El inspirador recorrido de Gonzalo por una vida con sentido

Gonzalo nació en Matabuena, en la provincia de Segovia, y entre Matabuena y La Velilla pasó sus primeros años, marcados sobre todo por la temprana pérdida del padre. A los siete años, Gonzalo volvió a trasladarse con su madre y hermanos, esta vez a la ciudad de Segovia, donde inició sus estudios de primaria.

La siguiente etapa lo llevó a Cheste, en Valencia, cuando tenía once años. Allí, gracias a una beca en la Universidad Laboral, completó el bachillerato. Y después se trasladó a Tarragona para estudiar electricidad, un requisito indispensable para alcanzar su sueño de dedicarse a la electrónica. Durante esa época, compaginaba sus estudios con trabajos en una discoteca y un hotel. Una época dura pero de la que conserva muy buenos recuerdos.

Sin embargo, sus planes se vieron truncados cuando su madre necesitó apoyo económico en casa. Gonzalo dejó la electrónica y regresó a Segovia. Allí exploró diferentes empleos, pero terminó encontrando su camino en el sector de la Construcción.

Años después, decidió montar su propia empresa. Su sueño siempre había sido dedicarse a la hostelería, pero sabía que este sector no le permitiría alcanzar un equilibrio entre su vida profesional y familiar, optó por la Construcción para poder disfrutar los fines de semana con su familia.

Con una ética de trabajo inquebrantable, Gonzalo supervisaba personalmente todas las obras, atendía cada incidencia y decidía qué proyectos aceptar. Pero llevar una empresa con esa dedicación le pasó factura. A los 49 años sufrió su primer infarto de corazón, lo que le obligó a cerrar la empresa.

Pese a las dificultades, Gonzalo no se rindió. Durante doce años trabajó como cuidador de personas dependientes, una labor que, aunque exigente, le brindó muchas satisfacciones personales y le permitió mantenerse económicamente.

Hoy, ya jubilado, sigue siendo una persona activa. Dedica su tiempo como voluntario, ayudando a personas con gestiones administrativas, acompañándolas en paseos y colaborando con la Asociación de Amigos del Camino de Santiago cuando organizan recorridos por Segovia para estudiantes de distintos colegios.

 

La historia de Gonzalo nos enseña que la vida puede llevarnos por caminos inesperados, pero con resiliencia y determinación es posible encontrar propósito en cada etapa. Su capacidad para adaptarse a las circunstancias, superar desafíos y mantenerse activo incluso en la jubilación, es un ejemplo de cómo vivir con sentido y contribuir al bienestar de quienes nos rodean, sin importar la edad ni las limitaciones.


Rocío transforma dificultades de la vida en desafíos con propósito en bienestar social

Rocío es alicantina, y en su tierra se licenció en Derecho mientras ya comenzaba a trabajar. Porque Rocío siempre ha sido una persona muy activa.

En Barcelona comenzó su carrera como profesional de Recursos Humanos para una compañía del sector químico-farmacéutico, donde poco a poco fue adquiriendo mayores responsabilidades. Durante aquel mismo período, continuó su formación en Inteligencia Emocional y Programación Neurolingüística, y también realizó un Máster de Dirección de Recursos Humanos.

La oportunidad de dirigir el área de Recursos Humanos en una organización dedicada a la investigación fue, sin duda, lo que despertó su inquietud por trabajar en empresas con un propósito claro y que se alineara con sus valores.

Durante la pandemia, y aprovechando un periodo de desempleo, nació su blog personal, “Rocío Pérez. Personas en el trabajo”, donde compartió primero sus experiencias en la búsqueda de empleo, y después algunas reflexiones para conectar con CEOs desde la perspectiva de alguien que puede ayudar con el desarrollo de las personas en sus empresas.

No tardó en encontrar un proyecto aún más inspirador: el de Directora del Área de Personas en un Instituto de Oncología. Rocío no podía sentirse más feliz liderando la transformación cultural de una entidad que venía de un perfil muy administrativo, cuando recibió la dura noticia. La diagnosticaron un cáncer de mama.

Por suerte, Rocío pudo hacer frente a la enfermedad, y sigue celebrando cada día la oportunidad de seguir recuperándose. Sin embargo, no se sintió con fuerzas para retomar su trabajo en el Instituto cuando la invitaron a reincorporarse. Prefirió dedicar sus esfuerzos a colaborar con Endavant Chic@s, una asociación que apoya, acompaña y atiende a personas y familias afectadas por el cáncer de mama.

Con su colaboración a través de redes sociales y charlas sobre la búsqueda de empleo, Rocío proporciona una gran ayuda a mujeres que “se han descolgado del mercado laboral” como consecuencia de la enfermedad.

Y sin dejar de lado esta colaboración, la propia Rocío ha vuelto también al mundo laboral, trabajando con una empresa de servicios de recursos humanos. Inicialmente, como Embajadora de un proyecto para sensibilizar a las organizaciones sobre el impacto del cáncer de mama y dotar a sus profesionales de recursos para reducir factores de riesgo de esta enfermedad.

Recientemente, además, Rocío ha aceptado el rol de Consultora en Responsabilidad Social. Su objetivo: lograr que la diversidad social se incluya en las empresas, facilitando la integración de personas en situación de exclusión social, desde quienes han atravesado una baja por enfermedad de larga duración, hasta víctimas de violencia o personas inmigrantes que vienen a ofrecer su trabajo a nuestro país.

Lo más importante para Rocío es saber que sigue alineada con su propósito, ayudando a que las empresas asuman un rol proactivo en el bienestar social.

 

La historia de Rocío refleja la importancia de mantenernos fieles a nuestros valores y propósito a lo largo de la vida. Su camino está marcado por una fuerte resiliencia y la voluntad de convertir las experiencias más duras en oportunidades de impacto positivo.