La doble cara del mundo empresarial

Nuestra protagonista de esta semana no quiere dar su nombre, no quiere proporcionar ningún tipo de detalles que la puedan identificar, pero desea compartir su historia para advertir a otros profesionales que puedan encontrarse en una situación similar a la suya.

Cuando era niña, la fascinaba el mundo empresarial. Las reuniones de ejecutivos y ejecutivas, elegantes con sus trajes de chaqueta, que veía en algunas películas, nada tenían que ver con su rutinaria vida de barrio. Y soñaba con trabajar algún día en uno de esos altos rascacielos de las grandes ciudades.

Estudiar no se le daba mal, pero nunca le gustaron demasiado los números, y, llegado el momento, decidió hacer una carrera de letras. Derecho parecía una buena salida para aprovechar mejor sus facultades: podría especializarse en Tributos para trabajar en el área financiera de alguna empresa.

En realidad, comenzó su etapa universitaria con la misma venda en los ojos que se representa a la Justicia, porque no había tenido ningún contacto previo con cuestiones legales. No tenía familiares ni amistades que hubieran trabajado en este área o que hubieran necesitado contratar los servicios de un abogado para resolver algún litigio.

Así que el estudio de la ley era algo totalmente nuevo para ella, pero la enamoró desde el primer momento. La teoría del Derecho, la historia jurídica, y las bases fundamentales de las distintas ramas del Derecho, le permitieron entender el papel crucial que juega el sistema legal en la estructura de la sociedad. Le fascinó descubrir cómo el Derecho influye en todos los aspectos de la vida cotidiana y cómo, a través del estudio de casos y la interpretación de normas, se puede llegar a soluciones justas y equitativas.

Esta base sólida fue esencial para desarrollar una mente analítica y crítica, preparándola para enfrentar los desafíos más específicos del Derecho Tributario en etapas posteriores; la precisión y el rigor que exige, y el impacto directo que tiene en la sociedad y la economía. Desentrañar la complejidad del sistema fiscal, tener la oportunidad de contribuir a la justicia y equidad tributarias, y poder asesorar tanto a individuos como a empresas en la optimización de sus obligaciones fiscales.

Con esta pasión, no le resultó difícil conseguir buenas notas y, a través de una de sus profesoras, encontró trabajo en una empresa de tamaño medio que parecía estar en pleno crecimiento. Iba a sustituir a un abogado senior que estaba preparando su jubilación.

Nunca olvidará la felicidad de los primeros días, cómo disfrutaba de cada reunión, cómo absorbía toda la información de la empresa, convencida de poder ayudarles con una excelente gestión de su fiscalidad. Excelente y legal, al menos esa era la idea que tenía en mente. Descubrir que las intenciones de la empresa no eran tan claras fue para ella como recibir una bofetada inesperada.

Primero, fue encontrando detalles que le parecieron sospechosos, y los comentaba con su mentor, a quien iba a sustituir, que le daba respuestas poco claras. Hasta que le pareció necesario pedir explicaciones más contundentes, y la convocaron a aquella espantosa reunión donde la hicieron ver la necesidad de “buscar soluciones alternativas para pagar los menos impuestos posibles, que al fin y al cabo es lo que hacen todas las empresas para sobrevivir”.

Quedó devastada y habló con la misma profesora que la recomendó para el puesto. Ambas estuvieron de acuerdo en que las cosas no eran así. La profesora se disculpó por haberla puesto en esa situación, agradeció haberla hecho saber la realidad de esta empresa, le aseguró que no era lo habitual en el tejido empresarial de nuestro país, y la animó a presentar la dimisión. Así lo hizo al día siguiente.

Durante unos meses, se sintió desanimada y sin ganas de buscar otro trabajo. De hecho, no ha vuelto a trabajar para una empresa. Pero, por suerte, algunos compañeros que habían abierto un bufete la animaron para que se uniera a ellos, y pronto volvió a recuperar la ilusión por su trabajo. La constante evolución de las leyes y la necesidad de mantenerse actualizada hacen que esta disciplina sea dinámica y desafiante, lo que ha mantenido viva su pasión por esta profesión durante los últimos años.

Y hace unos meses, leyó la noticia: estaban investigando a aquella empresa por evasión fiscal, y su abogado había sido imputado. Nunca dudó de haber tomado la decisión correcta cuando presentó su dimisión, pero ese día recordó con una sonrisa por qué es importante siempre respetar las leyes.

 

Esta historia muestra que mantener la integridad y los principios éticos es crucial, incluso cuando enfrentamos situaciones difíciles en el ámbito profesional. La valentía de decir no a prácticas corruptas y seguir un camino recto puede parecer desafiante, pero a largo plazo, no solo protege nuestra carrera y reputación, sino que también contribuye a una sociedad más justa.


Vicente y la importancia de respetar los compromisos laborales

Vicente es Ingeniero Industrial y estaba satisfecho con su trabajo como Técnico de Mantenimiento en una fábrica de producción de envases. No tenía previsto buscar otro empleo, pero un conocido le habló de un puesto que ofertaban en la empresa para la que trabajaba, necesitaban un Responsable de Mantenimiento para el área de montaje de una compañía de automoción.

Por mera curiosidad, se apuntó a la oferta y las condiciones que le ofrecieron le parecieron interesantes. Admitieron incluso un requisito que Vicente quiso poner sobre la mesa desde el principio: las vacaciones durante el mes de julio que cada año disfruta porque viaja con su familia a EE.UU. para visitar a los padres de su mujer. Aunque con alguna reticencia, finalmente también le permitieron incorporarse un mes más tarde para tener tiempo de hacer un cuidado traspaso de funciones a la persona que le sustituyó en la empresa que dejaba.

Con estos acuerdos, a comienzos de febrero Vicente aceptó la oferta de la nueva empresa, donde ha estado trabajando desde marzo. A pesar de la buena sintonía durante el proceso de selección, la relación con los superiores ha sido algo más distante de lo que estaba acostumbrado en su anterior empleo, pero el trabajo le ha resultado muy retador a nivel técnico, y puede decirse que ha disfrutado de su día a día en el puesto a lo largo de estos meses.

La sorpresa llegó a mediados del mes de mayo, cuando recibió una notificación de que sus vacaciones para el mes de julio eran desestimadas por no contar la empresa con personal suficiente para cubrirle en esa época. Una falta de previsión que Vicente no podía entender, y mucho menos después del acuerdo al que llegaron desde el principio.

A Vicente le preocupaba perder los billetes de avión que ya tenía comprados sin posibilidad de cambio. Pero mucho más grave, no dejaba de pensar cómo podía haber confiado en estas personas que no tenían ningún respeto por sus propios compromisos.

Decidió que no quería seguir trabajando para esta empresa y comenzó a buscar activamente otras ofertas. Con su experiencia, y buenas referencias de la empresa anterior, a Vicente no le ha costado encontrar un nuevo empleo. Se encargará del mantenimiento de una fábrica de grúas a partir del 1 de septiembre.

Vicente sabe que asume un riesgo importante, porque al causar baja voluntaria en julio, estará desempleado durante dos meses, pero está convencido de que no quiere seguir trabajando para quienes no respetan sus acuerdos. Incluso cuando le han propuesto que siga con ellos y le respetarían las vacaciones de julio, Vicente se ha mantenido firme con la palabra que él ha dado a su futura empresa.

 

La historia de Vicente nos muestra que es importante respetar los compromisos que adquirimos para tener profesionales comprometidos. La fidelización de talento no es una moda de la que hablamos, es una  necesidad real que las empresas deben tener en consideración para poder contar con la fuerza principal que mueve los engranajes de cualquier organización.