Silvia empezó sus estudios de Psicología sin estar muy convencida de qué destino profesional le esperaba después. Solo sabía que le interesaban las personas. Y en su tercer curso, entonces las licenciaturas eran de cinco años, descubrió el Marketing. La posibilidad de indagar sobre las necesidades reales de la gente y la idea de hacer publicidad de manera ética, la conquistaron enseguida.

Así que no dudó en realizar el Programa de Cooperación Educativa que entonces ofrecía su facultad. No fue fácil compaginar las clases de los dos últimos cursos de Psicología con seminarios de Marketing por las tardes; y además pasar el último verano de su vida universitaria realizando prácticas en una Agencia. Pero lo consiguió. Y a sus 23 años era ya una boyante profesional del Marketing.

Pronto encontró trabajo en una buena empresa del sector textil y, durante más de una década, disfrutó participando en la elaboración de sus campañas publicitarias. En los últimos años, pasó también a ocupar un puesto de responsabilidad en la organización de eventos, que le ayudó a afianzar aún más la confianza en sus competencias organizativas.

Pero en pleno auge de su carrera profesional las circunstancias cambiaron. Su empresa fue absorbida por una multinacional con más envergadura, y algunos departamentos, como el de Marketing y Relaciones Públicas, dejaron de considerarse necesarios por disponer ya la empresa de un Departamento Corporativo para estas funciones.

Al principio, Silvia pensó que resolvería pronto esta situación, que encontraría otro empleo con la misma facilidad que la primera vez. Pero no fue así, el tiempo pasaba, las oportunidades laborales que encontraba acordes a su perfil eran escasas, y cuando tenía ocasión de presentar su candidatura no recibía respuesta alguna, o la contestaban con evasivas ante su insistencia.

La depresión comenzaba a amenazar en su estado de ánimo cuando una amiga, a la que había conocido un año antes, le mostró una alternativa. Su amiga había estudiado para ser cocinera y conocía un negocio de restauración que se traspasaba. Silvia no conocía apenas el sector de la hostelería, pero sí sabía que se le daba bien gestionar y la organización de eventos, así que enseguida se ilusionó con el proyecto.

Su amiga se responsabilizaría de todo lo relacionado con la cocina, contactaron con un tercer socio que tenía experiencia como camarero, y Silvia se hizo cargo de la promoción del restaurante, así como de la gestión más empresarial, finanzas, licencias, contrataciones de personal, etc.

Y no dudó en aportar el dinero de su indemnización, la misma cantidad que aportó el camarero y algo más de lo que aportó la cocinera.

Continuará ….