Rompiendo barreras internas: la transformación de Víctor en un buen líder

Hace más de un año que Víctor participó en un proceso de coaching con Itinere Talent. Recientemente ha vuelto a contactar para pedirnos que trabajemos con una de sus colaboradoras y hemos aprovechado para preguntarle si podemos contar su historia.

En un primer momento se sorprendió, no era consciente de la relevancia que puede tener para otras personas el cambio que él vivió en su trayectoria profesional, pero después se ha dado cuenta de que ahora, como líder de su equipo, es también responsable cada día de abrir camino para el talento.

En realidad, esa responsabilidad ya la tenía cuando empezó su proceso de transición profesional. Acababa de ser ascendido a jefe de equipo y tenía a su cargo a 6 comerciales. Pero se sentía muy desubicado.

Víctor había comenzado su carrera como comercial del sector energético un par de décadas antes. Su primer contacto con esta industria fue para hacer encuestas en la calle, la única manera de ganarse la vida que encontró cuando no le gustaba estudiar.

Ahora lo recuerda con mucha ironía. Su padre es abogado, y siempre sintió la presión de cursar Derecho. No es que se lo pidiera su familia, simplemente se daba por hecho. Y Víctor llegó a comenzar la carrera, pero apenas aguantó un par de años y, con apenas tres asignaturas aprobadas, decidió abandonar.

Fue entonces cuando un amigo le propuso hacer encuestas para ganar algún dinero. Y Víctor aceptó porque le daba vergüenza seguir dependiendo de su familia para todo. Lo que no esperaba es que, con esas encuestas, se abrió un nuevo universo de conocimientos para él.

Empezó a interesarse por todo lo relacionado con el consumo energético y, de hacer encuestas en la calle, paso a ofrecer los servicios de una emergente compañía a particulares en supermercados. Sus números eran realmente buenos y pronto tuvo la oportunidad de acceder a un puesto mejor remunerado como Comercial B2B en una compañía eléctrica multinacional, la misma para la que sigue trabajando.

Durante muchos años, Víctor se sintió muy cómodo en ese puesto. Su calvario comenzó cuando su jefe fue ascendido a Director Comercial Corporativo y le propuso para liderar el equipo B2B. Víctor no se había planteado nunca dejar de ser un mero comercial y sintió que su zona de confort empezaba a tambalearse. Dudó mucho si aceptar el cargo, pero tampoco podía defraudar a quien estaba confiando tanto en él.

Igual que cuando se sintió obligado a seguir los pasos de su padre, volvía a tener la sensación de no poder decidir sobre su vida profesional. Y sus primeros pasos como líder fueron desastrosos. Dudaba constantemente, le costaba tomar decisiones y se mostraba inseguro con sus colaboradores. El departamento empezó a gestionarse de manera caótica.

Pero esta vez Víctor no estaba dispuesto a desistir, y fue cuando se animó a solicitar ayuda especializada. Con el acompañamiento correcto, Víctor ha podido desarrollar su capacidad de liderazgo. En su caso, más que desarrollarla necesitaba derribar los obstáculos que le impedían mostrarla.

El proceso de coaching puso de manifiesto las limitaciones que Víctor estaba autoimponiéndose. Inconscientemente, rechazaba una responsabilidad que no había solicitado, que no había deseado tener hasta que se le vino encima.

Tras unas pocas sesiones, Víctor decidió que sí quería asumir esta responsabilidad. Comenzó a actuar como un líder. Con la solvencia que le proporciona su experiencia como comercial, empezó a coger las riendas de un departamento del que hoy se siente totalmente satisfecho. Y, sobre todo, está convencido de que está asumiendo el rol que de verdad quiere desempeñar.

 

Como la historia de Víctor nos muestra, la convicción de estar haciendo lo que realmente nos satisface es muy importante para que podamos desarrollarnos plenamente. Muchos profesionales tienen la sensación de no progresar de manera satisfactoria en sus carreras y, a menudo, son sus propias autolimitaciones las que, de manera inconsciente, boicotean cualquier posibilidad de éxito.


Resiliencia profesional: el movimiento de Julián

Julián es Ingeniero Químico. Comenzó su trayectoria profesional como becario en el programa internacional de una importante compañía de hidrocarburos, aprendiendo lo que supone pasar varios meses en una plataforma marítima.

Tras varios años trabajando en diferentes países, aceptó un puesto más estable en su ciudad natal, Madrid. Se incorporó al área de Investigación y Desarrollo de una empresa europea especializada en la fabricación de productos químicos para la industria.

Desde el principio disfrutó mucho de este trabajo. Agradecía no tener que volver a cambiar de domicilio ni viajar constantemente, pero sobre todo, le gustaba la labor que hacía, entendía el propósito de su función y también se sentía cómodo con el ambiente de trabajo.

Este último aspecto es el que empezó a fallar, y Julián llegó a sentirse mal hasta el punto de contactar con Itinere Talent para solicitar ayuda en su proceso de transición profesional. Pensaba que necesitaba cambiar nuevamente de compañía.

La promoción de quien había sido su jefe fue el detonante. Julián fue propuesto para sustituirlo, pero un compañero con más antigüedad se consideraba mejor preparado para ello y no dudó en mover todos sus contactos en la empresa para conseguir ocupar el puesto vacante.

En aquel momento, Julián no dio importancia al asunto. Se consideraba aún joven y nunca ha sido especialmente ambicioso, de modo que convertirse en responsable no le motivaba especialmente. Felicitó con sinceridad a su nuevo jefe, con quien no mantenía una amistad personal, pero sí una buena relación de compañeros en el día a día.

La reacción del nuevo responsable del departamento, sin embargo, no fue tan afable como esperaba. Tras analizarlo con su coach, Julián llegó a la conclusión de que quizá se sentía amenazado por el hecho de que Julián había sido propuesto antes que él. No podemos saber cuál es la auténtica causa, pero la realidad es que durante los siguientes meses la actividad profesional de Julián se hizo muy complicada. Cualquiera de sus propuestas era desestimada, todos sus resultados eran minusvalorados. Y Julián empezó a plantearse dejar la empresa.

El proceso de transición profesional, sin embargo, reveló que Julián se sentía identificado con la compañía y no era su deseo dejarla. Había que buscar alguna otra alternativa, y en la siguiente sesión se preparó para plantear la cuestión al Responsable de RR.HH. El objetivo no era desprestigiar a quien le estaba perjudicando, sino solicitar un cambio de departamento que le permitiera dejar de estar bajo su influencia.

Hoy, Julián nos cuenta lo fácil que le ha resultado adaptarse en el Departamento de Calidad. El trabajo que hace aquí también le gusta y, además, vuelve a tener un agradable ambiente de trabajo. Ha tenido que volver a estudiar para conocer normativas y procedimientos específicos de su nueva función, pero considera que esta continuidad en su aprendizaje también le resultará rentable a la larga.

 

Julián nos recuerda que, por desgracia, a veces nos topamos con superiores tóxicos que, en vez de ejercer un verdadero liderazgo, actúan de forma poco objetiva, poniéndonos obstáculos en vez de ayudarnos a realizar un buen trabajo. Pero un buen profesional siempre acaba encontrando la forma de seguir aportando su mejor versión de forma satisfactoria.


El valor de la orientación para la transición profesional

Ana es consultora de talento. Después de licenciarse en Psicología y realizar un Programa de Cooperación Educativa en Organización y RR.HH., trabajó inicialmente en el departamento de RR.HH. de una gran multinacional y después como consultora externa. Tras 25 años ayudando a las empresas a encontrar talento, tuvo la ocasión de participar como voluntaria en un servicio de orientación para el empleo y descubrió una nueva vía profesional que la satisfacía mucho.

Como Orientadora Laboral, podía utilizar sus conocimientos de reclutamiento y selección para ayudar a personas que buscaban empleo. Con el tiempo, fue descubriendo que su conocimiento de diferentes sectores de actividad y áreas funcionales en las empresas también le permitía orientar a las personas sobre posibles intereses laborales que ellas mismas desconocían. Durante varios años, disfrutó mucho realizando este trabajo. Ya hablamos de ella hace unos meses en este blog.

Pero el trabajo de orientación laboral para personas desempleadas depende de subvenciones de los servicios públicos de empleo, que a su vez dependen de cada comunidad autónoma. El cambio político en la comunidad autónoma donde Ana reside y trabaja implicó la desaparición de programas de orientación para el empleo tras más de dos décadas proporcionando excelentes resultados.

Ana no ha tenido demasiada dificultad para continuar trabajando y ha intensificado su actividad como colaboradora de Itinere Talent, que no ha dejado de mantener desde 2015. Además, en esta nueva etapa, la experiencia en orientación de Ana y otras consultoras colaboradoras ha permitido a Itinere Talent ofrecer el Servicio de Transición Profesional con muy buena acogida por los clientes.

Aun así, Ana piensa que algo no está bien. No ha dejado de sentir cierta frustración al ver cómo tantos excelentes profesionales de la orientación laboral tienen que buscar soluciones profesionales alternativas para subsistir mientras personas en situación de desempleo dejan de recibir asesoramiento o son asesoradas por personas sin la preparación adecuada. Por ello, se ha unido a ASORIENTACYL, una asociación creada para representar y defender el reconocimiento y la valoración de la profesión.

 

Con esta segunda historia de su trayectoria profesional, Ana nos muestra la importancia de preocuparnos también por el bienestar de otras personas, receptores de un servicio que ofrecemos o compañeros con los que hemos trabajado. Mantener un propósito que incluya el bienestar de los demás hace que nuestros objetivos sean más humanos y nos ayuda a disfrutar más con lo que hacemos en el día a día.


El viaje de Enrique: dejarse asesorar para seguir asesorando.

Enrique terminó sus estudios de turismo a finales de los años 90. Tuvo la suerte de hacer sus prácticas en una gran compañía de viajes y allí adquirió la experiencia necesaria en atención al cliente y en programas de gestión turística. Su pasión por viajar, aprovechando cada oportunidad, lo convirtió en un excelente agente de viajes.

Tuvo la ocasión de considerar diferentes ofertas, pero optó por quedarse en una modesta agencia de viajes de su localidad. Un equilibrio entre retribución y calidad de vida que le permitió conciliar felizmente trabajo y familia. Disfrutaba muchísimo con su profesión. Para sus vecinos, era el amable encargado de la agencia que les ayudaba a programar sus momentos más deseados. Elegía destinos perfectamente adaptados a los intereses y necesidades de cada cliente, cuidando todos los detalles para que cada viaje fuera perfecto.

Enrique no se cansaba de esta rutina porque, como le gustaba decir, vivía enlazando un viaje con otro. Aprovechaba cualquier oportunidad para hacer una escapada con su propia familia, pero, además, sentía que acompañaba a cada familia, grupo o persona para quienes organizaba un viaje.

Y pensaba que así seguiría siendo hasta su jubilación. Nunca imaginó que los dueños de la agencia decidirían cerrarla. "Estamos encantados con tu trabajo, Enrique, pero ya ves que cada vez tenemos menos clientes. Los jóvenes prefieren organizarse sus propios viajes," así comenzó la terrible conversación que terminó con la comunicación de su inminente despido. Despido objetivo por cierre de negocio.

No podía culpar a sus jefes. Efectivamente, no había querido verlo antes, pero se daba cuenta de que la facturación de la agencia había caído drásticamente. Incluso se había encontrado con algunos de sus clientes de toda la vida que le contaron viajes organizados por sus hijos. Como decían que no habían estado tan bien organizados como los de la agencia, Enrique se quedaba tranquilo pensando que volverían; pero la realidad es que no solían hacerlo.

Así que, con 54 años, Enrique se enfrentó al desempleo. Mucho tiempo para pensar y un gran riesgo de caer en depresión. Pero sus hijos le recordaban cada día la suerte que tuvieron de contar con un padre como él, que les inculcó el espíritu viajero y les mostró lugares extraordinarios en los cinco continentes. Fueron también ellos quienes le animaron para que ahora fuese él quien se dejase aconsejar por un profesional que le ayudara a organizar el mejor viaje posible: su Transición Profesional.

Y así es como Enrique inició su nueva aventura de la mano de Itinere Talent, aprendiendo a aprender nuevamente, a conocer y potenciar sus habilidades, y a adquirir nuevos conocimientos que complementaran su perfil para responder a las exigencias de un mundo más digital y globalizado. Apenas ha comenzado la fase de mirar ofertas y Enrique ya tiene opciones sobre la mesa. Uno de los centros donde se ha formado en marketing digital le ha puesto en contacto con una revista de viajes que buscaba un creador de contenido. A sus 55 años, Enrique está feliz, con la misma ilusión que siempre ha sentido cada vez que comenzó un viaje.

 

La historia de Enrique nos muestra que no debemos confiarnos cuando las cosas parecen ir bien; en un mundo tan cambiante como el actual, la innovación y el aprendizaje continuo son imprescindibles para mantener viva la carrera profesional. Pero, aunque a veces las circunstancias parezcan complicarse, podemos seguir adelante si disfrutamos con un trabajo bien hecho y estamos atentos para adaptar nuestro talento a las nuevas demandas del mercado.


De la monotonía a la conexión humana: el nuevo camino de Luis

Luis había trabajado como contable en una gran gestoría durante más de una década. Era eficiente en su trabajo, siempre entregando la documentación necesaria a tiempo y manteniendo las cuentas en perfecto orden. Los clientes estaban satisfechos, aunque Luis apenas tenía contacto directo con ellos. Esa tarea recaía en los comerciales, quienes se encargaban de mantener las relaciones y de conocer en profundidad las necesidades de cada cliente.

Luis tenía también una buena relación con sus compañeros de oficina. A menudo compartían almuerzos y charlas informales sobre la vida cotidiana. Sin embargo, los propietarios de la empresa, apenas se dejaban ver por la oficina. Esta desconexión con los dueños y con los clientes empezó a pesarle a Luis. Aunque su trabajo era estable y bien remunerado, comenzó a sentir que algo le faltaba.

Día tras día, Luis se encontraba sumido en la monotonía de revisar facturas, preparar balances y presentar informes financieros. Aunque conocía a la perfección las cuentas de las empresas para las que trabajaba, no entendía realmente a qué se dedicaban ni cuál era su propósito. Sentía que su trabajo carecía de sentido y que simplemente estaba pasando los días sin avanzar ni crecer profesionalmente.

Un día, mientras organizaba un montón de papeles, Luis se dio cuenta de que necesitaba un cambio. Recordó su interés por la comunicación y el trato directo con las personas, algo que había disfrutado mucho durante sus años universitarios cuando trabajaba como camarero en un pequeño café. Allí, había aprendido a escuchar a los clientes, a entender sus necesidades y a ofrecerles un servicio personalizado.

Decidido a recuperar esa conexión humana, Luis empezó a explorar nuevas oportunidades. Asistió a seminarios y talleres sobre atención al cliente y comunicación efectiva, y se inscribió en un curso de desarrollo personal que le ayudó a redescubrir sus intereses y habilidades. Poco a poco, fue formulando un plan para cambiar de rumbo profesional.

Una tarde, mientras navegaba por internet, Luis encontró una oferta de trabajo que captó su atención: una pequeña empresa de consultoría financiera buscaba a alguien con experiencia en contabilidad y un buen trato con los clientes. La empresa se especializaba en ayudar a startups y pequeñas empresas a establecerse y crecer, ofreciendo no solo servicios contables, sino también asesoramiento personalizado.

Luis decidió postularse para el puesto. Preparó su currículum, resaltando no solo su experiencia contable, sino también sus nuevas habilidades en comunicación y atención al cliente. La entrevista fue un éxito. Los dueños de la consultoría quedaron impresionados con su trayectoria y su motivación para ofrecer un servicio más cercano y personalizado.

En su nuevo trabajo, Luis encontró la satisfacción que tanto había buscado. Ahora, no solo preparaba documentos financieros, sino que también se reunía con los clientes, escuchaba sus historias y comprendía sus objetivos. Cada empresa tenía un rostro, un propósito, y Luis se sentía parte integral de su éxito. Esta cercanía le permitió ofrecer soluciones más adaptadas a las necesidades específicas de cada cliente, y pronto se convirtió en una figura clave dentro de la consultoría.

Además, la estructura más pequeña de la empresa facilitó una comunicación interna más estrecha con sus jefes y compañeros. Las decisiones se tomaban en equipo, y Luis se sentía valorado y escuchado. Su jornada laboral era ahora una combinación de números y relaciones humanas, lo que le brindaba una satisfacción y un propósito que antes no había experimentado.

 

A través de esta transición, Luis redescubrió su pasión por el trabajo y la importancia de encontrar un equilibrio entre las habilidades técnicas y la interacción humana. Su historia nos recuerda que nunca es tarde para buscar un cambio que nos haga sentir realizados y que, a veces, el camino hacia la satisfacción profesional pasa por redescubrir nuestras raíces y conectar con lo que realmente nos apasiona.


Manuela: nunca es tarde para reinventarse

Manuela, una trabajadora del sector textil, comenzó su carrera en una fábrica pequeña de pantalones a los 18 años. Aunque estaba a gusto, una década después decidió cambiar a una empresa más grande porque le permitía conciliar mejor su vida familiar al ofrecerle turno continuo de mañana.

A pesar de la pena inicial por dejar a sus primeras compañeras, se alegró de la decisión tomada cuando su primera empresa cerró al jubilarse el propietario. Además, en la nueva empresa, su trabajo era más variado por la diversidad de prendas que trabajan, y cuentan con maquinaria más potente, que se va renovando cada cierto tiempo. Manuela no tuvo dificultad para adaptarse, tanto en la relación con nuevos compañeros como en los procedimientos de trabajo, y durante muchos años estuvo a gusto realizando tareas fáciles para ella.

Sin embargo, cuando sus hijos se independizaron, Manuela sintió un cierto vacío y se dio cuenta de que su trabajo ya no la llenaba por completo. Se enteró por entonces de que la empresa abría un proceso de selección para el puesto de Supervisor/a de Equipo y pensó que le gustaría el puesto, así que presentó su solicitud al departamento de Recursos Humanos.

Para Manuela supuso un pequeño disgusto saber que había sido seleccionada otra persona, pero consideró normal que, a su edad, pasados los 50, ya no se la tuviera en cuenta para asumir determinadas responsabilidades. Sin embargo, se sorprendió al descubrir que la nueva Supervisora era aún mayor que ella. Fue entonces cuando se animó a preguntar al Responsable de Recursos Humanos porqué habían elegido a una persona que, al venir de fuera, no conocía tan bien como ella el funcionamiento de la fábrica y a las personas del equipo. Y la respuesta fue contundente: para el puesto de Supervisor/a se requiere una formación que Manuela no tenía.

Esto hizo reflexionar a Manuela y, contando con tiempo libre por las tardes, se animó a matricularse para realizar estudios de Formación Profesional, primero "Técnico en Fabricación y Ennoblecimiento de Productos Textiles" y después "Técnico Superior en Diseño Técnico en Textil y Piel".

El comienzo fue difícil, al no tener el hábito de estudio, pero, a cambio, contaba con un conocimiento práctico de los temas que le resultó muy útil. También recibió gran apoyo por parte de los profesores y, sobre todo, se enriqueció a nivel personal de la relación con compañeros de estudio que, siendo mucho más jóvenes que ella, la acogieron con los brazos abiertos.

Con perseverancia y esfuerzo, Manuela completó sus estudios y, a sus casi 60 años, se ha convertido en Supervisora de Equipo. Además, está considerando nuevas oportunidades de aprendizaje para seguir creciendo personal y profesionalmente.

 

La historia de Manuela nos enseña que nunca es tarde para reinventarse y perseguir nuestros sueños. A menudo, nuestras propias limitaciones mentales son las que nos impiden avanzar. Manuela es un ejemplo inspirador de cómo superar obstáculos y seguir aprendiendo a cualquier edad.