El último paso en este Camino para el Talento
Hace algo más de un año, el 24 de diciembre de 2023, lanzábamos con ilusión este blog, Camino para el Talento, como un espacio para explorar, compartir y aprender de las historias laborales más auténticas. Durante estos meses, cada domingo hemos tenido el honor de presentar relatos que reflejan la fuerza, la determinación y la creatividad de personas que, como tú, han enfrentado desafíos en su camino profesional.
Hemos compartido historias de valentía, como la de quienes se atrevieron a reinventarse en busca de un propósito más alineado con sus valores; historias de resiliencia, como la de quienes superaron adversidades personales o laborales; y relatos llenos de inspiración, que nos recordaron que el talento florece en los contextos más diversos y a menudo inesperados.
Si algo hemos aprendido en este tiempo, es que no hay un camino único para el talento, sino tantos como personas que buscan dejar su huella en el mundo profesional.
Hoy, con el corazón lleno de gratitud, cerramos este blog. Pero no lo hacemos con tristeza, sino con la satisfacción de haber cumplido nuestro propósito: inspirar, motivar y conectar. Nuestro último capítulo no es el final del viaje, sino una invitación a seguir adelante, a seguir creando nuevas historias, cada cual la suya propia, que quizá algún día puedan ser compartidas en un blog para inspirar a otros profesionales.
A quienes habéis seguido cada capítulo, a quienes habéis compartido vuestras historias con nosotros, y a quienes habéis encontrado inspiración en estas páginas, os damos las gracias de todo corazón.
El camino continúa, y el talento seguirá siendo la brújula que nos guíe hacia nuevas metas.
¡Gracias por acompañarnos en este viaje!
El equilibrio de Carla entre pasión profesional y tiempo personal
Carla es consultora estratégica; como freelance, colabora con pequeñas y medianas empresas para mejorar sus resultados. Los comienzos fueron difíciles, le costó un par de años tener una buena cartera de clientes, pero hace ya un tiempo que el “boca a boca” está funcionando muy bien, y de hecho tiene más solicitudes de empresas de las que puede atender.
Su familia y amigos le dicen muchas veces que trabaja demasiado, y es cierto que a menudo dedica incluso parte del fin de semana para preparar propuestas o informes para sus clientes. Pero a Carla esto no le supone un problema, porque ella disfruta mucho con lo que hace.
Y sobre todo, ser autónoma le da cierta libertad para organizar su tiempo laboral, y también sus vacaciones. Generalmente programa un viaje largo para conocer otros países en el mes de julio. Sabe que la vuelta será cómoda, porque agosto es un mes que emplea para formarse, organizar información y revisar los datos de los clientes con los que trabaja de forma más habitual.
El mes de diciembre, por el contrario, comienza siendo fuerte, incluso suele pasar trabajando el Puente de la Constitución -6 y 8 de diciembre son festivos en España-, porque sus clientes requieren de su ayuda para cerrar objetivos del año en curso y preparar los planes del siguiente.
Pero a partir del día 20 de diciembre comienzan sus vacaciones de Navidad, y es la época que dedica más especialmente a su familia y amigos. Toca relajarse, compartir y disfrutar. Para ella es como si el mundo laboral se detuviese, y aprovecha para “recargar las pilas”, que después seguirán funcionando sin parar hasta el siguiente mes de julio.
La historia de Carla refleja el equilibrio personal que muchas personas buscan en su vida profesional. Aunque su trabajo es demandante, la satisfacción que encuentra en él y la libertad que su organización le brinda son claves para mantener su motivación. Al mismo tiempo, sabe priorizar el tiempo para disfrutar con su familia y amigos, especialmente en épocas como la Navidad, donde recarga energía y se reconecta con sus seres queridos. Carla nos enseña que la pasión por lo que hacemos puede ser un motor poderoso, siempre que sepamos combinarla con momentos de descanso y disfrute personal.
El reencuentro de Jorge con su verdadera vocación
Jorge estudió Ingeniería de Telecomunicaciones, pero probablemente nunca se ha visto a sí mismo como ingeniero. Prefiere definirse como una persona que disfruta del trato con la gente y, además, considera que “se le da bien”. También le encanta coordinar y gestionar grupos de personas.
Quizá fue su participación en un grupo Scout durante la infancia lo que marcó su carácter. Más adelante, disfrutó aportando su granito de arena a este mismo grupo, como voluntario. Durante esos años, ocupó diversos roles: Monitor, Intendente, Tesorero y Coordinador. Lo que comenzó como una labor desinteresada acabó abriéndole las puertas a trabajos muy gratificantes, como Monitor, Coordinador y, finalmente, Director de Campamentos. Por supuesto, complementó estas responsabilidades con la formación necesaria, pero todo esfuerzo merecía la pena porque Jorge se sentía feliz.
Mientras tanto, no podía dejar de lado la parte más formal de su vida: ocho años en la Universidad Politécnica y, después, otros nueve como consultor tecnológico en diversas empresas. Sin embargo, llegó un momento en el que no pudo aguantar más la frustración de dedicarse a una profesión que no le satisfacía. Quizá no tanto por el contenido del trabajo en sí, sino porque los valores éticos de ese entorno no coincidían con su manera de ver la vida.
Así que Jorge tuvo la valentía de saltar al vacío y dejar de trabajar para tomarse un tiempo de reflexión: necesitaba reencontrar el camino hacia su satisfacción laboral y, a la vez, personal, porque, para él, resulta difícil separar ambas esferas.
Hace un par de meses, Jorge comenzó a trabajar en un centro de atención a menores con resolución judicial, y tiene que hacer diferentes turnos. Este año, su familia le echará de menos en algunas cenas navideñas, pero se alegran mucho de verle brillar de nuevo gracias a un trabajo que disfruta profundamente y que, además, “se le da muy bien”.
La historia de Jorge nos recuerda que es esencial identificar nuestra verdadera vocación para alcanzar un buen equilibrio entre la satisfacción laboral y personal. Explorar distintas opciones puede ser enriquecedor para aprender sobre la vida y sobre nosotros mismos, pero sin olvidarnos de escuchar esa voz interior que nos indica lo que realmente nos hace estar cerca de la felicidad.
El inspirador recorrido de Gonzalo por una vida con sentido
Gonzalo nació en Matabuena, en la provincia de Segovia, y entre Matabuena y La Velilla pasó sus primeros años, marcados sobre todo por la temprana pérdida del padre. A los siete años, Gonzalo volvió a trasladarse con su madre y hermanos, esta vez a la ciudad de Segovia, donde inició sus estudios de primaria.
La siguiente etapa lo llevó a Cheste, en Valencia, cuando tenía once años. Allí, gracias a una beca en la Universidad Laboral, completó el bachillerato. Y después se trasladó a Tarragona para estudiar electricidad, un requisito indispensable para alcanzar su sueño de dedicarse a la electrónica. Durante esa época, compaginaba sus estudios con trabajos en una discoteca y un hotel. Una época dura pero de la que conserva muy buenos recuerdos.
Sin embargo, sus planes se vieron truncados cuando su madre necesitó apoyo económico en casa. Gonzalo dejó la electrónica y regresó a Segovia. Allí exploró diferentes empleos, pero terminó encontrando su camino en el sector de la Construcción.
Años después, decidió montar su propia empresa. Su sueño siempre había sido dedicarse a la hostelería, pero sabía que este sector no le permitiría alcanzar un equilibrio entre su vida profesional y familiar, optó por la Construcción para poder disfrutar los fines de semana con su familia.
Con una ética de trabajo inquebrantable, Gonzalo supervisaba personalmente todas las obras, atendía cada incidencia y decidía qué proyectos aceptar. Pero llevar una empresa con esa dedicación le pasó factura. A los 49 años sufrió su primer infarto de corazón, lo que le obligó a cerrar la empresa.
Pese a las dificultades, Gonzalo no se rindió. Durante doce años trabajó como cuidador de personas dependientes, una labor que, aunque exigente, le brindó muchas satisfacciones personales y le permitió mantenerse económicamente.
Hoy, ya jubilado, sigue siendo una persona activa. Dedica su tiempo como voluntario, ayudando a personas con gestiones administrativas, acompañándolas en paseos y colaborando con la Asociación de Amigos del Camino de Santiago cuando organizan recorridos por Segovia para estudiantes de distintos colegios.
La historia de Gonzalo nos enseña que la vida puede llevarnos por caminos inesperados, pero con resiliencia y determinación es posible encontrar propósito en cada etapa. Su capacidad para adaptarse a las circunstancias, superar desafíos y mantenerse activo incluso en la jubilación, es un ejemplo de cómo vivir con sentido y contribuir al bienestar de quienes nos rodean, sin importar la edad ni las limitaciones.
Tatiana y su camino hacia el éxito profesional en España
Tatiana estudió Medicina en su país de origen, en América Latina, y trabajó durante más de una década como nefróloga. Sin embargo, la constante exposición a pacientes cuyos problemas médicos derivaban de agresiones violentas comenzó a pasarle factura. Preocupada por ofrecer un entorno más seguro a sus hijos, Tatiana decidió buscar la manera de trasladarse a España.
Tras investigar diferentes opciones, optó por un visado de estudios para cursar un posgrado en Gestión Sanitaria en una reconocida universidad española. Aunque envió desde su país toda la documentación que acreditaba su título de Licenciada en Medicina, al llegar a España descubrió que no podía ejercer como médica. La legislación española no reconocía automáticamente su titulación porque su país no tenía un acuerdo de homologación, y a efectos legales solo se consideraba que contaba con el título de bachillerato.
Para poder mantenerse mientras estudiaba, Tatiana encontró trabajo como interna en la casa de un matrimonio mayor. Aunque esta situación le permitió cubrir sus gastos de alojamiento y contar con una modesta compensación económica, no era suficiente para traer a su familia ni para enviarles dinero al otro lado del océano. Fue un año muy difícil, sobre todo por la la distancia con su familia y la incertidumbre respecto a su futuro profesional, pero Tatiana apostó por mantener el esfuerzo para conseguir la titulación que la trajo a España.
Y no todo fue negativo, también surgió una excelente relación con la hija del matrimonio que cuidaba. Fue precisamente esta amistad la que marcó un giro en su camino. La mujer, encantada con el cuidado y atención que recibían sus padres, sugirió a Tatiana que considerara realizar una Formación Profesional en Higiene Bucodental. Aunque implicaba dos años más de esfuerzo, le abriría las puertas a un título válido para trabajar en España. Además, le habló de un amigo odontólogo, que muy probablemente iba a necesitar nuevos profesionales para la expansión de su clínica en un par de años.
Antes de finalizar su formación, Tatiana ya fue entrevistada por el propietario de la clínica, quien quedó tan impresionado con su actitud y capacidad que comenzó de inmediato a tramitar la solicitud de su contratación. Con apenas unas semanas de diferencia, Tatiana obtuvo su título de Formación Profesional y su permiso de trabajo, ambos como un auténtico regalo del cielo.
Hace ya dos años que Tatiana logró traer a España a sus hijos, y no ha dejado de sentirse agradecida con todas las personas que la ayudaron a integrarse tanto personal como profesionalmente. Recientemente, el propietario de la clínica le ofreció un nuevo reto: encargarse de la Gerencia de una nueva clínica que planean abrir en 2025. “No es un favor que te hago”, le dijo, “eres la persona más capaz que conozco para este trabajo, y estoy seguro de que puedo confiar en ti”.
Hoy, Tatiana celebra que todo el esfuerzo y las dificultades hayan valido la pena. Su formación y experiencia en su país de origen, combinadas con el máster y la Formación Profesional, han resultado ser un complemento perfecto para su carrera en el sector bucodental. Años atrás, a veces sintió que su sacrificio había sido en vano, pero su historia demuestra que, con paciencia y tesón, siempre podemos encontrar el camino para aprovechar nuestro talento al máximo.
La valentía de Carlos como motor para el desarrollo profesional
Carlos es Ingeniero Técnico Industrial especializado en Electrónica, y comenzó su carrera profesional trabajando desde Valencia, España, para una importante empresa multinacional dedicada a la fabricación de equipos de transporte.
Durante unos años, su trayectoria profesional fue evolucionando, continúo formándose y, además de diversos cursos especializados, realizó un M.B.A. También trabajó para otras dos compañías, como Ingeniero de Diseño y Desarrollo y como Gerente de Clientes en el Departamento de Operaciones.
Pero Carlos no se sentía cómodo con el ambiente laboral que vivía cada día. Una cultura exigente y controladora por parte de los mandos intermedios, que después no se veía recompensada: gratificaciones y promociones se asignaban más por amistad que en base al trabajo bien hecho.
Con estas circunstancias, Carlos tomó una decisión valiente, presentó su baja voluntaria. Sin derecho a indemnización ni a cobrar prestación por desempleo. Confiando básicamente en sí mismo y en sus propias capacidades. Ignorando las voces de quienes le preguntaban cómo se había ido renunciando a unos derechos que Carlos no quería recibir, porque no los consideraba propios ni necesarios.
Prefirió apostar por dedicar todos sus recursos a buscar otras opciones profesionales más satisfactorias y, unos meses después, encontró lo que esperaba en Irlanda, a donde no dudó en trasladarse para trabajar como Gerente Técnico de Productos de Investigación y Desarrollo para una empresa dedicada a la fabricación de componentes, piezas y accesorios para vehículos de motor.
Carlos era consciente de que aceptar este trabajo suponía ciertos riesgos, pero ahora sabe que fue una buena decisión. El clima laboral de su nueva empresa no le ha decepcionado en absoluto, una cultura abierta en la que se fomenta el desarrollo de los profesionales se confía en su capacidad de autonomía para conseguir los objetivos establecidos, y se valora tanto la dedicación como las competencias que aporta cada miembro al equipo.
Hace ya 5 años que esta compañía trasladó a Carlos a su sede de San Francisco, Estados Unidos, y tampoco allí ha tenido ninguna dificultad para adaptarse. Es normal que a menudo eche de menos a su familia y amigos de España, pero está convencido de que tomó el camino correcto al aceptar el reto de migrar, porque en otros países ha encontrado la satisfacción profesional que en su país de origen se le escapaba constantemente.
Carlos con su ejemplo nos muestra que acomodarse en la zona de confort puede impedirnos identificar otras opciones en las que podríamos estar más satisfechos. En su caso ha sido un cambio internacional, pero para otros profesionales la clave podría estar en descubrir otros sectores de actividad o empezar a realizar nuevas funciones.
De vuelta a la cocina: el ciclo laboral de Dolores
Dolores, se casó joven, joven y enamorada. Y así ha llegado a su madurez, sin pensar en ningún momento que ha perdido su juventud, sin dejar de amar a su marido ningún día de su vida.
Cuando conoció a Pedro, trabajaba ya de cocinera. Entonces estaba contratada en una tasca del pueblo donde, él, paraba en sus viajes de negocios. Recorría el país de punta a punta ofreciendo sus diseños de sábanas y cortinas a comercios de toda la geografía nacional. Bueno, suyos, suyos, …. los de la empresa textil a la que siempre ha representado.
Y entre viaje y viaje, las semanas se les hacían a los dos interminables, hasta que Pedro podía volver a fijar una escala en la tasca de Dolores. ¿Cómo no iban a casarse tan pronto como les fue posible?
Los primeros años de matrimonio no fueron fáciles para Dolores, acostumbrándose sola a la vida de Madrid, mientras Pedro seguía viajando durante toda la semana. Pero los fines de semana juntos, paseando por El Retiro o la Casa de Campo, compensaban de sobra las horas de soledad.
Y tampoco le resultó difícil encontrar trabajo como cocinera en la capital, aunque eso supusiera no poder pasar con su marido tanto tiempo como les hubiera gustado cuando él podía dormir en casa.
Entonces llegó el ascenso de Pedro, “Responsable Corporativo de Ventas”, ni más ni menos. Mucho título, mejor sueldo y, sobre todo, el final de los viajes interminables.
Con tanta felicidad, a Dolores y Pedro solo les quedaba ampliar la familia. En aquella época era lo que se esperaba de un matrimonio, pero ellos, además, lo deseaban de corazón. Y el corazón pusieron desde el primer al último día en la crianza de sus tres varoncitos. Dolores quedó siempre con ganas de criar una niña, pero la providencia no lo quiso así, y ella lo supo entender, con la misma aceptación que siempre aplicó ante los inconvenientes que le presentó la vida.
La misma aceptación que aplicó al tener que dejar su trabajo, porque la palabra “conciliación” en aquella época, tenía otro significado. Y con alguna lagrimita, y una barriga ya prominente, se despidió de sus compañeros del Hotel Gran Capital, aquel 30 de agosto. Recuerda la fecha porque cada año, desde entonces, ese día pasó a saludar y aprovechó, por qué no reconocerlo, para presumir de retoños.
Es curioso que, precisamente ese orgullo de madre, le abrió las puertas nuevamente del mundo laboral. Justo cuando sus hijos ya empezaban a ser independientes, y acompañar a su madre al Hotel cada 30 de agosto dejaba de ser un divertido juego hasta para el menor de ellos, Dolores supo que volvían a necesitar una ayudante en la cocina.
El hotel había sido comprado por una cadena internacional, y su nombre había cambiado, pero Dolores seguía sintiéndose como si hubiera continuado trabajando allí toda la vida.
El pasado 30 de agosto, Dolores se despidió de sus compañeros para comenzar su jubilación. No puedo evitar que se le volviera a escapar una lagrimita, pero, esta vez, sabía que era un “hasta pronto”. Dentro de un año volverá a visitarles, como cada 30 de agosto, y entonces la acompañará Pedro, también jubilado, y quién sabe si alguno de sus nietos …
Dolores comienza esta nueva etapa de su vida con la misma actitud que siempre la ha caracterizado: gratitud por el camino recorrido y entusiasmo por lo que está por venir. Ahora, con Pedro jubilado y la familia creciendo con nietos que llenan de alegría su hogar, Dolores no piensa en detenerse. Está convencida de que mantenerse activa y conectada con quienes la rodean es la mejor receta para disfrutar esta nueva fase. El 30 de agosto seguirá siendo una fecha marcada en su calendario, no solo para reencontrarse con sus compañeros, sino también para recordar que siempre hay espacio para nuevas historias y proyectos.
De Manchester a Valencia: el viaje profesional de Lorenzo hacia la energía fotovoltaica
Lorenzo es Ingeniero Eléctrico. Elegir carrera universitaria fue un desafío para él, pues le gustaban demasiadas cosas. Desde el campo y la agricultura hasta las ciencias sociales, cada día parecía tener una idea distinta. Finalmente, optó por seguir los pasos de su padre.
Reconoce que la carrera se le hizo pesada, quizá porque le faltaba motivación o tal vez porque le costó 8 años conseguir el título. El mejor de todos esos años, el séptimo, que pasó en Manchester. Allí conoció a la que fue su novia, y actualmente es su compañera de vida.
Fue duró volver a España cuando terminó aquel curso, pero encontró al fin el aliciente para terminar la carrera, y así poder regresar a Manchester para estar con ella. Allí dio también sus primeros pasos serios en el mundo laboral. En España, se había limitado a echar una mano durante algunos ratos, como camarero en el restaurante de su tío.
Inicialmente, con un nivel de inglés aún bastante mejorable, aceptó un trabajo de peón en una fábrica del sector textil. Trabajo físicamente extenuante, que le enseñó a valorar por primera vez la suerte de haber podido estudiar. Hasta entonces lo había llegado a considerar como “un capricho de sus padres”.
Por suerte, unos meses después, unos amigos le hablaron de una oportunidad en una conocida empresa de alimentación, y consiguió trabajo como técnico de mantenimiento. Allí pasó los 5 años siguientes. No estaba mal pagado y el trabajo era cómodo, pero Lorenzo se aburría. Cada vez le resultaba más insoportable la monotonía de hacer cada día prácticamente lo mismo, y tampoco veía muchas opciones de progresar en aquella empresa.
Fue entonces cuando, nuevamente inspirado por su círculo de amistades, descubrió que podía retomar sus estudios de forma telemática. Miró diferentes opciones, y se decidió por un “Programa Avanzado en Diseño y Gestión de Plantas Solares Fotovoltaicas”. Aún se pregunta si fue por la madurez que ya empezaba a tener o por la ilusión de volver a usar su idioma materno, pero esta vez Lorenzo sí disfrutó mucho con su formación. Cada asignatura, cada libro, cada lección, le parecieron interesantes.
Y en cuanto terminó el programa se volcó en encontrar un trabajo relacionado con la Energía Fotovoltaica. Con su nivel de inglés y una formación que entonces era todavía novedosa para un sector en auge, no le resultó difícil encontrar trabajo en Valencia.
Durante meses, vivió un ir y venir constante entre España y Manchester, pero logró convencer a su familia de mudarse con él y, afortunadamente, su mujer y sus hijos se han integrado estupendamente en la cultura valenciana.
Además, recientemente Lorenzo ha sido promocionado a Project Manager, y la propia empresa le está financiando un “Máster de Formación Permanente en Project Management”. Lorenzo se siente feliz, le encanta el trabajo que realiza y vuelve a disfrutar estudiando. Siente cada día que al fin encontró su camino.
Lorenzo es un claro ejemplo de cómo los caminos pueden ser tortuosos, pero siempre es posible encontrar una dirección que nos llene de propósito. Su experiencia demuestra que la búsqueda de oportunidades, el aprendizaje constante y el apoyo de las personas que nos rodean pueden ser las claves para encontrar no solo un trabajo, sino un sentido profundo a nuestra vida profesional.
Rocío transforma dificultades de la vida en desafíos con propósito en bienestar social
Rocío es alicantina, y en su tierra se licenció en Derecho mientras ya comenzaba a trabajar. Porque Rocío siempre ha sido una persona muy activa.
En Barcelona comenzó su carrera como profesional de Recursos Humanos para una compañía del sector químico-farmacéutico, donde poco a poco fue adquiriendo mayores responsabilidades. Durante aquel mismo período, continuó su formación en Inteligencia Emocional y Programación Neurolingüística, y también realizó un Máster de Dirección de Recursos Humanos.
La oportunidad de dirigir el área de Recursos Humanos en una organización dedicada a la investigación fue, sin duda, lo que despertó su inquietud por trabajar en empresas con un propósito claro y que se alineara con sus valores.
Durante la pandemia, y aprovechando un periodo de desempleo, nació su blog personal, “Rocío Pérez. Personas en el trabajo”, donde compartió primero sus experiencias en la búsqueda de empleo, y después algunas reflexiones para conectar con CEOs desde la perspectiva de alguien que puede ayudar con el desarrollo de las personas en sus empresas.
No tardó en encontrar un proyecto aún más inspirador: el de Directora del Área de Personas en un Instituto de Oncología. Rocío no podía sentirse más feliz liderando la transformación cultural de una entidad que venía de un perfil muy administrativo, cuando recibió la dura noticia. La diagnosticaron un cáncer de mama.
Por suerte, Rocío pudo hacer frente a la enfermedad, y sigue celebrando cada día la oportunidad de seguir recuperándose. Sin embargo, no se sintió con fuerzas para retomar su trabajo en el Instituto cuando la invitaron a reincorporarse. Prefirió dedicar sus esfuerzos a colaborar con Endavant Chic@s, una asociación que apoya, acompaña y atiende a personas y familias afectadas por el cáncer de mama.
Con su colaboración a través de redes sociales y charlas sobre la búsqueda de empleo, Rocío proporciona una gran ayuda a mujeres que “se han descolgado del mercado laboral” como consecuencia de la enfermedad.
Y sin dejar de lado esta colaboración, la propia Rocío ha vuelto también al mundo laboral, trabajando con una empresa de servicios de recursos humanos. Inicialmente, como Embajadora de un proyecto para sensibilizar a las organizaciones sobre el impacto del cáncer de mama y dotar a sus profesionales de recursos para reducir factores de riesgo de esta enfermedad.
Recientemente, además, Rocío ha aceptado el rol de Consultora en Responsabilidad Social. Su objetivo: lograr que la diversidad social se incluya en las empresas, facilitando la integración de personas en situación de exclusión social, desde quienes han atravesado una baja por enfermedad de larga duración, hasta víctimas de violencia o personas inmigrantes que vienen a ofrecer su trabajo a nuestro país.
Lo más importante para Rocío es saber que sigue alineada con su propósito, ayudando a que las empresas asuman un rol proactivo en el bienestar social.
La historia de Rocío refleja la importancia de mantenernos fieles a nuestros valores y propósito a lo largo de la vida. Su camino está marcado por una fuerte resiliencia y la voluntad de convertir las experiencias más duras en oportunidades de impacto positivo.
Construyendo un Futuro desde la segunda oportunidad
Javier, nombre ficticio que el protagonista de esta historia ha pedido para mantener su anonimato, aún se avergüenza de ciertos errores del pasado. El primero fue dejar los estudios después del bachillerato, aunque siempre había tenido buenas calificaciones.
Descubrió que algunos de sus amigos ya ganaban dinero trabajando, y optó por “subirse al carro” de la Construcción en pleno auge del sector. Trabajaban duro y echaban muchas horas, pero Javier era joven y su constitución fuerte lo aguantaba bien. Luego llegaba el día de descanso, y la vida, con dinero en el bolsillo, parecía inmejorable.
Sí que ganó mucho dinero, pero igualmente gastó mucho. Ni él ni sus compañeros se paraban entonces a pensar que “la fuente dejaría de manar” en algún momento. Pero lo hizo, estalló la burbuja. A Javier dejaron de pagarle horas extra, pero él siguió manteniendo el mismo ritmo de gasto. Después perdió el trabajo, antes incluso del tiempo previsto en su contrato, y, la prestación por desempleo no era suficiente ni para cubrir sus necesidades más básicas.
Recuerda con claridad muchas visitas a la obra inacabada para llorar a escondidas la impotencia de no saber cómo hacer frente a las deudas que se acumulaban. Javier está convencido de que actualmente actuaría de otra manera, pero entonces cometió el segundo error, y el más grave de su vida.
Viajó a Colombia como turista y al regreso fue interceptado. Hoy agradece a esa bendita Policía Nacional que supo detenerle en su primer viaje, y no le permitió llegar a culminar un crimen que probablemente hubiera repetido. Pero aquel día, el mundo pareció desvanecerse bajo sus pies, y desde entonces, una nube le ha mantenido a flote. Esa nube es su familia.
Javier no dudó en declararse culpable al ver la decepción en la cara de su madre, una penitencia mucho mayor que los 18 meses de cárcel posteriores. La cárcel no es un lugar agradable, pero Javier supo defenderse, y más aún, supo aprovecharlos. Volvió a estudiar, y se está preparando para ser aparejador.
Sus padres utilizaron los ahorros de una vida para saldar sus deudas y ahora Javier tendrá que trabajar duro nuevamente para reponer ese “colchón de seguridad”, pero esta vez no tomará el camino fácil. Ha aprendido que, caminando despacio, se puede llegar más lejos.
El hijo de uno de sus antiguos jefes ha retomado la actividad de la empresa constructora y recordaba a Javier, que le echó una mano cuando su padre le puso de peón para que conociera el oficio desde abajo. Ahora está ayudando mucho a Javier, le ha dado trabajo y le permite ausentarse para preparar los exámenes más difíciles.
Si todo continúa según lo previsto, en junio del próximo año Javier tendrá su título de Ingeniero de Edificación y podrá empezar a dirigir la ejecución de obras para esta misma empresa. Tiene, por cierto, ya previsto un proyecto para reanudar aquella obra inacabada que un día fue testigo de sus lágrimas.
Su madre no necesita esperar tanto, el orgullo ha sustituido ya a la decepción cuando mira a su hijo, y ese es, para Javier, el logro más importante.
Esta historia nos muestra cómo una caída puede transformar la vida de una persona, no solo en términos de arrepentimiento, sino también de aprendizaje. Cada error puede ser una oportunidad para construir algo más sólido. Porque, al final, reconstruirse desde la adversidad con un propósito claro es el cimiento más firme sobre el que se puede avanzar.