El reencuentro de Jorge con su verdadera vocación
Jorge estudió Ingeniería de Telecomunicaciones, pero probablemente nunca se ha visto a sí mismo como ingeniero. Prefiere definirse como una persona que disfruta del trato con la gente y, además, considera que “se le da bien”. También le encanta coordinar y gestionar grupos de personas.
Quizá fue su participación en un grupo Scout durante la infancia lo que marcó su carácter. Más adelante, disfrutó aportando su granito de arena a este mismo grupo, como voluntario. Durante esos años, ocupó diversos roles: Monitor, Intendente, Tesorero y Coordinador. Lo que comenzó como una labor desinteresada acabó abriéndole las puertas a trabajos muy gratificantes, como Monitor, Coordinador y, finalmente, Director de Campamentos. Por supuesto, complementó estas responsabilidades con la formación necesaria, pero todo esfuerzo merecía la pena porque Jorge se sentía feliz.
Mientras tanto, no podía dejar de lado la parte más formal de su vida: ocho años en la Universidad Politécnica y, después, otros nueve como consultor tecnológico en diversas empresas. Sin embargo, llegó un momento en el que no pudo aguantar más la frustración de dedicarse a una profesión que no le satisfacía. Quizá no tanto por el contenido del trabajo en sí, sino porque los valores éticos de ese entorno no coincidían con su manera de ver la vida.
Así que Jorge tuvo la valentía de saltar al vacío y dejar de trabajar para tomarse un tiempo de reflexión: necesitaba reencontrar el camino hacia su satisfacción laboral y, a la vez, personal, porque, para él, resulta difícil separar ambas esferas.
Hace un par de meses, Jorge comenzó a trabajar en un centro de atención a menores con resolución judicial, y tiene que hacer diferentes turnos. Este año, su familia le echará de menos en algunas cenas navideñas, pero se alegran mucho de verle brillar de nuevo gracias a un trabajo que disfruta profundamente y que, además, “se le da muy bien”.
La historia de Jorge nos recuerda que es esencial identificar nuestra verdadera vocación para alcanzar un buen equilibrio entre la satisfacción laboral y personal. Explorar distintas opciones puede ser enriquecedor para aprender sobre la vida y sobre nosotros mismos, pero sin olvidarnos de escuchar esa voz interior que nos indica lo que realmente nos hace estar cerca de la felicidad.
El inspirador recorrido de Gonzalo por una vida con sentido
Gonzalo nació en Matabuena, en la provincia de Segovia, y entre Matabuena y La Velilla pasó sus primeros años, marcados sobre todo por la temprana pérdida del padre. A los siete años, Gonzalo volvió a trasladarse con su madre y hermanos, esta vez a la ciudad de Segovia, donde inició sus estudios de primaria.
La siguiente etapa lo llevó a Cheste, en Valencia, cuando tenía once años. Allí, gracias a una beca en la Universidad Laboral, completó el bachillerato. Y después se trasladó a Tarragona para estudiar electricidad, un requisito indispensable para alcanzar su sueño de dedicarse a la electrónica. Durante esa época, compaginaba sus estudios con trabajos en una discoteca y un hotel. Una época dura pero de la que conserva muy buenos recuerdos.
Sin embargo, sus planes se vieron truncados cuando su madre necesitó apoyo económico en casa. Gonzalo dejó la electrónica y regresó a Segovia. Allí exploró diferentes empleos, pero terminó encontrando su camino en el sector de la Construcción.
Años después, decidió montar su propia empresa. Su sueño siempre había sido dedicarse a la hostelería, pero sabía que este sector no le permitiría alcanzar un equilibrio entre su vida profesional y familiar, optó por la Construcción para poder disfrutar los fines de semana con su familia.
Con una ética de trabajo inquebrantable, Gonzalo supervisaba personalmente todas las obras, atendía cada incidencia y decidía qué proyectos aceptar. Pero llevar una empresa con esa dedicación le pasó factura. A los 49 años sufrió su primer infarto de corazón, lo que le obligó a cerrar la empresa.
Pese a las dificultades, Gonzalo no se rindió. Durante doce años trabajó como cuidador de personas dependientes, una labor que, aunque exigente, le brindó muchas satisfacciones personales y le permitió mantenerse económicamente.
Hoy, ya jubilado, sigue siendo una persona activa. Dedica su tiempo como voluntario, ayudando a personas con gestiones administrativas, acompañándolas en paseos y colaborando con la Asociación de Amigos del Camino de Santiago cuando organizan recorridos por Segovia para estudiantes de distintos colegios.
La historia de Gonzalo nos enseña que la vida puede llevarnos por caminos inesperados, pero con resiliencia y determinación es posible encontrar propósito en cada etapa. Su capacidad para adaptarse a las circunstancias, superar desafíos y mantenerse activo incluso en la jubilación, es un ejemplo de cómo vivir con sentido y contribuir al bienestar de quienes nos rodean, sin importar la edad ni las limitaciones.
Carlos y el viaje de vuelta a casa
Carlos es analista de datos, y lleva varios años trabajando para una importante empresa en Ámsterdam. Aunque disfruta de su trabajo, se siente valorado y tiene un buen sueldo, ha decidido que quiere volver a España. Extraña a su familia.
Desde pequeño, Carlos siempre sintió pasión por los números. Se destacó en Matemáticas y, durante mucho tiempo, pensó que Matemáticas sería su carrera en la universidad. Sin embargo, en su último año de instituto, la información que recibió sobre salidas profesionales le llevó a replantearse su futuro. “Solo podrás trabajar como profesor”, le decían a menudo. Y enseñar no era algo que le motivara, especialmente tras ver el desgaste y sufrimiento de muchos de sus profesores.
El mismo desgaste que siguió observando en profesores universitarios, en particular aquellos que impartían asignaturas como matemáticas empresariales o financieras, aunque estas eran las materias que más le interesaban a Carlos en el grado de Administración y Dirección de Empresas (ADE). Sí, la carrera que terminó eligiendo entonces animado por su entorno, porque ofrecía mejores perspectivas laborales.
Y lo cierto es que Carlos nunca se ha arrepentido de estudiar ADE. Cuatro años que pasaron relativamente deprisa entre exámenes y fiestas, es como los recuerda. Además, le permitieron acceder a su primer empleo y aprender alguna que otra cosa que, años después, le ha resultado útil en su profesión actual.
Porque, aunque no le costó demasiado esfuerzo, y pudo quedarse trabajando en la misma gestoría donde hizo sus prácticas de ADE, Carlos no se quedó tampoco satisfecho, sentía que el trabajo de gestión administrativa no terminaba de llenarle, y acceder a puestos de Dirección tampoco era su objetivo.
Así que decidió reducir su jornada laboral y estudiar el grado en Estadística. A pesar de la carga de trabajo y estudios, Carlos no solo obtuvo excelentes resultados, sino que disfrutó cada momento en la Facultad de Ciencias y en la biblioteca. Sonríe reordenando que apenas echó de menos las fiestas de su primer grado.
Gracias a su excelente desempeño, antes de terminar los exámenes finales, ya tenía una oferta de trabajo para irse al extranjero. Durante los primeros meses en su nuevo empleo, la empresa le proporcionó ayuda para instalarse, mejorar su nivel de inglés y obtener una Certificación en Power BI y Análisis de Datos.
Carlos está profundamente agradecido por el trato recibido, tanto a nivel profesional como por las amistades que ha hecho en Holanda. No obstante, como él mismo dice: "la tierra tira" y hace unos meses empezó a buscar oportunidades profesionales que le permitieran regresar a España.
Aunque su nuevo empleo no está exactamente en su ciudad natal, la distancia de 200 kilómetros y la posibilidad de teletrabajar tres días a la semana lo hacen llevadero. Carlos acaba de presentar su renuncia en Ámsterdam y, después de tres semanas de preaviso, comenzará su nueva aventura en Madrid.
La historia de Carlos nos muestra que, aunque la vida laboral puede ofrecer grandes oportunidades lejos de casa, la conexión con nuestras raíces y la familia es un factor que muchas veces pesa más que el éxito profesional. Carlos ha sabido combinar sus talentos, perseverar y adaptarse a las circunstancias, demostrando que el camino a la satisfacción personal y profesional a veces incluye regresar a los orígenes.
Gustavo y la transformación de un desafío en éxito profesional
Licenciado en Psicología, Gustavo enfocó su carrera profesional hacia el mundo de la empresa con el objetivo de ayudar a personas con talento a encontrar el puesto ideal donde pudieran desarrollar sus competencias de la mejor manera posible. Desde el principio, disfrutó mucho realizando procesos de selección, siempre esforzándose en ser empático y agradable con los candidatos, sin dejar de lado su responsabilidad de evaluarlos objetivamente.
Su destacada labor en este ámbito le permitió rápidamente asumir funciones adicionales, encargándose de elaborar procedimientos de reclutamiento y selección para formar de manera eficaz a los nuevos compañeros que se incorporaban a la empresa. Ayudar en la formación del equipo resultó para Gustavo más gratificante de lo que había imaginado. Siempre sintió que fue una suerte contar con profesionales tan capacitados y motivados que recibían con gratitud sus manuales y consejos.
Sin embargo, no le resultó tan fácil empezar a realizar funciones comerciales, una exigencia añadida a su puesto debido a cambios en la consultora para la que trabajaba. Sin apenas recibir formación específica para esta nueva tarea, Gustavo tuvo que valerse de su experiencia previa acompañando al equipo de ventas, su capacidad de observación, y su sentido común para ofrecer a los clientes el mejor servicio posible, un servicio que conocía a la perfección como experto en implementarlo.
Los primeros contactos no fueron fáciles. La actividad comercial nunca resulta sencilla, como sigue diciendo Gustavo en la actualidad. Pero gracias a su tesón y al valor para salir de su zona de confort, pronto comenzó a detectar necesidades y ofrecer soluciones adaptadas para cada cliente, logrando sentirse cada vez más cómodo en esta función.
Con el tiempo, llegó a sentirse no solo cómodo, sino agradecido. Porque, años después, la empresa para la que trabajaba implementó un nuevo cambio que afectó drásticamente su área. A pesar de sus competencias y los buenos resultados obtenidos, Gustavo perdió su puesto de trabajo junto a muchos compañeros.
Sin embargo, esta situación no lo detuvo. Inmediatamente se puso en marcha, y las habilidades comerciales que había desarrollado por obligación se convirtieron en su mayor activo para conseguir los clientes que ha atendido durante los últimos cuatro años como profesional autónomo.
A menudo recibe ofertas para volver a trabajar por cuenta ajena, pero al mirar atrás, se da cuenta de que su actividad como profesional independiente le resulta mucho más satisfactoria. No olvida que fue una suerte haber recibido aquella imposición de captar clientes, que inicialmente le parecía una carga.
Una vez más, encontramos una historia en la que una situación inicialmente negativa acaba resultando de gran ayuda para su protagonista. Las personas que finalmente triunfan son aquellas que, como Gustavo, son capaces de afrontar los retos como oportunidades y no se rinden ante las dificultades.
El valor de la orientación para la transición profesional
Ana es consultora de talento. Después de licenciarse en Psicología y realizar un Programa de Cooperación Educativa en Organización y RR.HH., trabajó inicialmente en el departamento de RR.HH. de una gran multinacional y después como consultora externa. Tras 25 años ayudando a las empresas a encontrar talento, tuvo la ocasión de participar como voluntaria en un servicio de orientación para el empleo y descubrió una nueva vía profesional que la satisfacía mucho.
Como Orientadora Laboral, podía utilizar sus conocimientos de reclutamiento y selección para ayudar a personas que buscaban empleo. Con el tiempo, fue descubriendo que su conocimiento de diferentes sectores de actividad y áreas funcionales en las empresas también le permitía orientar a las personas sobre posibles intereses laborales que ellas mismas desconocían. Durante varios años, disfrutó mucho realizando este trabajo. Ya hablamos de ella hace unos meses en este blog.
Pero el trabajo de orientación laboral para personas desempleadas depende de subvenciones de los servicios públicos de empleo, que a su vez dependen de cada comunidad autónoma. El cambio político en la comunidad autónoma donde Ana reside y trabaja implicó la desaparición de programas de orientación para el empleo tras más de dos décadas proporcionando excelentes resultados.
Ana no ha tenido demasiada dificultad para continuar trabajando y ha intensificado su actividad como colaboradora de Itinere Talent, que no ha dejado de mantener desde 2015. Además, en esta nueva etapa, la experiencia en orientación de Ana y otras consultoras colaboradoras ha permitido a Itinere Talent ofrecer el Servicio de Transición Profesional con muy buena acogida por los clientes.
Aun así, Ana piensa que algo no está bien. No ha dejado de sentir cierta frustración al ver cómo tantos excelentes profesionales de la orientación laboral tienen que buscar soluciones profesionales alternativas para subsistir mientras personas en situación de desempleo dejan de recibir asesoramiento o son asesoradas por personas sin la preparación adecuada. Por ello, se ha unido a ASORIENTACYL, una asociación creada para representar y defender el reconocimiento y la valoración de la profesión.
Con esta segunda historia de su trayectoria profesional, Ana nos muestra la importancia de preocuparnos también por el bienestar de otras personas, receptores de un servicio que ofrecemos o compañeros con los que hemos trabajado. Mantener un propósito que incluya el bienestar de los demás hace que nuestros objetivos sean más humanos y nos ayuda a disfrutar más con lo que hacemos en el día a día.
La doble cara del mundo empresarial
Nuestra protagonista de esta semana no quiere dar su nombre, no quiere proporcionar ningún tipo de detalles que la puedan identificar, pero desea compartir su historia para advertir a otros profesionales que puedan encontrarse en una situación similar a la suya.
Cuando era niña, la fascinaba el mundo empresarial. Las reuniones de ejecutivos y ejecutivas, elegantes con sus trajes de chaqueta, que veía en algunas películas, nada tenían que ver con su rutinaria vida de barrio. Y soñaba con trabajar algún día en uno de esos altos rascacielos de las grandes ciudades.
Estudiar no se le daba mal, pero nunca le gustaron demasiado los números, y, llegado el momento, decidió hacer una carrera de letras. Derecho parecía una buena salida para aprovechar mejor sus facultades: podría especializarse en Tributos para trabajar en el área financiera de alguna empresa.
En realidad, comenzó su etapa universitaria con la misma venda en los ojos que se representa a la Justicia, porque no había tenido ningún contacto previo con cuestiones legales. No tenía familiares ni amistades que hubieran trabajado en este área o que hubieran necesitado contratar los servicios de un abogado para resolver algún litigio.
Así que el estudio de la ley era algo totalmente nuevo para ella, pero la enamoró desde el primer momento. La teoría del Derecho, la historia jurídica, y las bases fundamentales de las distintas ramas del Derecho, le permitieron entender el papel crucial que juega el sistema legal en la estructura de la sociedad. Le fascinó descubrir cómo el Derecho influye en todos los aspectos de la vida cotidiana y cómo, a través del estudio de casos y la interpretación de normas, se puede llegar a soluciones justas y equitativas.
Esta base sólida fue esencial para desarrollar una mente analítica y crítica, preparándola para enfrentar los desafíos más específicos del Derecho Tributario en etapas posteriores; la precisión y el rigor que exige, y el impacto directo que tiene en la sociedad y la economía. Desentrañar la complejidad del sistema fiscal, tener la oportunidad de contribuir a la justicia y equidad tributarias, y poder asesorar tanto a individuos como a empresas en la optimización de sus obligaciones fiscales.
Con esta pasión, no le resultó difícil conseguir buenas notas y, a través de una de sus profesoras, encontró trabajo en una empresa de tamaño medio que parecía estar en pleno crecimiento. Iba a sustituir a un abogado senior que estaba preparando su jubilación.
Nunca olvidará la felicidad de los primeros días, cómo disfrutaba de cada reunión, cómo absorbía toda la información de la empresa, convencida de poder ayudarles con una excelente gestión de su fiscalidad. Excelente y legal, al menos esa era la idea que tenía en mente. Descubrir que las intenciones de la empresa no eran tan claras fue para ella como recibir una bofetada inesperada.
Primero, fue encontrando detalles que le parecieron sospechosos, y los comentaba con su mentor, a quien iba a sustituir, que le daba respuestas poco claras. Hasta que le pareció necesario pedir explicaciones más contundentes, y la convocaron a aquella espantosa reunión donde la hicieron ver la necesidad de “buscar soluciones alternativas para pagar los menos impuestos posibles, que al fin y al cabo es lo que hacen todas las empresas para sobrevivir”.
Quedó devastada y habló con la misma profesora que la recomendó para el puesto. Ambas estuvieron de acuerdo en que las cosas no eran así. La profesora se disculpó por haberla puesto en esa situación, agradeció haberla hecho saber la realidad de esta empresa, le aseguró que no era lo habitual en el tejido empresarial de nuestro país, y la animó a presentar la dimisión. Así lo hizo al día siguiente.
Durante unos meses, se sintió desanimada y sin ganas de buscar otro trabajo. De hecho, no ha vuelto a trabajar para una empresa. Pero, por suerte, algunos compañeros que habían abierto un bufete la animaron para que se uniera a ellos, y pronto volvió a recuperar la ilusión por su trabajo. La constante evolución de las leyes y la necesidad de mantenerse actualizada hacen que esta disciplina sea dinámica y desafiante, lo que ha mantenido viva su pasión por esta profesión durante los últimos años.
Y hace unos meses, leyó la noticia: estaban investigando a aquella empresa por evasión fiscal, y su abogado había sido imputado. Nunca dudó de haber tomado la decisión correcta cuando presentó su dimisión, pero ese día recordó con una sonrisa por qué es importante siempre respetar las leyes.
Esta historia muestra que mantener la integridad y los principios éticos es crucial, incluso cuando enfrentamos situaciones difíciles en el ámbito profesional. La valentía de decir no a prácticas corruptas y seguir un camino recto puede parecer desafiante, pero a largo plazo, no solo protege nuestra carrera y reputación, sino que también contribuye a una sociedad más justa.
Mario: de la ilusión de la Enseñanza a la realidad de la Farmacia
Mario hubiera querido ser maestro. Le gustaba estudiar y se sorprendía de la pereza que mostraban otros niños de su pueblo. Algunos se quejaban de la autoridad que ejercía Don Severiano, “haciendo honor a su nombre”, solían decir. Pero Mario quería ser un maestro comprensivo, hacer que los niños desearan aprender.
Las circunstancias, sin embargo, lo obligaron a seguir otro camino. Cuando aún no había terminado sus estudios básicos, su padre sufrió un accidente que le impidió seguir trabajando, y Mario, el mayor de siete hermanos, tuvo que hacerse cargo de la hacienda familiar. Huerto y animales pasaron a ser su responsabilidad, la universidad quedó en un mero sueño de infancia.
Durante un par de décadas, Mario aceptó su destino sin plantearse otras alternativas. Era lo que había tocado y tampoco le quedaba mucho tiempo para pensar. En todo caso, no perdió nunca la motivación por el estudio y aprovechaba cualquier rato libre para leer e instruirse. “Una buena cultura general no hace daño a nadie” fue y sigue siendo una de sus frases preferidas.
Un día conoció a la que hoy es su mujer. La llegada al pueblo de una nueva farmacéutica no pasó desapercibida para ningún vecino, y mucho menos para Mario. A primera vista, le pareció guapísima, pero enseguida comenzó a valorar aún más las largas conversaciones que mantenían sobre todo tipo de temas cuando ella cerraba la farmacia y Mario la esperaba para dar un paseo.
Apenas unos meses después, se casaron, y esto no solo cambió la vida personal de Mario, también su profesión. Poco a poco, Mario se fue interesando por los asuntos de la farmacia. Atendía al público con el apoyo de su mujer cuando había mucha gente y le gustaba conocer cada medicamento, sus indicaciones, posibles efectos secundarios, dosis recomendadas o cómo tomarlos. Leía prospectos y revistas especializadas que llegaban a la farmacia, y estaba presente en las visitas de representantes que venían a hablarles de nuevas referencias.
Su actividad en el campo era cada vez más reducida, y habló con uno de sus hermanos para pasarle el testigo de la explotación familiar, al tiempo que decidió darse de alta como ayudante de la farmacia que, por su ubicación estratégica cerca de una zona turística, tenía mucha actividad, especialmente durante los fines de semana.
Han pasado algunos años y Mario se siente muy satisfecho con la acreditación para poder trabajar oficialmente en la farmacia, que ha conseguido gracias al procedimiento de reconocimiento de competencias profesionales adquiridas a través de la experiencia. Le hablaron de esta opción cuando asistió a un curso para personal no técnico de farmacia, y no lo dudó un momento. Enseguida presentó su solicitud, justificada por los años de experiencia en la dispensación de medicamentos y los cursos que había realizado animado por su mujer y jefa.
El proceso no fue rápido, se demoraron casi dos años desde que Mario inició el trámite hasta que le llegó su acreditación. Durante este tiempo, tuvo que presentar mucha documentación y fue entrevistado por una asesora y una evaluadora, quienes le pidieron todo tipo de detalles sobre su forma de trabajar y sus conocimientos sobre medicamentos y procedimientos farmacéuticos. Finalmente, consideraron que contaba con las competencias necesarias para poder ejercer como Auxiliar de Farmacia.
Mirando al pasado, ahora Mario sí se pregunta si hubiera sido un buen maestro, pero no duda que es un buen ayudante de farmacia. Así se lo hacen sentir con frecuencia sus vecinos y clientes, que valoran mucho la amabilidad de Mario y su interés por ofrecer un servicio personalizado para cada uno. Un buen profesional.
La historia de Mario nos muestra que, generalmente, las personas con inquietudes por aprender y por ofrecer valor a los demás, acaban encontrando su camino para hacerlo de un modo a otro. A veces el destino parece ponernos obstáculos y en otras ocasiones nos regala oportunidades, que cada uno debemos saber aprovechar.
El viaje de Enrique: dejarse asesorar para seguir asesorando.
Enrique terminó sus estudios de turismo a finales de los años 90. Tuvo la suerte de hacer sus prácticas en una gran compañía de viajes y allí adquirió la experiencia necesaria en atención al cliente y en programas de gestión turística. Su pasión por viajar, aprovechando cada oportunidad, lo convirtió en un excelente agente de viajes.
Tuvo la ocasión de considerar diferentes ofertas, pero optó por quedarse en una modesta agencia de viajes de su localidad. Un equilibrio entre retribución y calidad de vida que le permitió conciliar felizmente trabajo y familia. Disfrutaba muchísimo con su profesión. Para sus vecinos, era el amable encargado de la agencia que les ayudaba a programar sus momentos más deseados. Elegía destinos perfectamente adaptados a los intereses y necesidades de cada cliente, cuidando todos los detalles para que cada viaje fuera perfecto.
Enrique no se cansaba de esta rutina porque, como le gustaba decir, vivía enlazando un viaje con otro. Aprovechaba cualquier oportunidad para hacer una escapada con su propia familia, pero, además, sentía que acompañaba a cada familia, grupo o persona para quienes organizaba un viaje.
Y pensaba que así seguiría siendo hasta su jubilación. Nunca imaginó que los dueños de la agencia decidirían cerrarla. "Estamos encantados con tu trabajo, Enrique, pero ya ves que cada vez tenemos menos clientes. Los jóvenes prefieren organizarse sus propios viajes," así comenzó la terrible conversación que terminó con la comunicación de su inminente despido. Despido objetivo por cierre de negocio.
No podía culpar a sus jefes. Efectivamente, no había querido verlo antes, pero se daba cuenta de que la facturación de la agencia había caído drásticamente. Incluso se había encontrado con algunos de sus clientes de toda la vida que le contaron viajes organizados por sus hijos. Como decían que no habían estado tan bien organizados como los de la agencia, Enrique se quedaba tranquilo pensando que volverían; pero la realidad es que no solían hacerlo.
Así que, con 54 años, Enrique se enfrentó al desempleo. Mucho tiempo para pensar y un gran riesgo de caer en depresión. Pero sus hijos le recordaban cada día la suerte que tuvieron de contar con un padre como él, que les inculcó el espíritu viajero y les mostró lugares extraordinarios en los cinco continentes. Fueron también ellos quienes le animaron para que ahora fuese él quien se dejase aconsejar por un profesional que le ayudara a organizar el mejor viaje posible: su Transición Profesional.
Y así es como Enrique inició su nueva aventura de la mano de Itinere Talent, aprendiendo a aprender nuevamente, a conocer y potenciar sus habilidades, y a adquirir nuevos conocimientos que complementaran su perfil para responder a las exigencias de un mundo más digital y globalizado. Apenas ha comenzado la fase de mirar ofertas y Enrique ya tiene opciones sobre la mesa. Uno de los centros donde se ha formado en marketing digital le ha puesto en contacto con una revista de viajes que buscaba un creador de contenido. A sus 55 años, Enrique está feliz, con la misma ilusión que siempre ha sentido cada vez que comenzó un viaje.
La historia de Enrique nos muestra que no debemos confiarnos cuando las cosas parecen ir bien; en un mundo tan cambiante como el actual, la innovación y el aprendizaje continuo son imprescindibles para mantener viva la carrera profesional. Pero, aunque a veces las circunstancias parezcan complicarse, podemos seguir adelante si disfrutamos con un trabajo bien hecho y estamos atentos para adaptar nuestro talento a las nuevas demandas del mercado.
El viaje de Idoya hacia el redescubrimiento profesional
Idoya estudió arquitectura y realizó prácticas en un estudio de su ciudad natal, Burgos. Pronto encontró trabajo en una importante constructora multinacional, lo que la llenó de felicidad al poder colaborar en la construcción de un gran edificio cerca de su vecindario. Durante la construcción, disfrutaba presumiendo con amigos y familiares cuando pasaba por allí, deteniéndose para explicarles los materiales, técnicas y profesionales involucrados.
Sin embargo, con el tiempo, se vio envuelta en una sucesión de obras cada vez más lejos de casa. Al principio aún podía regresar los fines de semana, pero gradualmente esto se volvió imposible, dejándola exhausta y preocupando a sus padres por su salud.
Aunque se dio cuenta de que dedicaba demasiadas horas y energía mental a su trabajo, se sentía atrapada en una dinámica que parecía no poder cambiar. Fue durante la Semana Santa de 2023 cuando finalmente logró desconectar al unirse a su familia en una casa rural en Granada. Allí, mientras descansaba y compartía momentos con sus seres queridos, comenzó a replantearse su situación.
Se dio cuenta de que no era necesario seguir viviendo de esa manera y que existían otras oportunidades a las que podía acceder. Decidió buscar un nuevo trabajo que le devolviera la ilusión, y para asegurarse de no caer en la misma rutina, se puso en contacto con Itinere Talent para explorar opciones de transición profesional.
Con energías renovadas, Idoya volvió al trabajo decidida a cambiar su situación. Aunque las condiciones económicas podrían no ser las mismas, se siente plenamente satisfecha en su nuevo empleo en una constructora de Bilbao que solo realiza proyectos en la zona. Ahora, cada fin de semana, vuelve a pasear por las calles de Burgos y contempla con orgullo su primer edificio.
Esta historia de Idoya refleja la realidad de muchos profesionales que, atrapados en el torbellino de responsabilidades y exigencias laborales, se sienten incapaces de detenerse y considerar otras opciones. El agotamiento y la falta de tiempo para reflexionar pueden convertirse en obstáculos que impiden ver más allá de la situación actual. Sin embargo, como Idoya descubrió, darse el permiso para descansar y abrirse a nuevas oportunidades puede llevar a cambios positivos y una mayor satisfacción profesional y personal.
El desafío de liderar: la difícil decisión de prescindir de profesionales
Beatriz es una joven profesional que se licenció en Psicología para especializarse después en Organización y Gestión de RR.HH. Se ha sentido afortunada desde el principio de su trayectoria laboral, que comenzó enlazando las prácticas del máster con un contrato de Técnico de Selección y Formación en una importante empresa multinacional.
Tras unos cuantos años desempeñando de manera satisfactoria esta labor, hace unos meses decidió abandonar su zona de confort para asumir el reto que le ofrecía una startup en pleno crecimiento: encargarse del Departamento de Atracción y Desarrollo de Talento.
Durante las entrevistas previas que mantuvo con la Dirección de esta nueva empresa, Beatriz se interesó por las circunstancias que motivaron abrir una vacante para este puesto. Le revelaron que, la entonces Responsable, causaba baja por motivos familiares, y ninguno de los seis miembros del departamento contaba con la capacitación técnica ni la madurez profesional necesarias para sustituirla. Al parecer, un par de personas en el equipo mostraron interés por ocupar el puesto vacante, pero se les habían explicado los motivos por los que no se consideraba posible.
Ella era consciente también, y así lo compartió con sus entrevistadores, de tener poca experiencia en liderazgo, más allá de haber tutorizado a varias personas que realizaron prácticas con ella en su anterior empresa, pero sí había recibido buena formación sobre gestión de equipos, y a sus nuevos contratadores les convencían mucho sus ideas sobre motivación y desarrollo de las personas a su cargo.
Así que finalmente aceptó el puesto, con la ilusión de poder poner estas ideas en práctica. Tuvieron una cordial reunión de presentación, en la que la persona que dejaba el puesto a Beatriz la introdujo al equipo. Ella habló de fomentar un ambiente de trabajo positivo y de establecer una comunicación abierta y respetuosa, y se interesó también por las costumbres que tenían, porque su intención no era introducir cambios radicales, aunque sí tenían la misión encomendada por la Dirección de ir evolucionando como Departamento para asumir los retos de Talento que iba a requerir una gran empresa.
Beatriz se sintió muy cómoda en las primeras semanas. Hasta que una de las personas del equipo empezó a dar problemas, llegaba tarde, contestaba a Beatriz, llegó incluso a acusarla de no ser una buena jefa por no saber imponerse como lo hacía su antecesora, que les regañaba a unos delante de otros para que aprendieran cuando hacían mal las cosas o les levantaba la voz si no la obedecían.
Esto descolocó mucho a Beatriz, sorprendida de que anteriormente el Departamento hubiera sido gestionado de ese modo, pero explicó a su colaboradora por qué no consideraba adecuada esa manera de gestionar. Invitó a esta persona a comprobar que una gestión basada en la confianza entre líder y miembros del equipo puede funcionar mucho mejor, que las diferencias se pueden tratar de forma cordial sin necesidad de hablar a gritos, y que las críticas positivas de pueden hacer en público, pero cuando son negativas es preferible tratarlas de manera privada.
Estas palabras de Beatriz no solo no surtieron efecto sobre su colaboradora, sino que esta última cada vez tenía una actitud más desafiante. Así que Beatriz se ha tenido que enfrentar a una decisión realmente difícil, no es lo que esperaba al incorporarse en su nuevo puesto, pero tiene que despedir a esta persona, cuya actitud no solo está afectándola a ella, sino que empeora el funcionamiento general del departamento e, indirectamente, también de toda la empresa.
Ya lo ha hablado con Dirección y apoyan totalmente su decisión, que según la han comentado, debería haber tomado mucho tiempo antes. Quizá la lección más dura que Beatriz ha aprendido hasta ahora: aceptar que no todas las personas aprovechan adecuadamente las oportunidades que se les ofrecen y, en ocasiones, hay que tomar la difícil decisión de prescindir de ellas para proteger al resto del equipo.
Es el primer despido que ha tenido que decidir, pero sospecha que no será el último. También sabe que es muy importante asegurarse de que los demás miembros de su departamento entiendan esta decisión, y hacerlo sin despreciar a la persona que va a tener que marcharse después de haber trabajado tanto tiempo con ellos.
La historia de Beatriz refleja el desafío que enfrentan muchos líderes cuando se ven obligados a prescindir de profesionales que no se adaptan al equipo. Aunque es una decisión difícil y a menudo dolorosa, un buen líder debe estar preparado para enfrentar estas situaciones con determinación y empatía, para proteger la dinámica del equipo y garantizar el éxito a largo plazo de la organización.