Santiago: un camarero de vocación satisfecho
Santiago no está de vacaciones. Tampoco tiene tiempo en agosto para contarnos su historia. Nos la resume uno de sus hijos, orgulloso de un padre que se ha dejado la vida trabajando para que él pudiera tener una profesión más cómoda.
De joven, Santiago quería ser Astronauta, le gustan mucho las estrellas, y siempre soñó con poder visitarlas. Pero ser astronauta no era una opción muy factible para el hijo mayor de un campesino andaluz.
A los 14 años, Santiago comenzó a trabajar con su padre en el campo. Largas jornadas para poco provecho. A Santiago no le salían las cuentas de productividad. Y en cuanto pudo, se fue a la costa para trabajar en la hostelería.
La hostelería tampoco era fácil, las jornadas se alargaban incluso hasta bien avanzada la noche, pero todos los meses llegaba la paga, que Santiago podía mandar a su madre para ayudar con los gastos de la casa y la educación de sus hermanos. Para él, para sus gastos de joven, quedaban las propinas, generalmente generosas, sobre todo cuando venían de turistas extranjeros.
Años después, con los hermanos ya colocados, Santiago pudo tener casa propia y, tanto paga como propinas las administró su mujer. Ella nunca se quejó de los duros horarios de Santiago, al fin y al cabo le conoció ya siendo camarero, y se apañó como pudo para sacar adelante a los cuatro hijos que tuvieron.
Más duro fue sobrellevar el largo periodo de su enfermedad. Casi tres años estuvo Santiago sin poder trabajar desde que diagnosticaron el cáncer. Económicamente no han sido tiempos fáciles, porque la Seguridad Social no da propinas como los buenos clientes, pero les ha permitido sobrevivir, sin recurrir siquiera a la ayuda que, gustosamente, sus hijos estaban dispuestos a ofrecerles.
Y sin embargo, más allá de la cuestión económica, Santiago se sorprendió añorando su bandeja en la mano. Hay profesionales que trabajan solamente por necesidad, pero Santiago es camarero de vocación, disfruta viendo las caras de los comensales cuando les lleva los platos, o recibiendo halagos agradecidos de sus clientes al despedirse.
Le sorprende aún cuando escucha las quejas de compañeros que no disfrutan ya, si es que alguna vez lo hicieron, de ver las mesas elegantemente preparadas antes de recibir al público, o vivir el trajín diario en horas punteras. A Santiago todo esto le encanta, le ayuda a sentirse vivo.
Definitivamente, Santiago se siente satisfecho por el trabajo que realiza, e incluso alguna vez agradece al cáncer que le ayudara a valorar la suerte que tiene por poder realizar de nuevo un trabajo que siempre ha disfrutado.
Muchas personas tienen la concepción de que el trabajo es una actividad penosa que debemos realizar, y de hecho por eso recibimos una compensación económica. Pero la realidad es que, en todos los sectores, hay profesionales satisfechos que disfrutan con lo que hacen. Pararnos a pensar en ello es importante, y valorar si la profesión que hemos elegido es capaz de proporcionarnos alguna satisfacción adicional a la monetaria. De no ser así, quizá deberíamos plantearnos un posible cambio.
Rompiendo barreras internas: la transformación de Víctor en un buen líder
Hace más de un año que Víctor participó en un proceso de coaching con Itinere Talent. Recientemente ha vuelto a contactar para pedirnos que trabajemos con una de sus colaboradoras y hemos aprovechado para preguntarle si podemos contar su historia.
En un primer momento se sorprendió, no era consciente de la relevancia que puede tener para otras personas el cambio que él vivió en su trayectoria profesional, pero después se ha dado cuenta de que ahora, como líder de su equipo, es también responsable cada día de abrir camino para el talento.
En realidad, esa responsabilidad ya la tenía cuando empezó su proceso de transición profesional. Acababa de ser ascendido a jefe de equipo y tenía a su cargo a 6 comerciales. Pero se sentía muy desubicado.
Víctor había comenzado su carrera como comercial del sector energético un par de décadas antes. Su primer contacto con esta industria fue para hacer encuestas en la calle, la única manera de ganarse la vida que encontró cuando no le gustaba estudiar.
Ahora lo recuerda con mucha ironía. Su padre es abogado, y siempre sintió la presión de cursar Derecho. No es que se lo pidiera su familia, simplemente se daba por hecho. Y Víctor llegó a comenzar la carrera, pero apenas aguantó un par de años y, con apenas tres asignaturas aprobadas, decidió abandonar.
Fue entonces cuando un amigo le propuso hacer encuestas para ganar algún dinero. Y Víctor aceptó porque le daba vergüenza seguir dependiendo de su familia para todo. Lo que no esperaba es que, con esas encuestas, se abrió un nuevo universo de conocimientos para él.
Empezó a interesarse por todo lo relacionado con el consumo energético y, de hacer encuestas en la calle, paso a ofrecer los servicios de una emergente compañía a particulares en supermercados. Sus números eran realmente buenos y pronto tuvo la oportunidad de acceder a un puesto mejor remunerado como Comercial B2B en una compañía eléctrica multinacional, la misma para la que sigue trabajando.
Durante muchos años, Víctor se sintió muy cómodo en ese puesto. Su calvario comenzó cuando su jefe fue ascendido a Director Comercial Corporativo y le propuso para liderar el equipo B2B. Víctor no se había planteado nunca dejar de ser un mero comercial y sintió que su zona de confort empezaba a tambalearse. Dudó mucho si aceptar el cargo, pero tampoco podía defraudar a quien estaba confiando tanto en él.
Igual que cuando se sintió obligado a seguir los pasos de su padre, volvía a tener la sensación de no poder decidir sobre su vida profesional. Y sus primeros pasos como líder fueron desastrosos. Dudaba constantemente, le costaba tomar decisiones y se mostraba inseguro con sus colaboradores. El departamento empezó a gestionarse de manera caótica.
Pero esta vez Víctor no estaba dispuesto a desistir, y fue cuando se animó a solicitar ayuda especializada. Con el acompañamiento correcto, Víctor ha podido desarrollar su capacidad de liderazgo. En su caso, más que desarrollarla necesitaba derribar los obstáculos que le impedían mostrarla.
El proceso de coaching puso de manifiesto las limitaciones que Víctor estaba autoimponiéndose. Inconscientemente, rechazaba una responsabilidad que no había solicitado, que no había deseado tener hasta que se le vino encima.
Tras unas pocas sesiones, Víctor decidió que sí quería asumir esta responsabilidad. Comenzó a actuar como un líder. Con la solvencia que le proporciona su experiencia como comercial, empezó a coger las riendas de un departamento del que hoy se siente totalmente satisfecho. Y, sobre todo, está convencido de que está asumiendo el rol que de verdad quiere desempeñar.
Como la historia de Víctor nos muestra, la convicción de estar haciendo lo que realmente nos satisface es muy importante para que podamos desarrollarnos plenamente. Muchos profesionales tienen la sensación de no progresar de manera satisfactoria en sus carreras y, a menudo, son sus propias autolimitaciones las que, de manera inconsciente, boicotean cualquier posibilidad de éxito.
Resiliencia profesional: el movimiento de Julián
Julián es Ingeniero Químico. Comenzó su trayectoria profesional como becario en el programa internacional de una importante compañía de hidrocarburos, aprendiendo lo que supone pasar varios meses en una plataforma marítima.
Tras varios años trabajando en diferentes países, aceptó un puesto más estable en su ciudad natal, Madrid. Se incorporó al área de Investigación y Desarrollo de una empresa europea especializada en la fabricación de productos químicos para la industria.
Desde el principio disfrutó mucho de este trabajo. Agradecía no tener que volver a cambiar de domicilio ni viajar constantemente, pero sobre todo, le gustaba la labor que hacía, entendía el propósito de su función y también se sentía cómodo con el ambiente de trabajo.
Este último aspecto es el que empezó a fallar, y Julián llegó a sentirse mal hasta el punto de contactar con Itinere Talent para solicitar ayuda en su proceso de transición profesional. Pensaba que necesitaba cambiar nuevamente de compañía.
La promoción de quien había sido su jefe fue el detonante. Julián fue propuesto para sustituirlo, pero un compañero con más antigüedad se consideraba mejor preparado para ello y no dudó en mover todos sus contactos en la empresa para conseguir ocupar el puesto vacante.
En aquel momento, Julián no dio importancia al asunto. Se consideraba aún joven y nunca ha sido especialmente ambicioso, de modo que convertirse en responsable no le motivaba especialmente. Felicitó con sinceridad a su nuevo jefe, con quien no mantenía una amistad personal, pero sí una buena relación de compañeros en el día a día.
La reacción del nuevo responsable del departamento, sin embargo, no fue tan afable como esperaba. Tras analizarlo con su coach, Julián llegó a la conclusión de que quizá se sentía amenazado por el hecho de que Julián había sido propuesto antes que él. No podemos saber cuál es la auténtica causa, pero la realidad es que durante los siguientes meses la actividad profesional de Julián se hizo muy complicada. Cualquiera de sus propuestas era desestimada, todos sus resultados eran minusvalorados. Y Julián empezó a plantearse dejar la empresa.
El proceso de transición profesional, sin embargo, reveló que Julián se sentía identificado con la compañía y no era su deseo dejarla. Había que buscar alguna otra alternativa, y en la siguiente sesión se preparó para plantear la cuestión al Responsable de RR.HH. El objetivo no era desprestigiar a quien le estaba perjudicando, sino solicitar un cambio de departamento que le permitiera dejar de estar bajo su influencia.
Hoy, Julián nos cuenta lo fácil que le ha resultado adaptarse en el Departamento de Calidad. El trabajo que hace aquí también le gusta y, además, vuelve a tener un agradable ambiente de trabajo. Ha tenido que volver a estudiar para conocer normativas y procedimientos específicos de su nueva función, pero considera que esta continuidad en su aprendizaje también le resultará rentable a la larga.
Julián nos recuerda que, por desgracia, a veces nos topamos con superiores tóxicos que, en vez de ejercer un verdadero liderazgo, actúan de forma poco objetiva, poniéndonos obstáculos en vez de ayudarnos a realizar un buen trabajo. Pero un buen profesional siempre acaba encontrando la forma de seguir aportando su mejor versión de forma satisfactoria.
El valor de la orientación para la transición profesional
Ana es consultora de talento. Después de licenciarse en Psicología y realizar un Programa de Cooperación Educativa en Organización y RR.HH., trabajó inicialmente en el departamento de RR.HH. de una gran multinacional y después como consultora externa. Tras 25 años ayudando a las empresas a encontrar talento, tuvo la ocasión de participar como voluntaria en un servicio de orientación para el empleo y descubrió una nueva vía profesional que la satisfacía mucho.
Como Orientadora Laboral, podía utilizar sus conocimientos de reclutamiento y selección para ayudar a personas que buscaban empleo. Con el tiempo, fue descubriendo que su conocimiento de diferentes sectores de actividad y áreas funcionales en las empresas también le permitía orientar a las personas sobre posibles intereses laborales que ellas mismas desconocían. Durante varios años, disfrutó mucho realizando este trabajo. Ya hablamos de ella hace unos meses en este blog.
Pero el trabajo de orientación laboral para personas desempleadas depende de subvenciones de los servicios públicos de empleo, que a su vez dependen de cada comunidad autónoma. El cambio político en la comunidad autónoma donde Ana reside y trabaja implicó la desaparición de programas de orientación para el empleo tras más de dos décadas proporcionando excelentes resultados.
Ana no ha tenido demasiada dificultad para continuar trabajando y ha intensificado su actividad como colaboradora de Itinere Talent, que no ha dejado de mantener desde 2015. Además, en esta nueva etapa, la experiencia en orientación de Ana y otras consultoras colaboradoras ha permitido a Itinere Talent ofrecer el Servicio de Transición Profesional con muy buena acogida por los clientes.
Aun así, Ana piensa que algo no está bien. No ha dejado de sentir cierta frustración al ver cómo tantos excelentes profesionales de la orientación laboral tienen que buscar soluciones profesionales alternativas para subsistir mientras personas en situación de desempleo dejan de recibir asesoramiento o son asesoradas por personas sin la preparación adecuada. Por ello, se ha unido a ASORIENTACYL, una asociación creada para representar y defender el reconocimiento y la valoración de la profesión.
Con esta segunda historia de su trayectoria profesional, Ana nos muestra la importancia de preocuparnos también por el bienestar de otras personas, receptores de un servicio que ofrecemos o compañeros con los que hemos trabajado. Mantener un propósito que incluya el bienestar de los demás hace que nuestros objetivos sean más humanos y nos ayuda a disfrutar más con lo que hacemos en el día a día.
De profesional del Marketing a Emprendedora, la transformación de Silvia (Segunda parte)
Con esa ilusión, Silvia y sus socios, prepararon el local y obtuvieron un gran éxito en la fiesta de inauguración. Todo parecía estar saliendo a la perfección.
Pero a la tercera noche de trabajo duro, la socia cocinera decidió colgar su delantal porque estaba muy cansada. Silvia, que no sabía cocinar ni en su casa, tuvo que hacerse cargo de la cocina y sacar adelante las últimas comandas de esa noche como pudo, con el apoyo del ayudante de cocina y una de las camareras.
Al día siguiente, habló con su socia, que no parecía entrar en razones. No quería seguir trabajando, pero tampoco quería quedarse al margen. En aquel momento, sólo podían ofrecerle unos días para que se lo pensara. Mientras tanto, buscaron rápidamente alguien que se encargara de la cocina, aunque resultó muy complicado, a esas alturas de la temporada, todos los buenos profesionales estaban ya trabajando en otros restaurantes.
Y cuando parecía que podrían remontar el negocio, la socia díscola volvió para reclamar una compensación por dejar de trabajar, decía sentirse "despedida". No tenía sentido tal petición cuando era ella quien había abandonado sus obligaciones, pero aún así, los otros dos socios aceptaron llegar a un acuerdo para evitar conflictos. Y esto no fue al parecer suficiente.
Durante los siguientes meses, la que Silvia había considerado una vez amiga, y que además aún tenía dinero invertido en la empresa de ambas, se dedicó a difamar de todas las maneras posibles la mala gestión y las malas prácticas del restaurante. Hasta que la situación se hizo insostenible y tuvieron que cerrar el restaurante. El cierre concursal fue inevitable.
Fue un duro golpe para Silvia, desde luego; había dedicado mucho tiempo y energía para intentar sacar adelante el negocio. Además de perder una importante cantidad de dinero en aquel proyecto, se sintió muy traicionada por quien creía una amiga, e incluso enfadada consigo misma por no haberse dado cuenta, como Psicóloga que es al fin y al cabo, de que se trataba de una persona emocionalmente inestable y sin experiencia real en el trabajo que quería desempeñar. También descubrió que, tratar de eludir los conflictos no siempre es la solución; por lo general, es preferible atacarlos de frente para evitar perjuicios peores en el futuro.
Con el tiempo, no obstante, Silvia ha sacado algún beneficio de aquella experiencia. Ha sabido aprovechar todo lo que aprendió sobre gestión empresarial, y se ha especializado en asesorar a emprendedores que van a iniciar un negocio. Su especialidad, como dice ella con una sonrisa, es "elaborar un cuidado pacto de socios y preparar a sus clientes para un posible cierre antes de embarcarse en su aventura".
La historia de Silvia nos muestra que las circunstancias más adversas se pueden convertir en fuentes de aprendizaje si sabemos aprovecharlas. Es normal sufrir contrariedades y decepcionarnos con personas en las que confiamos, pero lo importante es saber remontar las situaciones negativas sin perder la confianza en nosotros mismos.
De profesional del Marketing a Emprendedora, la transformación de Silvia (Primera parte)
Silvia empezó sus estudios de Psicología sin estar muy convencida de qué destino profesional le esperaba después. Solo sabía que le interesaban las personas. Y en su tercer curso, entonces las licenciaturas eran de cinco años, descubrió el Marketing. La posibilidad de indagar sobre las necesidades reales de la gente y la idea de hacer publicidad de manera ética, la conquistaron enseguida.
Así que no dudó en realizar el Programa de Cooperación Educativa que entonces ofrecía su facultad. No fue fácil compaginar las clases de los dos últimos cursos de Psicología con seminarios de Marketing por las tardes; y además pasar el último verano de su vida universitaria realizando prácticas en una Agencia. Pero lo consiguió. Y a sus 23 años era ya una boyante profesional del Marketing.
Pronto encontró trabajo en una buena empresa del sector textil y, durante más de una década, disfrutó participando en la elaboración de sus campañas publicitarias. En los últimos años, pasó también a ocupar un puesto de responsabilidad en la organización de eventos, que le ayudó a afianzar aún más la confianza en sus competencias organizativas.
Pero en pleno auge de su carrera profesional las circunstancias cambiaron. Su empresa fue absorbida por una multinacional con más envergadura, y algunos departamentos, como el de Marketing y Relaciones Públicas, dejaron de considerarse necesarios por disponer ya la empresa de un Departamento Corporativo para estas funciones.
Al principio, Silvia pensó que resolvería pronto esta situación, que encontraría otro empleo con la misma facilidad que la primera vez. Pero no fue así, el tiempo pasaba, las oportunidades laborales que encontraba acordes a su perfil eran escasas, y cuando tenía ocasión de presentar su candidatura no recibía respuesta alguna, o la contestaban con evasivas ante su insistencia.
La depresión comenzaba a amenazar en su estado de ánimo cuando una amiga, a la que había conocido un año antes, le mostró una alternativa. Su amiga había estudiado para ser cocinera y conocía un negocio de restauración que se traspasaba. Silvia no conocía apenas el sector de la hostelería, pero sí sabía que se le daba bien gestionar y la organización de eventos, así que enseguida se ilusionó con el proyecto.
Su amiga se responsabilizaría de todo lo relacionado con la cocina, contactaron con un tercer socio que tenía experiencia como camarero, y Silvia se hizo cargo de la promoción del restaurante, así como de la gestión más empresarial, finanzas, licencias, contrataciones de personal, etc.
Y no dudó en aportar el dinero de su indemnización, la misma cantidad que aportó el camarero y algo más de lo que aportó la cocinera.
Continuará ....
La doble cara del mundo empresarial
Nuestra protagonista de esta semana no quiere dar su nombre, no quiere proporcionar ningún tipo de detalles que la puedan identificar, pero desea compartir su historia para advertir a otros profesionales que puedan encontrarse en una situación similar a la suya.
Cuando era niña, la fascinaba el mundo empresarial. Las reuniones de ejecutivos y ejecutivas, elegantes con sus trajes de chaqueta, que veía en algunas películas, nada tenían que ver con su rutinaria vida de barrio. Y soñaba con trabajar algún día en uno de esos altos rascacielos de las grandes ciudades.
Estudiar no se le daba mal, pero nunca le gustaron demasiado los números, y, llegado el momento, decidió hacer una carrera de letras. Derecho parecía una buena salida para aprovechar mejor sus facultades: podría especializarse en Tributos para trabajar en el área financiera de alguna empresa.
En realidad, comenzó su etapa universitaria con la misma venda en los ojos que se representa a la Justicia, porque no había tenido ningún contacto previo con cuestiones legales. No tenía familiares ni amistades que hubieran trabajado en este área o que hubieran necesitado contratar los servicios de un abogado para resolver algún litigio.
Así que el estudio de la ley era algo totalmente nuevo para ella, pero la enamoró desde el primer momento. La teoría del Derecho, la historia jurídica, y las bases fundamentales de las distintas ramas del Derecho, le permitieron entender el papel crucial que juega el sistema legal en la estructura de la sociedad. Le fascinó descubrir cómo el Derecho influye en todos los aspectos de la vida cotidiana y cómo, a través del estudio de casos y la interpretación de normas, se puede llegar a soluciones justas y equitativas.
Esta base sólida fue esencial para desarrollar una mente analítica y crítica, preparándola para enfrentar los desafíos más específicos del Derecho Tributario en etapas posteriores; la precisión y el rigor que exige, y el impacto directo que tiene en la sociedad y la economía. Desentrañar la complejidad del sistema fiscal, tener la oportunidad de contribuir a la justicia y equidad tributarias, y poder asesorar tanto a individuos como a empresas en la optimización de sus obligaciones fiscales.
Con esta pasión, no le resultó difícil conseguir buenas notas y, a través de una de sus profesoras, encontró trabajo en una empresa de tamaño medio que parecía estar en pleno crecimiento. Iba a sustituir a un abogado senior que estaba preparando su jubilación.
Nunca olvidará la felicidad de los primeros días, cómo disfrutaba de cada reunión, cómo absorbía toda la información de la empresa, convencida de poder ayudarles con una excelente gestión de su fiscalidad. Excelente y legal, al menos esa era la idea que tenía en mente. Descubrir que las intenciones de la empresa no eran tan claras fue para ella como recibir una bofetada inesperada.
Primero, fue encontrando detalles que le parecieron sospechosos, y los comentaba con su mentor, a quien iba a sustituir, que le daba respuestas poco claras. Hasta que le pareció necesario pedir explicaciones más contundentes, y la convocaron a aquella espantosa reunión donde la hicieron ver la necesidad de “buscar soluciones alternativas para pagar los menos impuestos posibles, que al fin y al cabo es lo que hacen todas las empresas para sobrevivir”.
Quedó devastada y habló con la misma profesora que la recomendó para el puesto. Ambas estuvieron de acuerdo en que las cosas no eran así. La profesora se disculpó por haberla puesto en esa situación, agradeció haberla hecho saber la realidad de esta empresa, le aseguró que no era lo habitual en el tejido empresarial de nuestro país, y la animó a presentar la dimisión. Así lo hizo al día siguiente.
Durante unos meses, se sintió desanimada y sin ganas de buscar otro trabajo. De hecho, no ha vuelto a trabajar para una empresa. Pero, por suerte, algunos compañeros que habían abierto un bufete la animaron para que se uniera a ellos, y pronto volvió a recuperar la ilusión por su trabajo. La constante evolución de las leyes y la necesidad de mantenerse actualizada hacen que esta disciplina sea dinámica y desafiante, lo que ha mantenido viva su pasión por esta profesión durante los últimos años.
Y hace unos meses, leyó la noticia: estaban investigando a aquella empresa por evasión fiscal, y su abogado había sido imputado. Nunca dudó de haber tomado la decisión correcta cuando presentó su dimisión, pero ese día recordó con una sonrisa por qué es importante siempre respetar las leyes.
Esta historia muestra que mantener la integridad y los principios éticos es crucial, incluso cuando enfrentamos situaciones difíciles en el ámbito profesional. La valentía de decir no a prácticas corruptas y seguir un camino recto puede parecer desafiante, pero a largo plazo, no solo protege nuestra carrera y reputación, sino que también contribuye a una sociedad más justa.
Vicente y la importancia de respetar los compromisos laborales
Vicente es Ingeniero Industrial y estaba satisfecho con su trabajo como Técnico de Mantenimiento en una fábrica de producción de envases. No tenía previsto buscar otro empleo, pero un conocido le habló de un puesto que ofertaban en la empresa para la que trabajaba, necesitaban un Responsable de Mantenimiento para el área de montaje de una compañía de automoción.
Por mera curiosidad, se apuntó a la oferta y las condiciones que le ofrecieron le parecieron interesantes. Admitieron incluso un requisito que Vicente quiso poner sobre la mesa desde el principio: las vacaciones durante el mes de julio que cada año disfruta porque viaja con su familia a EE.UU. para visitar a los padres de su mujer. Aunque con alguna reticencia, finalmente también le permitieron incorporarse un mes más tarde para tener tiempo de hacer un cuidado traspaso de funciones a la persona que le sustituyó en la empresa que dejaba.
Con estos acuerdos, a comienzos de febrero Vicente aceptó la oferta de la nueva empresa, donde ha estado trabajando desde marzo. A pesar de la buena sintonía durante el proceso de selección, la relación con los superiores ha sido algo más distante de lo que estaba acostumbrado en su anterior empleo, pero el trabajo le ha resultado muy retador a nivel técnico, y puede decirse que ha disfrutado de su día a día en el puesto a lo largo de estos meses.
La sorpresa llegó a mediados del mes de mayo, cuando recibió una notificación de que sus vacaciones para el mes de julio eran desestimadas por no contar la empresa con personal suficiente para cubrirle en esa época. Una falta de previsión que Vicente no podía entender, y mucho menos después del acuerdo al que llegaron desde el principio.
A Vicente le preocupaba perder los billetes de avión que ya tenía comprados sin posibilidad de cambio. Pero mucho más grave, no dejaba de pensar cómo podía haber confiado en estas personas que no tenían ningún respeto por sus propios compromisos.
Decidió que no quería seguir trabajando para esta empresa y comenzó a buscar activamente otras ofertas. Con su experiencia, y buenas referencias de la empresa anterior, a Vicente no le ha costado encontrar un nuevo empleo. Se encargará del mantenimiento de una fábrica de grúas a partir del 1 de septiembre.
Vicente sabe que asume un riesgo importante, porque al causar baja voluntaria en julio, estará desempleado durante dos meses, pero está convencido de que no quiere seguir trabajando para quienes no respetan sus acuerdos. Incluso cuando le han propuesto que siga con ellos y le respetarían las vacaciones de julio, Vicente se ha mantenido firme con la palabra que él ha dado a su futura empresa.
La historia de Vicente nos muestra que es importante respetar los compromisos que adquirimos para tener profesionales comprometidos. La fidelización de talento no es una moda de la que hablamos, es una necesidad real que las empresas deben tener en consideración para poder contar con la fuerza principal que mueve los engranajes de cualquier organización.
Mario: de la ilusión de la Enseñanza a la realidad de la Farmacia
Mario hubiera querido ser maestro. Le gustaba estudiar y se sorprendía de la pereza que mostraban otros niños de su pueblo. Algunos se quejaban de la autoridad que ejercía Don Severiano, “haciendo honor a su nombre”, solían decir. Pero Mario quería ser un maestro comprensivo, hacer que los niños desearan aprender.
Las circunstancias, sin embargo, lo obligaron a seguir otro camino. Cuando aún no había terminado sus estudios básicos, su padre sufrió un accidente que le impidió seguir trabajando, y Mario, el mayor de siete hermanos, tuvo que hacerse cargo de la hacienda familiar. Huerto y animales pasaron a ser su responsabilidad, la universidad quedó en un mero sueño de infancia.
Durante un par de décadas, Mario aceptó su destino sin plantearse otras alternativas. Era lo que había tocado y tampoco le quedaba mucho tiempo para pensar. En todo caso, no perdió nunca la motivación por el estudio y aprovechaba cualquier rato libre para leer e instruirse. “Una buena cultura general no hace daño a nadie” fue y sigue siendo una de sus frases preferidas.
Un día conoció a la que hoy es su mujer. La llegada al pueblo de una nueva farmacéutica no pasó desapercibida para ningún vecino, y mucho menos para Mario. A primera vista, le pareció guapísima, pero enseguida comenzó a valorar aún más las largas conversaciones que mantenían sobre todo tipo de temas cuando ella cerraba la farmacia y Mario la esperaba para dar un paseo.
Apenas unos meses después, se casaron, y esto no solo cambió la vida personal de Mario, también su profesión. Poco a poco, Mario se fue interesando por los asuntos de la farmacia. Atendía al público con el apoyo de su mujer cuando había mucha gente y le gustaba conocer cada medicamento, sus indicaciones, posibles efectos secundarios, dosis recomendadas o cómo tomarlos. Leía prospectos y revistas especializadas que llegaban a la farmacia, y estaba presente en las visitas de representantes que venían a hablarles de nuevas referencias.
Su actividad en el campo era cada vez más reducida, y habló con uno de sus hermanos para pasarle el testigo de la explotación familiar, al tiempo que decidió darse de alta como ayudante de la farmacia que, por su ubicación estratégica cerca de una zona turística, tenía mucha actividad, especialmente durante los fines de semana.
Han pasado algunos años y Mario se siente muy satisfecho con la acreditación para poder trabajar oficialmente en la farmacia, que ha conseguido gracias al procedimiento de reconocimiento de competencias profesionales adquiridas a través de la experiencia. Le hablaron de esta opción cuando asistió a un curso para personal no técnico de farmacia, y no lo dudó un momento. Enseguida presentó su solicitud, justificada por los años de experiencia en la dispensación de medicamentos y los cursos que había realizado animado por su mujer y jefa.
El proceso no fue rápido, se demoraron casi dos años desde que Mario inició el trámite hasta que le llegó su acreditación. Durante este tiempo, tuvo que presentar mucha documentación y fue entrevistado por una asesora y una evaluadora, quienes le pidieron todo tipo de detalles sobre su forma de trabajar y sus conocimientos sobre medicamentos y procedimientos farmacéuticos. Finalmente, consideraron que contaba con las competencias necesarias para poder ejercer como Auxiliar de Farmacia.
Mirando al pasado, ahora Mario sí se pregunta si hubiera sido un buen maestro, pero no duda que es un buen ayudante de farmacia. Así se lo hacen sentir con frecuencia sus vecinos y clientes, que valoran mucho la amabilidad de Mario y su interés por ofrecer un servicio personalizado para cada uno. Un buen profesional.
La historia de Mario nos muestra que, generalmente, las personas con inquietudes por aprender y por ofrecer valor a los demás, acaban encontrando su camino para hacerlo de un modo a otro. A veces el destino parece ponernos obstáculos y en otras ocasiones nos regala oportunidades, que cada uno debemos saber aprovechar.
El viaje de Enrique: dejarse asesorar para seguir asesorando.
Enrique terminó sus estudios de turismo a finales de los años 90. Tuvo la suerte de hacer sus prácticas en una gran compañía de viajes y allí adquirió la experiencia necesaria en atención al cliente y en programas de gestión turística. Su pasión por viajar, aprovechando cada oportunidad, lo convirtió en un excelente agente de viajes.
Tuvo la ocasión de considerar diferentes ofertas, pero optó por quedarse en una modesta agencia de viajes de su localidad. Un equilibrio entre retribución y calidad de vida que le permitió conciliar felizmente trabajo y familia. Disfrutaba muchísimo con su profesión. Para sus vecinos, era el amable encargado de la agencia que les ayudaba a programar sus momentos más deseados. Elegía destinos perfectamente adaptados a los intereses y necesidades de cada cliente, cuidando todos los detalles para que cada viaje fuera perfecto.
Enrique no se cansaba de esta rutina porque, como le gustaba decir, vivía enlazando un viaje con otro. Aprovechaba cualquier oportunidad para hacer una escapada con su propia familia, pero, además, sentía que acompañaba a cada familia, grupo o persona para quienes organizaba un viaje.
Y pensaba que así seguiría siendo hasta su jubilación. Nunca imaginó que los dueños de la agencia decidirían cerrarla. "Estamos encantados con tu trabajo, Enrique, pero ya ves que cada vez tenemos menos clientes. Los jóvenes prefieren organizarse sus propios viajes," así comenzó la terrible conversación que terminó con la comunicación de su inminente despido. Despido objetivo por cierre de negocio.
No podía culpar a sus jefes. Efectivamente, no había querido verlo antes, pero se daba cuenta de que la facturación de la agencia había caído drásticamente. Incluso se había encontrado con algunos de sus clientes de toda la vida que le contaron viajes organizados por sus hijos. Como decían que no habían estado tan bien organizados como los de la agencia, Enrique se quedaba tranquilo pensando que volverían; pero la realidad es que no solían hacerlo.
Así que, con 54 años, Enrique se enfrentó al desempleo. Mucho tiempo para pensar y un gran riesgo de caer en depresión. Pero sus hijos le recordaban cada día la suerte que tuvieron de contar con un padre como él, que les inculcó el espíritu viajero y les mostró lugares extraordinarios en los cinco continentes. Fueron también ellos quienes le animaron para que ahora fuese él quien se dejase aconsejar por un profesional que le ayudara a organizar el mejor viaje posible: su Transición Profesional.
Y así es como Enrique inició su nueva aventura de la mano de Itinere Talent, aprendiendo a aprender nuevamente, a conocer y potenciar sus habilidades, y a adquirir nuevos conocimientos que complementaran su perfil para responder a las exigencias de un mundo más digital y globalizado. Apenas ha comenzado la fase de mirar ofertas y Enrique ya tiene opciones sobre la mesa. Uno de los centros donde se ha formado en marketing digital le ha puesto en contacto con una revista de viajes que buscaba un creador de contenido. A sus 55 años, Enrique está feliz, con la misma ilusión que siempre ha sentido cada vez que comenzó un viaje.
La historia de Enrique nos muestra que no debemos confiarnos cuando las cosas parecen ir bien; en un mundo tan cambiante como el actual, la innovación y el aprendizaje continuo son imprescindibles para mantener viva la carrera profesional. Pero, aunque a veces las circunstancias parezcan complicarse, podemos seguir adelante si disfrutamos con un trabajo bien hecho y estamos atentos para adaptar nuestro talento a las nuevas demandas del mercado.