Ingeniero trabajando en poblado africano

El camino de Fermín: un ingeniero en busca de propósito

Fermín es Ingeniero Aeronáutico. Siempre le encantaron los aviones y se sintió el niño más feliz del mundo cuando descubrió que, de mayor, podría dedicarse a diseñarlos.

Disfrutó mucho aprendiendo durante su época en la Universidad Politécnica. Aunque recuerda también momentos muy duros por la dificultad de los exámenes, sus notas en general fueron bastante buenas y, antes incluso de conocerlas todas, ya tenía sobre la mesa una oferta de empleo.

Pasó casi cinco años trabajando en el desarrollo de un innovador sistema de detección de averías para evitar accidentes aéreos. No solo adquirió una notable experiencia, también se sintió siempre orgulloso de aquel proyecto.

Y justo cuando estaba a punto de terminar, volvió a recibir una oferta laboral sin llegar a buscarla. No puede contar mucho, pero se trataba de un proyecto muy "puntero" para un país africano. La oferta económica era muy interesante, y la idea de trabajar en otro continente, aún más, así que no lo pensó demasiado.

Su desilusión fue grande, sin embargo, al darse cuenta de que estaba trabajando para fabricar aparatos que podían hacer daño a seres humanos. Esta idea le costó muchas noches sin dormir, y finalmente presentó la dimisión.

Sin trabajo en aquel momento, y con la necesidad de calmar la sensación de culpa por no haber valorado antes lo que aceptaba, decidió dedicar unos meses a hacer voluntariado en aquel país. Los meses se convirtieron en años, y aquel país en otros varios.

Allá donde se consideraba valiosa la aportación de un ingeniero para montar una escuela o poner en marcha una planta potabilizadora, Fermín se trasladaba para trabajar a cambio de alojamiento y comida. Y fue muy feliz, tanto que llegó a pensar que pasaría así el resto de su vida.

Pero la avanzada edad de sus padres acabó por convencerle de que debía volver a España, a su pueblo, que también necesita ingenieros para hacer frente a la despoblación. No tardó en encontrar trabajo en una fábrica cercana, encargándose del mantenimiento de las máquinas.

Unos meses después, no obstante, su motivación volvió a resentirse al sentir que las cosas no se estaban haciendo bien. Se preguntaba por qué algunas tareas se realizaban sin esmero alguno, o cómo podían tomarse decisiones de manera tan descuidada. Observó que algunos costes se podían reducir aplicando unas mínimas medidas, y también se podía disminuir el número de devoluciones por productos vendidos en mal estado.

Esta vez, en lugar de volver a alejarse, decidió hacer frente al problema. No fue fácil; tuvo que hablar con la Dirección en más de una ocasión, defendiendo con fuerza sus argumentos. Pero finalmente consiguió que le financiaran un Máster Universitario en Gestión Integral de la Calidad, que además pudo compaginar con su trabajo reduciendo la jornada durante algunos meses.

Fermín lleva solo un par de meses en el rol de Responsable de Calidad, pero vuelve a sentirse feliz observando los progresos que va consiguiendo. Y sobre todo, se siente satisfecho cuando mira hacia atrás, porque sabe que no se ha conformado nunca con lo que parecía ineludible; siempre ha buscado el camino para llevar una vida profesional con propósito.

 

La historia de Fermín nos muestra que, algunas veces hay que cambiar de trabajo y, otras, encontrar la manera de alinear lo que hacemos con nuestros valores. La perseverancia de Fermín, su capacidad de adaptarse y de buscar soluciones en lugar de conformarse, le ha permitido diseñar una vida profesional coherente con sus principios, una vida donde puede sentir tanto satisfacción personal como profesional.


José Antonio: un compromiso con la comunidad rural

José Antonio es dinamizador social. Ha dedicado toda su vida profesional a organizar actividades para mejorar la vida de muchas personas en el entorno rural. En ocasiones son talleres de desarrollo personal, otras veces simples actividades lúdicas. Pero siempre hay un objetivo detrás: fomentar la participación comunitaria, logrando que cada vecino y vecina se integre plenamente en sus municipios.

Sin profesionales como José Antonio, la vida sería aún más dura y solitaria en las zonas rurales, esas que ahora se conocen como “la España Vaciada”. Él siempre fue consciente de la importancia de su trabajo, y sabía que no bastaba con hacerlo, había que hacerlo bien. A lo largo de los años, ha llegado a conocer cada municipio de su zona como si fuera un vecino más. Se ha relacionado con los habitantes con respeto y cariño, mostrando interés por sus necesidades y particularidades, buscando siempre la manera de ofrecerles la mejor atención posible.

Y esto a veces, también le ha generado algún quebradero de cabeza a José Antonio. Porque el trabajo de un dinamizador social no depende solo de uno mismo. José Antonio ha tenido que contar con los recursos que proporcionan instancias superiores, y esos recursos, en su opinión, no siempre han sido los adecuados. En muchas ocasiones, tuvo que enfrentarse al sistema para conseguir que su voz fuera escuchada, una voz que representaba a muchas personas que no encontraban otra forma de hacerse oír.

Este esfuerzo constante le daba fuerzas, pero tras muchos años de lucha, también le llevó al agotamiento. Poco a poco, su ilusión se transformó en pereza, y su optimismo, en desesperanza.

Afortunadamente, José Antonio no trabajaba solo. Durante años, fue un ejemplo y mentor para otros muchos profesionales que tuvieron la oportunidad de trabajar con él. Y con él, aprendieron no solo a hacer un buen trabajo, sino también a valorarlo. Gracias al apoyo de sus compañeros, José Antonio ha redescubierto la razón por la que es tan importante su labor. No siempre se pueden hacer tantas cosas y con la calidad que él desearía, pero sabe que las personas que residen en su zona de influencia son las que dan sentido a su vida profesional, y no está dispuesto a defraudarlas.

Dentro de un año, José Antonio podrá comenzar a disfrutar de su jubilación. Quizás será entonces él quien participe en las actividades que otros dinamizadores organicen, pero hasta ese momento ha decidido seguir dando lo mejor de sí mismo. Sabe que encontrará obstáculos en el camino, pero también sabe que su tarea es encontrar la forma de retirarlos para que otras personas puedan disfrutar mejor del paseo.

 

La historia de José Antonio nos muestra que incluso las personas más apasionadas y dedicadas pueden enfrentarse a momentos de desánimo debido a las dificultades que enfrentan. Sin embargo, el trabajo en equipo y el apoyo de quienes nos rodean pueden ser claves para reencontrarnos con nuestro propósito y seguir adelante con renovadas energías.


Santiago: un camarero de vocación satisfecho

Santiago no está de vacaciones. Tampoco tiene tiempo en agosto para contarnos su historia. Nos la resume uno de sus hijos, orgulloso de un padre que se ha dejado la vida trabajando para que él pudiera tener una profesión más cómoda.

De joven, Santiago quería ser Astronauta, le gustan mucho las estrellas, y siempre soñó con poder visitarlas. Pero ser astronauta no era una opción muy factible para el hijo mayor de un campesino andaluz.

A los 14 años, Santiago comenzó a trabajar con su padre en el campo. Largas jornadas para poco provecho. A Santiago no le salían las cuentas de productividad. Y en cuanto pudo, se fue a la costa para trabajar en la hostelería.

La hostelería tampoco era fácil, las jornadas se alargaban incluso hasta bien avanzada la noche, pero todos los meses llegaba la paga, que Santiago podía mandar a su madre para ayudar con los gastos de la casa y la educación de sus hermanos. Para él, para sus gastos de joven, quedaban las propinas, generalmente generosas, sobre todo cuando venían de turistas extranjeros.

Años después, con los hermanos ya colocados, Santiago pudo tener casa propia y, tanto paga como propinas las administró su mujer. Ella nunca se quejó de los duros horarios de Santiago, al fin y al cabo le conoció ya siendo camarero, y se apañó como pudo para sacar adelante a los cuatro hijos que tuvieron.

Más duro fue sobrellevar el largo periodo de su enfermedad. Casi tres años estuvo Santiago sin poder trabajar desde que diagnosticaron el cáncer. Económicamente no han sido tiempos fáciles, porque la Seguridad Social no da propinas como los buenos clientes, pero les ha permitido sobrevivir, sin recurrir siquiera a la ayuda que, gustosamente, sus hijos estaban dispuestos a ofrecerles.

Y sin embargo, más allá de la cuestión económica, Santiago se sorprendió añorando su bandeja en la mano. Hay profesionales que trabajan solamente por necesidad, pero Santiago es camarero de vocación, disfruta viendo las caras de los comensales cuando les lleva los platos, o recibiendo halagos agradecidos de sus clientes al despedirse.

Le sorprende aún cuando escucha las quejas de compañeros que no disfrutan ya, si es que alguna vez lo hicieron, de ver las mesas elegantemente preparadas antes de recibir al público, o vivir el trajín diario en horas punteras. A Santiago todo esto le encanta, le ayuda a sentirse vivo.

Definitivamente, Santiago se siente satisfecho por el trabajo que realiza, e incluso alguna vez agradece al cáncer que le ayudara a valorar la suerte que tiene por poder realizar de nuevo un trabajo que siempre ha disfrutado.

 

Muchas personas tienen la concepción de que el trabajo es una actividad penosa que debemos realizar, y de hecho por eso recibimos una compensación económica. Pero la realidad es que, en todos los sectores, hay profesionales satisfechos que disfrutan con lo que hacen. Pararnos a pensar en ello es importante, y valorar si la profesión que hemos elegido es capaz de proporcionarnos alguna satisfacción adicional a la monetaria. De no ser así, quizá deberíamos plantearnos un posible cambio.


En busca de la verdadera vocación: la decisión de Julio

Julio es Licenciado en Psicología y se especializó en Gestión de Recursos Humanos, lo que hoy conocemos más por Gestión del Talento. Siempre ha disfrutado mucho con su trabajo, tanto que, hace unos años, comenzó a compaginarlo con la docencia.

Su primera reacción cuando la ofrecieron preparar unas clases para alumnos de un máster fue de rechazo, miedo escénico, síndrome del impostor, …. Pero pronto se dejó seducir por la idea de compartir los conocimientos adquiridos durante sus años de carrera profesional con las generaciones futuras.

Y lo que comenzó siendo una tarea adicional a su trabajo principal derivó rápidamente en una pasión creciente. Sus charlas en el master pronto evolucionaron para convertirse en una asignatura completa, y pronto se presentaron otras oportunidades para compartir su experiencia, como cursos sobre hablar en público, habilidades directivas o gestión del estrés.

Los compromisos formativos fueron creciendo y Julio cada vez era más demandado por distintas entidades para participar como docente. Pero su agenda ya no le permitía atender a todas las solicitudes que recibía y, tenía que asumir otra realidad, su vida personal también comenzaba a resentirse con tantas responsabilidades.

Julio se daba cuenta de que era momento de comenzar a rechazar proyectos que le entusiasmaban y esto le causaba bastante malestar. Valoró la situación con su familia, aunque era consciente de que la responsabilidad de decidir era principalmente suya, y tras unos días de reflexión, hace un año tomó una decisión que supondría un giro radical a su carrera profesional: solicitó una excedencia en su puesto como Director de Atracción y Fidelización de Talento para dedicarse exclusivamente a la docencia.

A lo largo de este año, Julio ha seguido disfrutando con cada hora de clase que ha impartido. Además de enseñar, ha aprovechado este tiempo para seguir formándose, adquiriendo nuevos conocimientos y preparando con ilusión nuevos contenidos para ofrecer a otros profesionales.

Haciendo una revisión retrospectiva de estos últimos 12 meses, Julio no duda ni un momento en afirmar que tomó la decisión correcta. Sin ser la mejor opción en términos económicos, considera que este camino sin duda le está conduciendo hacia un mejor desarrollo profesional y personal, proporcionándole una sensación de realización y plenitud que no había experimentado antes.

 

La historia de Julio nos recuerda la importancia de seguir nuestras pasiones y perseguir aquello que nos hace sentir realizados, incluso si significa tomar decisiones difíciles y alejarnos de lo convencional. Su valiente elección de dejar atrás una carrera estable en favor de seguir su verdadera vocación nos enseña que la felicidad y la satisfacción personal a menudo van de la mano con la búsqueda de significado y propósito en nuestras vidas laborales. A través de su ejemplo, nos inspira a reflexionar sobre nuestras propias elecciones profesionales y a tener el coraje de seguir nuestros sueños, sin importar cuán desafiante pueda parecer el camino.