Andrés es diseñador gráfico. Trabajó para grandes compañías durante muchos años y se acostumbró a hacerlo en soledad cada vez más a menudo, porque en su sector, el teletrabajo está muy aceptado.

Hace un par de años, vio la posibilidad de participar en un proyecto artístico que le parecía muy interesante, pero requería que fuera profesional autónomo. Reflexionó sobre ello y, finalmente, decidió aceptar el reto. Probablemente la mejor decisión que tomó en su vida, suele decir.

No solo disfrutó enormemente realizando su aportación para aquel proyecto, sino que también le proporcionó interesantes contactos que le permitieron después continuar trabajando como profesional independiente.

Y esa independencia, la posibilidad de elegir en qué proyectos participar o dar a los clientes su punto de vista sobre cómo enfocarlos, es una forma de trabajar que, a Andrés, le ha hecho muy feliz.

No todos son ventajas, claro. Como profesional autónomo, también tiene que hacer presupuestos y facturas, presentar cuentas y buscar nuevos clientes. Sobre todo, buscar nuevos clientes, la idea que más martiriza a Andrés.

Hasta hace unas semanas, era como un rumor vago en su cabeza: ¿y si algún día llegara a quedarse sin proyectos? Pero gracias a las buenas recomendaciones de sus clientes, siempre tuvo suficiente trabajo, posiblemente incluso más del que en algún momento le hubiera gustado.

Y entonces, llegó el verano del 24, como ha decidido llamarlo, un verano en el que los clientes desaparecieron, como si nadie fuese a necesitar ya nunca más generar nuevos diseños. Julio le sirvió para descansar, tras dos años sin apenas vacaciones, acogió la caída de actividad casi como una oportunidad de relajarse y aprovechó para dedicarse a sus planes personales.

Pero cuando llegó agosto y los pedidos no llegaban, ni siquiera una solicitud de presupuesto o una consulta sobre precios, empezó a preocuparse, y aquel vago rumor en su cabeza se convirtió en un estruendoso redoble de tambores. Algo tenía que hacer para conseguir nuevos clientes.

Con su experiencia participando en campañas de publicidad ajenas, Andrés tuvo entonces una idea. Lanzó una campaña ofreciendo un descuento a quienes contrataran sus servicios durante el mes de agosto. Además de utilizar sus redes sociales, pidió a familiares y amigos que le ayudaran a difundirlo.

Ayer terminó el mes de agosto, y Andrés tiene tantos proyectos acordados que no acepta pedidos nuevos hasta 2025. Tiene incluso algún proyecto para la próxima Semana Santa.

Y se siente nuevamente feliz por poder seguir trabajando en el diseño de proyectos que le ilusionan. Ahora sabe, además, que cuando las circunstancias lo requieran, deberá trabajar en el diseño publicitario del proyecto más importante: el suyo.

 

La historia de Andrés nos muestra que trabajar como profesional independiente puede ser muy satisfactorio, pero también complicado en algunos momentos. Sin embargo, aquellos que tienen la ilusión y determinación para afrontar este reto pueden superar las complicaciones con reflexión, creatividad y una actitud proactiva.