Mario: de la ilusión de la Enseñanza a la realidad de la Farmacia

Mario hubiera querido ser maestro. Le gustaba estudiar y se sorprendía de la pereza que mostraban otros niños de su pueblo. Algunos se quejaban de la autoridad que ejercía Don Severiano, “haciendo honor a su nombre”, solían decir. Pero Mario quería ser un maestro comprensivo, hacer que los niños desearan aprender.

Las circunstancias, sin embargo, lo obligaron a seguir otro camino. Cuando aún no había terminado sus estudios básicos, su padre sufrió un accidente que le impidió seguir trabajando, y Mario, el mayor de siete hermanos, tuvo que hacerse cargo de la hacienda familiar. Huerto y animales pasaron a ser su responsabilidad, la universidad quedó en un mero sueño de infancia.

Durante un par de décadas, Mario aceptó su destino sin plantearse otras alternativas. Era lo que había tocado y tampoco le quedaba mucho tiempo para pensar. En todo caso, no perdió nunca la motivación por el estudio y aprovechaba cualquier rato libre para leer e instruirse. “Una buena cultura general no hace daño a nadie” fue y sigue siendo una de sus frases preferidas.

Un día conoció a la que hoy es su mujer. La llegada al pueblo de una nueva farmacéutica no pasó desapercibida para ningún vecino, y mucho menos para Mario. A primera vista, le pareció guapísima, pero enseguida comenzó a valorar aún más las largas conversaciones que mantenían sobre todo tipo de temas cuando ella cerraba la farmacia y Mario la esperaba para dar un paseo.

Apenas unos meses después, se casaron, y esto no solo cambió la vida personal de Mario, también su profesión. Poco a poco, Mario se fue interesando por los asuntos de la farmacia. Atendía al público con el apoyo de su mujer cuando había mucha gente y le gustaba conocer cada medicamento, sus indicaciones, posibles efectos secundarios, dosis recomendadas o cómo tomarlos. Leía prospectos y revistas especializadas que llegaban a la farmacia, y estaba presente en las visitas de representantes que venían a hablarles de nuevas referencias.

Su actividad en el campo era cada vez más reducida, y habló con uno de sus hermanos para pasarle el testigo de la explotación familiar, al tiempo que decidió darse de alta como ayudante de la farmacia que, por su ubicación estratégica cerca de una zona turística, tenía mucha actividad, especialmente durante los fines de semana.

Han pasado algunos años y Mario se siente muy satisfecho con la acreditación para poder trabajar oficialmente en la farmacia, que ha conseguido gracias al procedimiento de reconocimiento de competencias profesionales adquiridas a través de la experiencia. Le hablaron de esta opción cuando asistió a un curso para personal no técnico de farmacia, y no lo dudó un momento. Enseguida presentó su solicitud, justificada por los años de experiencia en la dispensación de medicamentos y los cursos que había realizado animado por su mujer y jefa.

El proceso no fue rápido, se demoraron casi dos años desde que Mario inició el trámite hasta que le llegó su acreditación. Durante este tiempo, tuvo que presentar mucha documentación y fue entrevistado por una asesora y una evaluadora, quienes le pidieron todo tipo de detalles sobre su forma de trabajar y sus conocimientos sobre medicamentos y procedimientos farmacéuticos. Finalmente, consideraron que contaba con las competencias necesarias para poder ejercer como Auxiliar de Farmacia.

Mirando al pasado, ahora Mario sí se pregunta si hubiera sido un buen maestro, pero no duda que es un buen ayudante de farmacia. Así se lo hacen sentir con frecuencia sus vecinos y clientes, que valoran mucho la amabilidad de Mario y su interés por ofrecer un servicio personalizado para cada uno. Un buen profesional.

 

La historia de Mario nos muestra que, generalmente, las personas con inquietudes por aprender y por ofrecer valor a los demás, acaban encontrando su camino para hacerlo de un modo a otro. A veces el destino parece ponernos obstáculos y en otras ocasiones nos regala oportunidades, que cada uno debemos saber aprovechar.


El viaje de Enrique: dejarse asesorar para seguir asesorando.

Enrique terminó sus estudios de turismo a finales de los años 90. Tuvo la suerte de hacer sus prácticas en una gran compañía de viajes y allí adquirió la experiencia necesaria en atención al cliente y en programas de gestión turística. Su pasión por viajar, aprovechando cada oportunidad, lo convirtió en un excelente agente de viajes.

Tuvo la ocasión de considerar diferentes ofertas, pero optó por quedarse en una modesta agencia de viajes de su localidad. Un equilibrio entre retribución y calidad de vida que le permitió conciliar felizmente trabajo y familia. Disfrutaba muchísimo con su profesión. Para sus vecinos, era el amable encargado de la agencia que les ayudaba a programar sus momentos más deseados. Elegía destinos perfectamente adaptados a los intereses y necesidades de cada cliente, cuidando todos los detalles para que cada viaje fuera perfecto.

Enrique no se cansaba de esta rutina porque, como le gustaba decir, vivía enlazando un viaje con otro. Aprovechaba cualquier oportunidad para hacer una escapada con su propia familia, pero, además, sentía que acompañaba a cada familia, grupo o persona para quienes organizaba un viaje.

Y pensaba que así seguiría siendo hasta su jubilación. Nunca imaginó que los dueños de la agencia decidirían cerrarla. "Estamos encantados con tu trabajo, Enrique, pero ya ves que cada vez tenemos menos clientes. Los jóvenes prefieren organizarse sus propios viajes," así comenzó la terrible conversación que terminó con la comunicación de su inminente despido. Despido objetivo por cierre de negocio.

No podía culpar a sus jefes. Efectivamente, no había querido verlo antes, pero se daba cuenta de que la facturación de la agencia había caído drásticamente. Incluso se había encontrado con algunos de sus clientes de toda la vida que le contaron viajes organizados por sus hijos. Como decían que no habían estado tan bien organizados como los de la agencia, Enrique se quedaba tranquilo pensando que volverían; pero la realidad es que no solían hacerlo.

Así que, con 54 años, Enrique se enfrentó al desempleo. Mucho tiempo para pensar y un gran riesgo de caer en depresión. Pero sus hijos le recordaban cada día la suerte que tuvieron de contar con un padre como él, que les inculcó el espíritu viajero y les mostró lugares extraordinarios en los cinco continentes. Fueron también ellos quienes le animaron para que ahora fuese él quien se dejase aconsejar por un profesional que le ayudara a organizar el mejor viaje posible: su Transición Profesional.

Y así es como Enrique inició su nueva aventura de la mano de Itinere Talent, aprendiendo a aprender nuevamente, a conocer y potenciar sus habilidades, y a adquirir nuevos conocimientos que complementaran su perfil para responder a las exigencias de un mundo más digital y globalizado. Apenas ha comenzado la fase de mirar ofertas y Enrique ya tiene opciones sobre la mesa. Uno de los centros donde se ha formado en marketing digital le ha puesto en contacto con una revista de viajes que buscaba un creador de contenido. A sus 55 años, Enrique está feliz, con la misma ilusión que siempre ha sentido cada vez que comenzó un viaje.

 

La historia de Enrique nos muestra que no debemos confiarnos cuando las cosas parecen ir bien; en un mundo tan cambiante como el actual, la innovación y el aprendizaje continuo son imprescindibles para mantener viva la carrera profesional. Pero, aunque a veces las circunstancias parezcan complicarse, podemos seguir adelante si disfrutamos con un trabajo bien hecho y estamos atentos para adaptar nuestro talento a las nuevas demandas del mercado.


La perseverancia de Julia para alcanzar su objetivo

Julia se casó profundamente enamorada de su marido, nunca ha dejado de estarlo, y se sintió inmensamente feliz cuando nacieron sus dos hijas. Los cuatro forman una familia de la que Julia siempre ha estado orgullosa. Nunca se arrepintió de haber dejado el trabajo como dependienta que desempeñó siendo soltera.

Durante los primeros años de casada, Julia no se cuestionó si su trabajo era valorado; comprendía la importancia de sacar adelante a la familia, ayudar a sus hijas con los estudios, encargarse de todas las tareas del hogar mientras su marido trabajaba fuera de casa, e incluso ayudarlo con las gestiones que, como profesional autónomo, tenía que realizar con frecuencia.

Y así pasaron los años, pero las niñas crecieron y la actividad doméstica se volvió menos exigente, más rutinaria. Fue entonces cuando Julia comenzó a hacerse preguntas. Primero, si podía hacer algo más para continuar sintiéndose útil, y segundo, lo que terminó convirtiéndose en uno de sus objetivos de vida: ¿por qué ella no tenía derecho a su propia pensión de jubilación si en realidad nunca había dejado de trabajar desde que era adulta?

Con esta meta en mente, Julia comenzó a prepararse. Tras formarse como Técnico Auxiliar en Hostelería y Turismo con la especialidad de Cocina, disfrutó mucho trabajando con contratos temporales de cocinera para diferentes entidades. Viendo, sin embargo, que no conseguía un trabajo estable, estudió también para obtener el Certificado de Profesionalidad en Atención Sociosanitaria a Personas en el Domicilio, y un módulo de Asistencia Personal, que le permite, además, acompañar a personas con diversidad funcional para que puedan mantener un estilo de vida independiente.

Y en los últimos años, Julia ha tenido que dar un nuevo giro a su vida. Cuando su familia volvió a necesitarla, no lo dudó ni un momento. Se ha trasladado a 1.000 kilómetros de su hogar para encargarse de su nieta mientras su hija desarrolla su profesión en la medicina.

Aun así, Julia no renuncia a su sueño de tener una pensión cuando se jubile. Para asegurarse de que llegará a cotizar los 15 años mínimos necesarios, ha decidido mantenerse dada de alta en la Seguridad Social como trabajadora del hogar. No sabe cuánto tiempo se mantendrá esta situación, pero ahora Julia sabe que está preparada para afrontar los retos que le vaya proponiendo la vida con la seguridad de alguien que ha aprendido a fijarse metas y luchar por conseguirlas.

 

La historia de Julia nos muestra que, cuando alguien se propone un objetivo, puede buscar soluciones diferentes a medida que cambian las situaciones, sin necesidad de rendirse y renunciar a eso que tanta ilusión le hace. Cuando las circunstancias de la vida nos presentan obstáculos, siempre podemos buscar el modo de abrir nuevos caminos.


Antonio y Manuel: el valor de complementarse

Antonio y Manuel son comerciales con muchos años de experiencia en el sector de la distribución, especialmente en el canal de las grandes superficies. Aunque sus trayectorias laborales no han sido muy diferentes, sus personalidades sí lo son. Antonio es atrevido y valiente, disfruta asumiendo riesgos. Manuel, en cambio, tiene un perfil más conservador; le gusta meditar bien las decisiones antes de tomarlas, a veces tanto que se le pasan oportunidades interesantes.

Hace algunos años, Antonio llevaba ya un par de años trabajando en una compañía de producción de encurtidos, y recibió una oferta de otra empresa para abrir mercado a una nueva marca de bebidas energéticas en la misma zona donde ya estaba trabajando. Antonio lo meditó profundamente, el salario que le ofrecían era algo superior, pero la apuesta era arriesgada. ¿Qué ocurriría si la nueva marca no conseguía asentarse? Quizá por comodidad o tal vez porque le parecía más estable, Antonio optó por continuar en la empresa en la que estaba.

Por la misma época, Manuel trabajaba para una empresa de embutidos, y vio una oferta para trabajar en la compañía de Antonio. Manuel también tenía bastante estabilidad en su empresa anterior, pero no dudó en postularse para este puesto que le ofrecía condiciones similares, pero en una zona geográfica más cercana a su domicilio.

Así fue como Antonio y Manuel pasaron a ser compañeros, y pronto desarrollaron una buena amistad. Siendo, como ya hemos comentado, tan diferentes sus personalidades, encontraron muchos puntos de conexión en cuantos a sus valores y la forma de entender su profesión.

Y entonces ocurrió lo que ninguno de ellos había previsto. La empresa de encurtidos dio en quiebra, y de la noche a la mañana ambos se quedaron sin empleo. Antonio por haber sido precavido y Manuel por haberse arriesgado. Una circunstancia que les hizo reflexionar a ambos.

Así fue como se dieron cuenta de lo útil que podría resultarles unir sus competencias. Habían hablado muchas veces sobre un posible nicho de mercado que ambos habían detectado. Se trataba de una zona geográfica poco atendida comercialmente, que por encontrarse en zona rural y sin presencia de grandes superficies, no parecía interesar a las grandes compañías de alimentación y bebidas. Antonio y Manuel, pensaban, sin embargo, que una pequeña empresa de distribución podría llegar a generar negocio en esa zona.

Claro que Manuel es siempre quien más anima y propone, pero la prevención de Antonio le da mucha seguridad. No pone ninguna idea en práctica sin antes pasarla por la prueba de la actitud reflexiva de Antonio. Y de este modo, están consiguiendo sacar adelante un boyante proyecto, que no solo les permite seguir ejerciendo su actividad profesional, además favorecen el desarrollo del comercio local en la zona.

 

Antonio y Manuel nos muestran que tomar decisiones más o menos conservadoras en un mundo tan cambiante como el actual no es garantía de seguridad, pero sí lo es mantener una mente abierta para adaptarnos a las circunstancias. Confiar en nuestras propias competencias y en las de otros profesionales con perfiles que nos complementen puede ser la clave para transformar la adversidad en éxito.


De la monotonía a la conexión humana: el nuevo camino de Luis

Luis había trabajado como contable en una gran gestoría durante más de una década. Era eficiente en su trabajo, siempre entregando la documentación necesaria a tiempo y manteniendo las cuentas en perfecto orden. Los clientes estaban satisfechos, aunque Luis apenas tenía contacto directo con ellos. Esa tarea recaía en los comerciales, quienes se encargaban de mantener las relaciones y de conocer en profundidad las necesidades de cada cliente.

Luis tenía también una buena relación con sus compañeros de oficina. A menudo compartían almuerzos y charlas informales sobre la vida cotidiana. Sin embargo, los propietarios de la empresa, apenas se dejaban ver por la oficina. Esta desconexión con los dueños y con los clientes empezó a pesarle a Luis. Aunque su trabajo era estable y bien remunerado, comenzó a sentir que algo le faltaba.

Día tras día, Luis se encontraba sumido en la monotonía de revisar facturas, preparar balances y presentar informes financieros. Aunque conocía a la perfección las cuentas de las empresas para las que trabajaba, no entendía realmente a qué se dedicaban ni cuál era su propósito. Sentía que su trabajo carecía de sentido y que simplemente estaba pasando los días sin avanzar ni crecer profesionalmente.

Un día, mientras organizaba un montón de papeles, Luis se dio cuenta de que necesitaba un cambio. Recordó su interés por la comunicación y el trato directo con las personas, algo que había disfrutado mucho durante sus años universitarios cuando trabajaba como camarero en un pequeño café. Allí, había aprendido a escuchar a los clientes, a entender sus necesidades y a ofrecerles un servicio personalizado.

Decidido a recuperar esa conexión humana, Luis empezó a explorar nuevas oportunidades. Asistió a seminarios y talleres sobre atención al cliente y comunicación efectiva, y se inscribió en un curso de desarrollo personal que le ayudó a redescubrir sus intereses y habilidades. Poco a poco, fue formulando un plan para cambiar de rumbo profesional.

Una tarde, mientras navegaba por internet, Luis encontró una oferta de trabajo que captó su atención: una pequeña empresa de consultoría financiera buscaba a alguien con experiencia en contabilidad y un buen trato con los clientes. La empresa se especializaba en ayudar a startups y pequeñas empresas a establecerse y crecer, ofreciendo no solo servicios contables, sino también asesoramiento personalizado.

Luis decidió postularse para el puesto. Preparó su currículum, resaltando no solo su experiencia contable, sino también sus nuevas habilidades en comunicación y atención al cliente. La entrevista fue un éxito. Los dueños de la consultoría quedaron impresionados con su trayectoria y su motivación para ofrecer un servicio más cercano y personalizado.

En su nuevo trabajo, Luis encontró la satisfacción que tanto había buscado. Ahora, no solo preparaba documentos financieros, sino que también se reunía con los clientes, escuchaba sus historias y comprendía sus objetivos. Cada empresa tenía un rostro, un propósito, y Luis se sentía parte integral de su éxito. Esta cercanía le permitió ofrecer soluciones más adaptadas a las necesidades específicas de cada cliente, y pronto se convirtió en una figura clave dentro de la consultoría.

Además, la estructura más pequeña de la empresa facilitó una comunicación interna más estrecha con sus jefes y compañeros. Las decisiones se tomaban en equipo, y Luis se sentía valorado y escuchado. Su jornada laboral era ahora una combinación de números y relaciones humanas, lo que le brindaba una satisfacción y un propósito que antes no había experimentado.

 

A través de esta transición, Luis redescubrió su pasión por el trabajo y la importancia de encontrar un equilibrio entre las habilidades técnicas y la interacción humana. Su historia nos recuerda que nunca es tarde para buscar un cambio que nos haga sentir realizados y que, a veces, el camino hacia la satisfacción profesional pasa por redescubrir nuestras raíces y conectar con lo que realmente nos apasiona.


En busca de la verdadera vocación: la decisión de Julio

Julio es Licenciado en Psicología y se especializó en Gestión de Recursos Humanos, lo que hoy conocemos más por Gestión del Talento. Siempre ha disfrutado mucho con su trabajo, tanto que, hace unos años, comenzó a compaginarlo con la docencia.

Su primera reacción cuando la ofrecieron preparar unas clases para alumnos de un máster fue de rechazo, miedo escénico, síndrome del impostor, …. Pero pronto se dejó seducir por la idea de compartir los conocimientos adquiridos durante sus años de carrera profesional con las generaciones futuras.

Y lo que comenzó siendo una tarea adicional a su trabajo principal derivó rápidamente en una pasión creciente. Sus charlas en el master pronto evolucionaron para convertirse en una asignatura completa, y pronto se presentaron otras oportunidades para compartir su experiencia, como cursos sobre hablar en público, habilidades directivas o gestión del estrés.

Los compromisos formativos fueron creciendo y Julio cada vez era más demandado por distintas entidades para participar como docente. Pero su agenda ya no le permitía atender a todas las solicitudes que recibía y, tenía que asumir otra realidad, su vida personal también comenzaba a resentirse con tantas responsabilidades.

Julio se daba cuenta de que era momento de comenzar a rechazar proyectos que le entusiasmaban y esto le causaba bastante malestar. Valoró la situación con su familia, aunque era consciente de que la responsabilidad de decidir era principalmente suya, y tras unos días de reflexión, hace un año tomó una decisión que supondría un giro radical a su carrera profesional: solicitó una excedencia en su puesto como Director de Atracción y Fidelización de Talento para dedicarse exclusivamente a la docencia.

A lo largo de este año, Julio ha seguido disfrutando con cada hora de clase que ha impartido. Además de enseñar, ha aprovechado este tiempo para seguir formándose, adquiriendo nuevos conocimientos y preparando con ilusión nuevos contenidos para ofrecer a otros profesionales.

Haciendo una revisión retrospectiva de estos últimos 12 meses, Julio no duda ni un momento en afirmar que tomó la decisión correcta. Sin ser la mejor opción en términos económicos, considera que este camino sin duda le está conduciendo hacia un mejor desarrollo profesional y personal, proporcionándole una sensación de realización y plenitud que no había experimentado antes.

 

La historia de Julio nos recuerda la importancia de seguir nuestras pasiones y perseguir aquello que nos hace sentir realizados, incluso si significa tomar decisiones difíciles y alejarnos de lo convencional. Su valiente elección de dejar atrás una carrera estable en favor de seguir su verdadera vocación nos enseña que la felicidad y la satisfacción personal a menudo van de la mano con la búsqueda de significado y propósito en nuestras vidas laborales. A través de su ejemplo, nos inspira a reflexionar sobre nuestras propias elecciones profesionales y a tener el coraje de seguir nuestros sueños, sin importar cuán desafiante pueda parecer el camino.


El camino de Natividad: superando obstáculos para encontrar nuevas oportunidades

Natividad se autodefine como “maestra de vocación desde los 7 años”. Aprobó las oposiciones de magisterio con 22 años y, mientras realizaba su trabajo con muchísima ilusión, continuó formándose para conseguir hasta 5 especialidades. También forma parte de la primera generación de Psicopedagogos que estudiaron esta carrera telemáticamente, lo que le permitió compaginar estudios y trabajo.

Durante los primeros seis años de la vida de su hijo, Natividad solicitó una reducción de jornada para asegurarse de que podría cumplir eficazmente con sus dos pasiones, la crianza como madre y la enseñanza como maestra. Dos pasiones que ha mantenido vivas hasta hoy a pesar de los obstáculos que ha ido encontrando en el camino.

Cuando tenía 39 años, trabajando en un colegio, Natividad sufrió un accidente y, aunque se reincorporó tan pronto como estuvo recuperada, las secuelas derivaron en fibromialgia e isquemia cerebral. Fue duro para ella sentir cómo los dolores la obligaban a ausentarse con frecuencia de un trabajo que tanto amaba, pero más duro fue descubrir que, justificando estas reiteradas ausencias, la Administración imponía su jubilación.

Con solo 46 años, Natividad sintió como si le hubieran cortado la vida. Pensó que la trataban como a un número, que se trataba de una decisión injusta, que no se estaba considerando su valía como persona y como profesional. Fueron tiempos muy complicados, tenía que asumir su nueva situación laboral cuando todavía estaba intentando aceptar el diagnóstico de una enfermedad que iba a acompañarla el resto de su vida.

La recuperación no fue fácil ni rápida, pero hoy Natividad puede contar cómo poco a poco fue aprendiendo a comprender su enfermedad, a convivir con ella, y a escucharla para poder seguir adelante a pesar de las limitaciones. Así nos lo contó en uno de sus libros «Un viaje para dos: mi fibromialgia y yo».

Sin renunciar a su pasión, Natividad ha encontrado otras maneras de compartir sus conocimientos con otras personas. Ha publicado ya cinco libros, ahora está trabajando en el sexto. Colaboró también como voluntaria en dos periódicos digitales y en dos programas de radio, «Escuela de Padres» y «En tus manos», donde nos ayudaba a entender las emociones;. Publica su propio blog, QuitaLaMordaza.com, proporcionando visibilidad a cualquier tema que considera relevante para mejorar nuestro conocimiento del mundo y de la sociedad. Y entre tanta actividad, Natividad encuentra tiempo aún para colaborar de manera habitual con numerosas entidades que organizan actividades sociales y culturales.

En definitiva, Natividad sigue muy viva a pesar de no estar laboralmente activa, y con el tiempo ha llegado a valorar que la jubilación temprana ha supuesto para ella una oportunidad de participar y poner en marcha proyectos que cada día la ayudan a sentirse satisfecha.

 

Natividad nos enseña que, aunque la vida puede presentarnos desafíos inesperados, siempre hay formas de adaptarse y encontrar nuevas oportunidades. Su historia refleja la fuerza interior y la determinación para seguir adelante, incluso cuando las circunstancias son difíciles. A través de su ejemplo, nos inspira a enfrentar los cambios con valentía y a buscar nuevas formas de realizarnos, incluso cuando el camino parece estar lleno de obstáculos.


Satisfacción profesional y orgullo de madre

Araceli, madre de cuatro hijos, dejó su prometedora carrera en el sector financiero para centrarse en la crianza de su familia. Durante años, su día a día estuvo lleno de risas, juegos y enseñanzas, dedicando todo su tiempo y energía a sus hijos. Sin embargo, cuando el menor de sus retoños alcanzó la adolescencia, se dio cuenta de que ya no dependían tanto de ella.

Lejos de sentirse vacía, Araceli sintió el deseo de retomar su carrera profesional. Aún sabiendo que no sería fácil, con determinación y confianza en sus habilidades, decidió buscar nuevas oportunidades laborales. Y gracias a su experiencia previa en finanzas, pronto encontró un puesto como asesora financiera en una firma de consultoría especializada en planificación patrimonial y gestión de inversiones.

Aunque al principio se sintió un tanto insegura por haber estado fuera del mercado laboral durante tanto tiempo, enseguida comenzó a demostrar su valía y se ha adaptado con facilidad a su nuevo entorno laboral. Cada día que pasa, Araceli se siente más segura y realizada en su trabajo. Disfruta ayudando a sus clientes a tomar decisiones financieras inteligentes para alcanzar sus objetivos económicos. Su experiencia como madre le ha dotado de una empatía única y una capacidad excepcional para comprender las necesidades y preocupaciones de los inversores que confían en ella. En definitiva, se ha convertido en una asesora financiera excepcional.

Y a medida que se sumerge más en su carrera, Araceli encuentra un equilibrio saludable entre su vida laboral y familiar. Aunque a veces puede ser desafiante, se siente agradecida por haber podido retomar su carrera y muy satisfecha por el modo en que sus hijos presumen de madre, casi tanto como ella presume de tener una maravillosa familia.

 

La historia de Araceli nos recuerda que el camino hacia el éxito puede tener muchos giros y vueltas, pero con determinación, confianza y apoyo, podemos superar cualquier obstáculo y alcanzar nuestras metas. Su valiente decisión de regresar al mundo laboral después de dedicarse a su familia es un recordatorio poderoso de la importancia de perseguir nuestros sueños y encontrar un equilibrio entre nuestras responsabilidades familiares y profesionales.


Ángeles y la importancia de la integridad empresarial para la atracción de talento.

Hace algunos años, Ángeles tomó la decisión de dejar su vida en Madrid para trasladarse con su marido a Salamanca, y comenzó a contactar telefónicamente con diferentes inmobiliarias para buscar el que sería su futuro hogar.

En uno de estos contactos, el enfoque meticuloso de Ángeles al hacer preguntas sobre las propiedades llamó la atención del agente, quien se interesó por su pasado profesional.  Al parecer, estaban buscando un nuevo asesor inmobiliario para la empresa.

Efectivamente, en el pasado Ángeles había trabajado en una empresa inmobiliaria, y le pareció una excelente oportunidad para iniciar su vida en Salamanca con un empleo. Se organizó para acudir a una entrevista con el comercial que la atendió inicialmente y el responsable de la oficina.

Ángeles recuerda una entrevista muy agradable y productiva. Además de su conocimiento específico del sector inmobiliario, valoraron su experiencia de atención al cliente en un canal televisivo de pago: estar habituada a contactar con clientes para detectar sus intereses y recomendarles determinados canales, la ayudaría sin duda a ofrecer a cada cliente la solución habitacional más adecuada para sus necesidades vitales.

Y acordaron que Ángeles se incorporaría con ellos tan pronto como resolviera su situación en Madrid. Comunicó su baja voluntaria a la empresa para la que entonces trabajaba y mientras pasaban los 15 días de rigor aprovechó los fines de semana para organizar su mudanza provisional a casa de un familiar.

Un par de días antes de comenzar su nuevo trabajo, Ángeles ya lo tenía todo preparado, cuando recibió una llamada telefónica que nunca olvidará: el gerente de la inmobiliaria le comunicó que finalmente no iba a poder contratarla porque le había surgido un compromiso ineludible con otra persona.

Ángeles necesitó unos minutos para comenzar a asumir la idea. Había dejado ya su anterior trabajo y ahora no podía dar marcha atrás. Y no solo eso, le pedían que pasara por la oficina a recoger la documentación que les había entregado para preparar su contrato de trabajo. Cuando fue a recogerla, no recibió más explicaciones, un simple saludo de cortesía por ambas partes y la fría entrega de los papeles.

Algún tiempo después, Ángeles pasó casualmente por el lugar donde estaba ubicada la inmobiliaria y encontró la oficina abandonada. No se sorprendió. Pensó que una empresa tan poco seria con sus compromisos laborales, no ofrecería tampoco relaciones de confianza a los clientes.

 

La historia de Ángeles destaca la importancia de la integridad y la fiabilidad en el mundo empresarial, especialmente en lo que respecta a la atracción y retención del talento. En un mercado laboral cada vez más competitivo, los profesionales se deben informar exhaustivamente sobre la credibilidad y la ética de las empresas antes de aceptar un empleo. Por lo tanto, mantener una reputación sólida y cumplir con los compromisos asumidos es esencial para construir relaciones duraderas y exitosas con profesionales y clientes por igual.


La reinvención profesional de Guadalupe hacia la gasolinera

Guadalupe administró una pequeña empresa de informática durante muchos años, disfrutaba encargándose del papeleo y sobre, todo de atender a los clientes. Pero un día, los socios acordaron que era momento de cerrar la empresa. Guadalupe pensó entonces que necesitaría ayuda para reinventarse profesionalmente y contactó con Itinere Talent para contratar un Proceso de Transición Profesional.

Guadalupe tuvo que comenzar por definir un objetivo que fuera motivante para ella y a la vez realista. Vivir en una ciudad pequeña puede suponer una limitación en este sentido por el tipo de oportunidades que se ofrecen. Guadalupe mostró su preferencia por trabajar de cara al público y su facilidad para realizar trámites informáticos.

Junto con su coach, elaboró entonces un curriculum vitae que reflejaba bien sus competencias profesionales, así como su potencial para adaptarse a un nuevo puesto de trabajo. Repasaron también algunos aspectos a tener en cuenta para transmitir una imagen sincera pero competente durante las entrevistas.

Y finalmente, se pusieron a analizar la oferta laboral en la zona, centrándose sobre todo en puestos administrativos o de comercio. Surgió también una oportunidad de trabajar como Expendedora en una gasolinera para hacer una sustitución de unos pocos días.

No era una de las opciones que inicialmente Guadalupe hubiera valorado, pero analizando la cuestión con su coach, lo tomaron como una escala intermedia que mejoraría su seguridad a la hora de acceder a otro puesto de trabajo más acorde con su objetivo. También le permitiría mostrar a futuros contratadores que aún tenía buena capacidad de aprender y adaptarse a nuevos entornos laborales.

De modo que Guadalupe aceptó este trabajo en la gasolinera mientras seguía buscando otras opciones. Y esas opciones llegaron, se incorporó a otra empresa para desempeñar un puesto administrativo. Lo que nunca había imaginado Guadalupe es que iba a echar de menos su trabajo en la gasolinera. Se dio cuenta de que lo había disfrutado mucho más de lo esperado, y también había recibido una excelente valoración por parte de compañeros y superiores.

Un mes después de trabajar como administrativo, la gasolinera ha vuelto a contactar con Guadalupe para ofrecerla un contrato más estable. Y Guadalupe no ha dudado en aceptarlo, deja su puesto más cómodo de oficina. Se siente muy feliz de poder realizar un trabajo que disfruta y en el que se siente realmente valorada.

 

Muchas veces, al elegir un camino profesional, rechazamos oportunidades por ideas preconcebidas; establecemos nuestros objetivos en base a prejuicios que pueden resultar erróneos, sin permitirnos probar distintas opciones hasta encontrar aquella actividad con la que nos sentimos realmente identificados. La historia de Guadalupe nos recuerda la importancia de estar abiertos a nuevos desafíos, y cómo a veces las experiencias inesperadas pueden llevarnos a encontrar nuestra verdadera satisfacción laboral.