero aún así, los otros dos socios aceptaron llegar a un acuerdo para evitar conflictos. Y esto no fue al parecer suficiente.

Durante los siguientes meses, la que Silvia había considerado una vez amiga, y que además aún tenía dinero invertido en la empresa de ambas, se dedicó a difamar de todas las maneras posibles la mala gestión y las malas prácticas del restaurante. Hasta que la situación se hizo insostenible y tuvieron que cerrar el restaurante. El cierre concursal fue inevitable.

Fue un duro golpe para Silvia, desde luego; había dedicado mucho tiempo y energía para intentar sacar adelante el negocio. Además de perder una importante cantidad de dinero en aquel proyecto, se sintió muy traicionada por quien creía una amiga, e incluso enfadada consigo misma por no haberse dado cuenta, como Psicóloga que es al fin y al cabo, de que se trataba de una persona emocionalmente inestable y sin experiencia real en el trabajo que quería desempeñar. También descubrió que, tratar de eludir los conflictos no siempre es la solución; por lo general, es preferible atacarlos de frente para evitar perjuicios peores en el futuro.

Con el tiempo, no obstante, Silvia ha sacado algún beneficio de aquella experiencia. Ha sabido aprovechar todo lo que aprendió sobre gestión empresarial, y se ha especializado en asesorar a emprendedores que van a iniciar un negocio. Su especialidad, como dice ella con una sonrisa, es "elaborar un cuidado pacto de socios y preparar a sus clientes para un posible cierre antes de embarcarse en su aventura".

 

La historia de Silvia nos muestra que las circunstancias más adversas se pueden convertir en fuentes de aprendizaje si sabemos aprovecharlas. Es normal sufrir contrariedades y decepcionarnos con personas en las que confiamos, pero lo importante es saber remontar las situaciones negativas sin perder la confianza en nosotros mismos.


De profesional del Marketing a Emprendedora, la transformación de Silvia (Primera parte)

Silvia empezó sus estudios de Psicología sin estar muy convencida de qué destino profesional le esperaba después. Solo sabía que le interesaban las personas. Y en su tercer curso, entonces las licenciaturas eran de cinco años, descubrió el Marketing. La posibilidad de indagar sobre las necesidades reales de la gente y la idea de hacer publicidad de manera ética, la conquistaron enseguida.

Así que no dudó en realizar el Programa de Cooperación Educativa que entonces ofrecía su facultad. No fue fácil compaginar las clases de los dos últimos cursos de Psicología con seminarios de Marketing por las tardes; y además pasar el último verano de su vida universitaria realizando prácticas en una Agencia. Pero lo consiguió. Y a sus 23 años era ya una boyante profesional del Marketing.

Pronto encontró trabajo en una buena empresa del sector textil y, durante más de una década, disfrutó participando en la elaboración de sus campañas publicitarias. En los últimos años, pasó también a ocupar un puesto de responsabilidad en la organización de eventos, que le ayudó a afianzar aún más la confianza en sus competencias organizativas.

Pero en pleno auge de su carrera profesional las circunstancias cambiaron. Su empresa fue absorbida por una multinacional con más envergadura, y algunos departamentos, como el de Marketing y Relaciones Públicas, dejaron de considerarse necesarios por disponer ya la empresa de un Departamento Corporativo para estas funciones.

Al principio, Silvia pensó que resolvería pronto esta situación, que encontraría otro empleo con la misma facilidad que la primera vez. Pero no fue así, el tiempo pasaba, las oportunidades laborales que encontraba acordes a su perfil eran escasas, y cuando tenía ocasión de presentar su candidatura no recibía respuesta alguna, o la contestaban con evasivas ante su insistencia.

La depresión comenzaba a amenazar en su estado de ánimo cuando una amiga, a la que había conocido un año antes, le mostró una alternativa. Su amiga había estudiado para ser cocinera y conocía un negocio de restauración que se traspasaba. Silvia no conocía apenas el sector de la hostelería, pero sí sabía que se le daba bien gestionar y la organización de eventos, así que enseguida se ilusionó con el proyecto.

Su amiga se responsabilizaría de todo lo relacionado con la cocina, contactaron con un tercer socio que tenía experiencia como camarero, y Silvia se hizo cargo de la promoción del restaurante, así como de la gestión más empresarial, finanzas, licencias, contrataciones de personal, etc.

Y no dudó en aportar el dinero de su indemnización, la misma cantidad que aportó el camarero y algo más de lo que aportó la cocinera.

Continuará ....


La doble cara del mundo empresarial

Nuestra protagonista de esta semana no quiere dar su nombre, no quiere proporcionar ningún tipo de detalles que la puedan identificar, pero desea compartir su historia para advertir a otros profesionales que puedan encontrarse en una situación similar a la suya.

Cuando era niña, la fascinaba el mundo empresarial. Las reuniones de ejecutivos y ejecutivas, elegantes con sus trajes de chaqueta, que veía en algunas películas, nada tenían que ver con su rutinaria vida de barrio. Y soñaba con trabajar algún día en uno de esos altos rascacielos de las grandes ciudades.

Estudiar no se le daba mal, pero nunca le gustaron demasiado los números, y, llegado el momento, decidió hacer una carrera de letras. Derecho parecía una buena salida para aprovechar mejor sus facultades: podría especializarse en Tributos para trabajar en el área financiera de alguna empresa.

En realidad, comenzó su etapa universitaria con la misma venda en los ojos que se representa a la Justicia, porque no había tenido ningún contacto previo con cuestiones legales. No tenía familiares ni amistades que hubieran trabajado en este área o que hubieran necesitado contratar los servicios de un abogado para resolver algún litigio.

Así que el estudio de la ley era algo totalmente nuevo para ella, pero la enamoró desde el primer momento. La teoría del Derecho, la historia jurídica, y las bases fundamentales de las distintas ramas del Derecho, le permitieron entender el papel crucial que juega el sistema legal en la estructura de la sociedad. Le fascinó descubrir cómo el Derecho influye en todos los aspectos de la vida cotidiana y cómo, a través del estudio de casos y la interpretación de normas, se puede llegar a soluciones justas y equitativas.

Esta base sólida fue esencial para desarrollar una mente analítica y crítica, preparándola para enfrentar los desafíos más específicos del Derecho Tributario en etapas posteriores; la precisión y el rigor que exige, y el impacto directo que tiene en la sociedad y la economía. Desentrañar la complejidad del sistema fiscal, tener la oportunidad de contribuir a la justicia y equidad tributarias, y poder asesorar tanto a individuos como a empresas en la optimización de sus obligaciones fiscales.

Con esta pasión, no le resultó difícil conseguir buenas notas y, a través de una de sus profesoras, encontró trabajo en una empresa de tamaño medio que parecía estar en pleno crecimiento. Iba a sustituir a un abogado senior que estaba preparando su jubilación.

Nunca olvidará la felicidad de los primeros días, cómo disfrutaba de cada reunión, cómo absorbía toda la información de la empresa, convencida de poder ayudarles con una excelente gestión de su fiscalidad. Excelente y legal, al menos esa era la idea que tenía en mente. Descubrir que las intenciones de la empresa no eran tan claras fue para ella como recibir una bofetada inesperada.

Primero, fue encontrando detalles que le parecieron sospechosos, y los comentaba con su mentor, a quien iba a sustituir, que le daba respuestas poco claras. Hasta que le pareció necesario pedir explicaciones más contundentes, y la convocaron a aquella espantosa reunión donde la hicieron ver la necesidad de “buscar soluciones alternativas para pagar los menos impuestos posibles, que al fin y al cabo es lo que hacen todas las empresas para sobrevivir”.

Quedó devastada y habló con la misma profesora que la recomendó para el puesto. Ambas estuvieron de acuerdo en que las cosas no eran así. La profesora se disculpó por haberla puesto en esa situación, agradeció haberla hecho saber la realidad de esta empresa, le aseguró que no era lo habitual en el tejido empresarial de nuestro país, y la animó a presentar la dimisión. Así lo hizo al día siguiente.

Durante unos meses, se sintió desanimada y sin ganas de buscar otro trabajo. De hecho, no ha vuelto a trabajar para una empresa. Pero, por suerte, algunos compañeros que habían abierto un bufete la animaron para que se uniera a ellos, y pronto volvió a recuperar la ilusión por su trabajo. La constante evolución de las leyes y la necesidad de mantenerse actualizada hacen que esta disciplina sea dinámica y desafiante, lo que ha mantenido viva su pasión por esta profesión durante los últimos años.

Y hace unos meses, leyó la noticia: estaban investigando a aquella empresa por evasión fiscal, y su abogado había sido imputado. Nunca dudó de haber tomado la decisión correcta cuando presentó su dimisión, pero ese día recordó con una sonrisa por qué es importante siempre respetar las leyes.

 

Esta historia muestra que mantener la integridad y los principios éticos es crucial, incluso cuando enfrentamos situaciones difíciles en el ámbito profesional. La valentía de decir no a prácticas corruptas y seguir un camino recto puede parecer desafiante, pero a largo plazo, no solo protege nuestra carrera y reputación, sino que también contribuye a una sociedad más justa.


Vicente y la importancia de respetar los compromisos laborales

Vicente es Ingeniero Industrial y estaba satisfecho con su trabajo como Técnico de Mantenimiento en una fábrica de producción de envases. No tenía previsto buscar otro empleo, pero un conocido le habló de un puesto que ofertaban en la empresa para la que trabajaba, necesitaban un Responsable de Mantenimiento para el área de montaje de una compañía de automoción.

Por mera curiosidad, se apuntó a la oferta y las condiciones que le ofrecieron le parecieron interesantes. Admitieron incluso un requisito que Vicente quiso poner sobre la mesa desde el principio: las vacaciones durante el mes de julio que cada año disfruta porque viaja con su familia a EE.UU. para visitar a los padres de su mujer. Aunque con alguna reticencia, finalmente también le permitieron incorporarse un mes más tarde para tener tiempo de hacer un cuidado traspaso de funciones a la persona que le sustituyó en la empresa que dejaba.

Con estos acuerdos, a comienzos de febrero Vicente aceptó la oferta de la nueva empresa, donde ha estado trabajando desde marzo. A pesar de la buena sintonía durante el proceso de selección, la relación con los superiores ha sido algo más distante de lo que estaba acostumbrado en su anterior empleo, pero el trabajo le ha resultado muy retador a nivel técnico, y puede decirse que ha disfrutado de su día a día en el puesto a lo largo de estos meses.

La sorpresa llegó a mediados del mes de mayo, cuando recibió una notificación de que sus vacaciones para el mes de julio eran desestimadas por no contar la empresa con personal suficiente para cubrirle en esa época. Una falta de previsión que Vicente no podía entender, y mucho menos después del acuerdo al que llegaron desde el principio.

A Vicente le preocupaba perder los billetes de avión que ya tenía comprados sin posibilidad de cambio. Pero mucho más grave, no dejaba de pensar cómo podía haber confiado en estas personas que no tenían ningún respeto por sus propios compromisos.

Decidió que no quería seguir trabajando para esta empresa y comenzó a buscar activamente otras ofertas. Con su experiencia, y buenas referencias de la empresa anterior, a Vicente no le ha costado encontrar un nuevo empleo. Se encargará del mantenimiento de una fábrica de grúas a partir del 1 de septiembre.

Vicente sabe que asume un riesgo importante, porque al causar baja voluntaria en julio, estará desempleado durante dos meses, pero está convencido de que no quiere seguir trabajando para quienes no respetan sus acuerdos. Incluso cuando le han propuesto que siga con ellos y le respetarían las vacaciones de julio, Vicente se ha mantenido firme con la palabra que él ha dado a su futura empresa.

 

La historia de Vicente nos muestra que es importante respetar los compromisos que adquirimos para tener profesionales comprometidos. La fidelización de talento no es una moda de la que hablamos, es una  necesidad real que las empresas deben tener en consideración para poder contar con la fuerza principal que mueve los engranajes de cualquier organización.


Mario: de la ilusión de la Enseñanza a la realidad de la Farmacia

Mario hubiera querido ser maestro. Le gustaba estudiar y se sorprendía de la pereza que mostraban otros niños de su pueblo. Algunos se quejaban de la autoridad que ejercía Don Severiano, “haciendo honor a su nombre”, solían decir. Pero Mario quería ser un maestro comprensivo, hacer que los niños desearan aprender.

Las circunstancias, sin embargo, lo obligaron a seguir otro camino. Cuando aún no había terminado sus estudios básicos, su padre sufrió un accidente que le impidió seguir trabajando, y Mario, el mayor de siete hermanos, tuvo que hacerse cargo de la hacienda familiar. Huerto y animales pasaron a ser su responsabilidad, la universidad quedó en un mero sueño de infancia.

Durante un par de décadas, Mario aceptó su destino sin plantearse otras alternativas. Era lo que había tocado y tampoco le quedaba mucho tiempo para pensar. En todo caso, no perdió nunca la motivación por el estudio y aprovechaba cualquier rato libre para leer e instruirse. “Una buena cultura general no hace daño a nadie” fue y sigue siendo una de sus frases preferidas.

Un día conoció a la que hoy es su mujer. La llegada al pueblo de una nueva farmacéutica no pasó desapercibida para ningún vecino, y mucho menos para Mario. A primera vista, le pareció guapísima, pero enseguida comenzó a valorar aún más las largas conversaciones que mantenían sobre todo tipo de temas cuando ella cerraba la farmacia y Mario la esperaba para dar un paseo.

Apenas unos meses después, se casaron, y esto no solo cambió la vida personal de Mario, también su profesión. Poco a poco, Mario se fue interesando por los asuntos de la farmacia. Atendía al público con el apoyo de su mujer cuando había mucha gente y le gustaba conocer cada medicamento, sus indicaciones, posibles efectos secundarios, dosis recomendadas o cómo tomarlos. Leía prospectos y revistas especializadas que llegaban a la farmacia, y estaba presente en las visitas de representantes que venían a hablarles de nuevas referencias.

Su actividad en el campo era cada vez más reducida, y habló con uno de sus hermanos para pasarle el testigo de la explotación familiar, al tiempo que decidió darse de alta como ayudante de la farmacia que, por su ubicación estratégica cerca de una zona turística, tenía mucha actividad, especialmente durante los fines de semana.

Han pasado algunos años y Mario se siente muy satisfecho con la acreditación para poder trabajar oficialmente en la farmacia, que ha conseguido gracias al procedimiento de reconocimiento de competencias profesionales adquiridas a través de la experiencia. Le hablaron de esta opción cuando asistió a un curso para personal no técnico de farmacia, y no lo dudó un momento. Enseguida presentó su solicitud, justificada por los años de experiencia en la dispensación de medicamentos y los cursos que había realizado animado por su mujer y jefa.

El proceso no fue rápido, se demoraron casi dos años desde que Mario inició el trámite hasta que le llegó su acreditación. Durante este tiempo, tuvo que presentar mucha documentación y fue entrevistado por una asesora y una evaluadora, quienes le pidieron todo tipo de detalles sobre su forma de trabajar y sus conocimientos sobre medicamentos y procedimientos farmacéuticos. Finalmente, consideraron que contaba con las competencias necesarias para poder ejercer como Auxiliar de Farmacia.

Mirando al pasado, ahora Mario sí se pregunta si hubiera sido un buen maestro, pero no duda que es un buen ayudante de farmacia. Así se lo hacen sentir con frecuencia sus vecinos y clientes, que valoran mucho la amabilidad de Mario y su interés por ofrecer un servicio personalizado para cada uno. Un buen profesional.

 

La historia de Mario nos muestra que, generalmente, las personas con inquietudes por aprender y por ofrecer valor a los demás, acaban encontrando su camino para hacerlo de un modo a otro. A veces el destino parece ponernos obstáculos y en otras ocasiones nos regala oportunidades, que cada uno debemos saber aprovechar.


El viaje de Enrique: dejarse asesorar para seguir asesorando.

Enrique terminó sus estudios de turismo a finales de los años 90. Tuvo la suerte de hacer sus prácticas en una gran compañía de viajes y allí adquirió la experiencia necesaria en atención al cliente y en programas de gestión turística. Su pasión por viajar, aprovechando cada oportunidad, lo convirtió en un excelente agente de viajes.

Tuvo la ocasión de considerar diferentes ofertas, pero optó por quedarse en una modesta agencia de viajes de su localidad. Un equilibrio entre retribución y calidad de vida que le permitió conciliar felizmente trabajo y familia. Disfrutaba muchísimo con su profesión. Para sus vecinos, era el amable encargado de la agencia que les ayudaba a programar sus momentos más deseados. Elegía destinos perfectamente adaptados a los intereses y necesidades de cada cliente, cuidando todos los detalles para que cada viaje fuera perfecto.

Enrique no se cansaba de esta rutina porque, como le gustaba decir, vivía enlazando un viaje con otro. Aprovechaba cualquier oportunidad para hacer una escapada con su propia familia, pero, además, sentía que acompañaba a cada familia, grupo o persona para quienes organizaba un viaje.

Y pensaba que así seguiría siendo hasta su jubilación. Nunca imaginó que los dueños de la agencia decidirían cerrarla. "Estamos encantados con tu trabajo, Enrique, pero ya ves que cada vez tenemos menos clientes. Los jóvenes prefieren organizarse sus propios viajes," así comenzó la terrible conversación que terminó con la comunicación de su inminente despido. Despido objetivo por cierre de negocio.

No podía culpar a sus jefes. Efectivamente, no había querido verlo antes, pero se daba cuenta de que la facturación de la agencia había caído drásticamente. Incluso se había encontrado con algunos de sus clientes de toda la vida que le contaron viajes organizados por sus hijos. Como decían que no habían estado tan bien organizados como los de la agencia, Enrique se quedaba tranquilo pensando que volverían; pero la realidad es que no solían hacerlo.

Así que, con 54 años, Enrique se enfrentó al desempleo. Mucho tiempo para pensar y un gran riesgo de caer en depresión. Pero sus hijos le recordaban cada día la suerte que tuvieron de contar con un padre como él, que les inculcó el espíritu viajero y les mostró lugares extraordinarios en los cinco continentes. Fueron también ellos quienes le animaron para que ahora fuese él quien se dejase aconsejar por un profesional que le ayudara a organizar el mejor viaje posible: su Transición Profesional.

Y así es como Enrique inició su nueva aventura de la mano de Itinere Talent, aprendiendo a aprender nuevamente, a conocer y potenciar sus habilidades, y a adquirir nuevos conocimientos que complementaran su perfil para responder a las exigencias de un mundo más digital y globalizado. Apenas ha comenzado la fase de mirar ofertas y Enrique ya tiene opciones sobre la mesa. Uno de los centros donde se ha formado en marketing digital le ha puesto en contacto con una revista de viajes que buscaba un creador de contenido. A sus 55 años, Enrique está feliz, con la misma ilusión que siempre ha sentido cada vez que comenzó un viaje.

 

La historia de Enrique nos muestra que no debemos confiarnos cuando las cosas parecen ir bien; en un mundo tan cambiante como el actual, la innovación y el aprendizaje continuo son imprescindibles para mantener viva la carrera profesional. Pero, aunque a veces las circunstancias parezcan complicarse, podemos seguir adelante si disfrutamos con un trabajo bien hecho y estamos atentos para adaptar nuestro talento a las nuevas demandas del mercado.


La perseverancia de Julia para alcanzar su objetivo

Julia se casó profundamente enamorada de su marido, nunca ha dejado de estarlo, y se sintió inmensamente feliz cuando nacieron sus dos hijas. Los cuatro forman una familia de la que Julia siempre ha estado orgullosa. Nunca se arrepintió de haber dejado el trabajo como dependienta que desempeñó siendo soltera.

Durante los primeros años de casada, Julia no se cuestionó si su trabajo era valorado; comprendía la importancia de sacar adelante a la familia, ayudar a sus hijas con los estudios, encargarse de todas las tareas del hogar mientras su marido trabajaba fuera de casa, e incluso ayudarlo con las gestiones que, como profesional autónomo, tenía que realizar con frecuencia.

Y así pasaron los años, pero las niñas crecieron y la actividad doméstica se volvió menos exigente, más rutinaria. Fue entonces cuando Julia comenzó a hacerse preguntas. Primero, si podía hacer algo más para continuar sintiéndose útil, y segundo, lo que terminó convirtiéndose en uno de sus objetivos de vida: ¿por qué ella no tenía derecho a su propia pensión de jubilación si en realidad nunca había dejado de trabajar desde que era adulta?

Con esta meta en mente, Julia comenzó a prepararse. Tras formarse como Técnico Auxiliar en Hostelería y Turismo con la especialidad de Cocina, disfrutó mucho trabajando con contratos temporales de cocinera para diferentes entidades. Viendo, sin embargo, que no conseguía un trabajo estable, estudió también para obtener el Certificado de Profesionalidad en Atención Sociosanitaria a Personas en el Domicilio, y un módulo de Asistencia Personal, que le permite, además, acompañar a personas con diversidad funcional para que puedan mantener un estilo de vida independiente.

Y en los últimos años, Julia ha tenido que dar un nuevo giro a su vida. Cuando su familia volvió a necesitarla, no lo dudó ni un momento. Se ha trasladado a 1.000 kilómetros de su hogar para encargarse de su nieta mientras su hija desarrolla su profesión en la medicina.

Aun así, Julia no renuncia a su sueño de tener una pensión cuando se jubile. Para asegurarse de que llegará a cotizar los 15 años mínimos necesarios, ha decidido mantenerse dada de alta en la Seguridad Social como trabajadora del hogar. No sabe cuánto tiempo se mantendrá esta situación, pero ahora Julia sabe que está preparada para afrontar los retos que le vaya proponiendo la vida con la seguridad de alguien que ha aprendido a fijarse metas y luchar por conseguirlas.

 

La historia de Julia nos muestra que, cuando alguien se propone un objetivo, puede buscar soluciones diferentes a medida que cambian las situaciones, sin necesidad de rendirse y renunciar a eso que tanta ilusión le hace. Cuando las circunstancias de la vida nos presentan obstáculos, siempre podemos buscar el modo de abrir nuevos caminos.


Antonio y Manuel: el valor de complementarse

Antonio y Manuel son comerciales con muchos años de experiencia en el sector de la distribución, especialmente en el canal de las grandes superficies. Aunque sus trayectorias laborales no han sido muy diferentes, sus personalidades sí lo son. Antonio es atrevido y valiente, disfruta asumiendo riesgos. Manuel, en cambio, tiene un perfil más conservador; le gusta meditar bien las decisiones antes de tomarlas, a veces tanto que se le pasan oportunidades interesantes.

Hace algunos años, Antonio llevaba ya un par de años trabajando en una compañía de producción de encurtidos, y recibió una oferta de otra empresa para abrir mercado a una nueva marca de bebidas energéticas en la misma zona donde ya estaba trabajando. Antonio lo meditó profundamente, el salario que le ofrecían era algo superior, pero la apuesta era arriesgada. ¿Qué ocurriría si la nueva marca no conseguía asentarse? Quizá por comodidad o tal vez porque le parecía más estable, Antonio optó por continuar en la empresa en la que estaba.

Por la misma época, Manuel trabajaba para una empresa de embutidos, y vio una oferta para trabajar en la compañía de Antonio. Manuel también tenía bastante estabilidad en su empresa anterior, pero no dudó en postularse para este puesto que le ofrecía condiciones similares, pero en una zona geográfica más cercana a su domicilio.

Así fue como Antonio y Manuel pasaron a ser compañeros, y pronto desarrollaron una buena amistad. Siendo, como ya hemos comentado, tan diferentes sus personalidades, encontraron muchos puntos de conexión en cuantos a sus valores y la forma de entender su profesión.

Y entonces ocurrió lo que ninguno de ellos había previsto. La empresa de encurtidos dio en quiebra, y de la noche a la mañana ambos se quedaron sin empleo. Antonio por haber sido precavido y Manuel por haberse arriesgado. Una circunstancia que les hizo reflexionar a ambos.

Así fue como se dieron cuenta de lo útil que podría resultarles unir sus competencias. Habían hablado muchas veces sobre un posible nicho de mercado que ambos habían detectado. Se trataba de una zona geográfica poco atendida comercialmente, que por encontrarse en zona rural y sin presencia de grandes superficies, no parecía interesar a las grandes compañías de alimentación y bebidas. Antonio y Manuel, pensaban, sin embargo, que una pequeña empresa de distribución podría llegar a generar negocio en esa zona.

Claro que Manuel es siempre quien más anima y propone, pero la prevención de Antonio le da mucha seguridad. No pone ninguna idea en práctica sin antes pasarla por la prueba de la actitud reflexiva de Antonio. Y de este modo, están consiguiendo sacar adelante un boyante proyecto, que no solo les permite seguir ejerciendo su actividad profesional, además favorecen el desarrollo del comercio local en la zona.

 

Antonio y Manuel nos muestran que tomar decisiones más o menos conservadoras en un mundo tan cambiante como el actual no es garantía de seguridad, pero sí lo es mantener una mente abierta para adaptarnos a las circunstancias. Confiar en nuestras propias competencias y en las de otros profesionales con perfiles que nos complementen puede ser la clave para transformar la adversidad en éxito.


De la monotonía a la conexión humana: el nuevo camino de Luis

Luis había trabajado como contable en una gran gestoría durante más de una década. Era eficiente en su trabajo, siempre entregando la documentación necesaria a tiempo y manteniendo las cuentas en perfecto orden. Los clientes estaban satisfechos, aunque Luis apenas tenía contacto directo con ellos. Esa tarea recaía en los comerciales, quienes se encargaban de mantener las relaciones y de conocer en profundidad las necesidades de cada cliente.

Luis tenía también una buena relación con sus compañeros de oficina. A menudo compartían almuerzos y charlas informales sobre la vida cotidiana. Sin embargo, los propietarios de la empresa, apenas se dejaban ver por la oficina. Esta desconexión con los dueños y con los clientes empezó a pesarle a Luis. Aunque su trabajo era estable y bien remunerado, comenzó a sentir que algo le faltaba.

Día tras día, Luis se encontraba sumido en la monotonía de revisar facturas, preparar balances y presentar informes financieros. Aunque conocía a la perfección las cuentas de las empresas para las que trabajaba, no entendía realmente a qué se dedicaban ni cuál era su propósito. Sentía que su trabajo carecía de sentido y que simplemente estaba pasando los días sin avanzar ni crecer profesionalmente.

Un día, mientras organizaba un montón de papeles, Luis se dio cuenta de que necesitaba un cambio. Recordó su interés por la comunicación y el trato directo con las personas, algo que había disfrutado mucho durante sus años universitarios cuando trabajaba como camarero en un pequeño café. Allí, había aprendido a escuchar a los clientes, a entender sus necesidades y a ofrecerles un servicio personalizado.

Decidido a recuperar esa conexión humana, Luis empezó a explorar nuevas oportunidades. Asistió a seminarios y talleres sobre atención al cliente y comunicación efectiva, y se inscribió en un curso de desarrollo personal que le ayudó a redescubrir sus intereses y habilidades. Poco a poco, fue formulando un plan para cambiar de rumbo profesional.

Una tarde, mientras navegaba por internet, Luis encontró una oferta de trabajo que captó su atención: una pequeña empresa de consultoría financiera buscaba a alguien con experiencia en contabilidad y un buen trato con los clientes. La empresa se especializaba en ayudar a startups y pequeñas empresas a establecerse y crecer, ofreciendo no solo servicios contables, sino también asesoramiento personalizado.

Luis decidió postularse para el puesto. Preparó su currículum, resaltando no solo su experiencia contable, sino también sus nuevas habilidades en comunicación y atención al cliente. La entrevista fue un éxito. Los dueños de la consultoría quedaron impresionados con su trayectoria y su motivación para ofrecer un servicio más cercano y personalizado.

En su nuevo trabajo, Luis encontró la satisfacción que tanto había buscado. Ahora, no solo preparaba documentos financieros, sino que también se reunía con los clientes, escuchaba sus historias y comprendía sus objetivos. Cada empresa tenía un rostro, un propósito, y Luis se sentía parte integral de su éxito. Esta cercanía le permitió ofrecer soluciones más adaptadas a las necesidades específicas de cada cliente, y pronto se convirtió en una figura clave dentro de la consultoría.

Además, la estructura más pequeña de la empresa facilitó una comunicación interna más estrecha con sus jefes y compañeros. Las decisiones se tomaban en equipo, y Luis se sentía valorado y escuchado. Su jornada laboral era ahora una combinación de números y relaciones humanas, lo que le brindaba una satisfacción y un propósito que antes no había experimentado.

 

A través de esta transición, Luis redescubrió su pasión por el trabajo y la importancia de encontrar un equilibrio entre las habilidades técnicas y la interacción humana. Su historia nos recuerda que nunca es tarde para buscar un cambio que nos haga sentir realizados y que, a veces, el camino hacia la satisfacción profesional pasa por redescubrir nuestras raíces y conectar con lo que realmente nos apasiona.


En busca de la verdadera vocación: la decisión de Julio

Julio es Licenciado en Psicología y se especializó en Gestión de Recursos Humanos, lo que hoy conocemos más por Gestión del Talento. Siempre ha disfrutado mucho con su trabajo, tanto que, hace unos años, comenzó a compaginarlo con la docencia.

Su primera reacción cuando la ofrecieron preparar unas clases para alumnos de un máster fue de rechazo, miedo escénico, síndrome del impostor, …. Pero pronto se dejó seducir por la idea de compartir los conocimientos adquiridos durante sus años de carrera profesional con las generaciones futuras.

Y lo que comenzó siendo una tarea adicional a su trabajo principal derivó rápidamente en una pasión creciente. Sus charlas en el master pronto evolucionaron para convertirse en una asignatura completa, y pronto se presentaron otras oportunidades para compartir su experiencia, como cursos sobre hablar en público, habilidades directivas o gestión del estrés.

Los compromisos formativos fueron creciendo y Julio cada vez era más demandado por distintas entidades para participar como docente. Pero su agenda ya no le permitía atender a todas las solicitudes que recibía y, tenía que asumir otra realidad, su vida personal también comenzaba a resentirse con tantas responsabilidades.

Julio se daba cuenta de que era momento de comenzar a rechazar proyectos que le entusiasmaban y esto le causaba bastante malestar. Valoró la situación con su familia, aunque era consciente de que la responsabilidad de decidir era principalmente suya, y tras unos días de reflexión, hace un año tomó una decisión que supondría un giro radical a su carrera profesional: solicitó una excedencia en su puesto como Director de Atracción y Fidelización de Talento para dedicarse exclusivamente a la docencia.

A lo largo de este año, Julio ha seguido disfrutando con cada hora de clase que ha impartido. Además de enseñar, ha aprovechado este tiempo para seguir formándose, adquiriendo nuevos conocimientos y preparando con ilusión nuevos contenidos para ofrecer a otros profesionales.

Haciendo una revisión retrospectiva de estos últimos 12 meses, Julio no duda ni un momento en afirmar que tomó la decisión correcta. Sin ser la mejor opción en términos económicos, considera que este camino sin duda le está conduciendo hacia un mejor desarrollo profesional y personal, proporcionándole una sensación de realización y plenitud que no había experimentado antes.

 

La historia de Julio nos recuerda la importancia de seguir nuestras pasiones y perseguir aquello que nos hace sentir realizados, incluso si significa tomar decisiones difíciles y alejarnos de lo convencional. Su valiente elección de dejar atrás una carrera estable en favor de seguir su verdadera vocación nos enseña que la felicidad y la satisfacción personal a menudo van de la mano con la búsqueda de significado y propósito en nuestras vidas laborales. A través de su ejemplo, nos inspira a reflexionar sobre nuestras propias elecciones profesionales y a tener el coraje de seguir nuestros sueños, sin importar cuán desafiante pueda parecer el camino.