Gustavo y la transformación de un desafío en éxito profesional
Licenciado en Psicología, Gustavo enfocó su carrera profesional hacia el mundo de la empresa con el objetivo de ayudar a personas con talento a encontrar el puesto ideal donde pudieran desarrollar sus competencias de la mejor manera posible. Desde el principio, disfrutó mucho realizando procesos de selección, siempre esforzándose en ser empático y agradable con los candidatos, sin dejar de lado su responsabilidad de evaluarlos objetivamente.
Su destacada labor en este ámbito le permitió rápidamente asumir funciones adicionales, encargándose de elaborar procedimientos de reclutamiento y selección para formar de manera eficaz a los nuevos compañeros que se incorporaban a la empresa. Ayudar en la formación del equipo resultó para Gustavo más gratificante de lo que había imaginado. Siempre sintió que fue una suerte contar con profesionales tan capacitados y motivados que recibían con gratitud sus manuales y consejos.
Sin embargo, no le resultó tan fácil empezar a realizar funciones comerciales, una exigencia añadida a su puesto debido a cambios en la consultora para la que trabajaba. Sin apenas recibir formación específica para esta nueva tarea, Gustavo tuvo que valerse de su experiencia previa acompañando al equipo de ventas, su capacidad de observación, y su sentido común para ofrecer a los clientes el mejor servicio posible, un servicio que conocía a la perfección como experto en implementarlo.
Los primeros contactos no fueron fáciles. La actividad comercial nunca resulta sencilla, como sigue diciendo Gustavo en la actualidad. Pero gracias a su tesón y al valor para salir de su zona de confort, pronto comenzó a detectar necesidades y ofrecer soluciones adaptadas para cada cliente, logrando sentirse cada vez más cómodo en esta función.
Con el tiempo, llegó a sentirse no solo cómodo, sino agradecido. Porque, años después, la empresa para la que trabajaba implementó un nuevo cambio que afectó drásticamente su área. A pesar de sus competencias y los buenos resultados obtenidos, Gustavo perdió su puesto de trabajo junto a muchos compañeros.
Sin embargo, esta situación no lo detuvo. Inmediatamente se puso en marcha, y las habilidades comerciales que había desarrollado por obligación se convirtieron en su mayor activo para conseguir los clientes que ha atendido durante los últimos cuatro años como profesional autónomo.
A menudo recibe ofertas para volver a trabajar por cuenta ajena, pero al mirar atrás, se da cuenta de que su actividad como profesional independiente le resulta mucho más satisfactoria. No olvida que fue una suerte haber recibido aquella imposición de captar clientes, que inicialmente le parecía una carga.
Una vez más, encontramos una historia en la que una situación inicialmente negativa acaba resultando de gran ayuda para su protagonista. Las personas que finalmente triunfan son aquellas que, como Gustavo, son capaces de afrontar los retos como oportunidades y no se rinden ante las dificultades.
El verano en que Andrés rediseñó su camino
Andrés es diseñador gráfico. Trabajó para grandes compañías durante muchos años y se acostumbró a hacerlo en soledad cada vez más a menudo, porque en su sector, el teletrabajo está muy aceptado.
Hace un par de años, vio la posibilidad de participar en un proyecto artístico que le parecía muy interesante, pero requería que fuera profesional autónomo. Reflexionó sobre ello y, finalmente, decidió aceptar el reto. Probablemente la mejor decisión que tomó en su vida, suele decir.
No solo disfrutó enormemente realizando su aportación para aquel proyecto, sino que también le proporcionó interesantes contactos que le permitieron después continuar trabajando como profesional independiente.
Y esa independencia, la posibilidad de elegir en qué proyectos participar o dar a los clientes su punto de vista sobre cómo enfocarlos, es una forma de trabajar que, a Andrés, le ha hecho muy feliz.
No todos son ventajas, claro. Como profesional autónomo, también tiene que hacer presupuestos y facturas, presentar cuentas y buscar nuevos clientes. Sobre todo, buscar nuevos clientes, la idea que más martiriza a Andrés.
Hasta hace unas semanas, era como un rumor vago en su cabeza: ¿y si algún día llegara a quedarse sin proyectos? Pero gracias a las buenas recomendaciones de sus clientes, siempre tuvo suficiente trabajo, posiblemente incluso más del que en algún momento le hubiera gustado.
Y entonces, llegó el verano del 24, como ha decidido llamarlo, un verano en el que los clientes desaparecieron, como si nadie fuese a necesitar ya nunca más generar nuevos diseños. Julio le sirvió para descansar, tras dos años sin apenas vacaciones, acogió la caída de actividad casi como una oportunidad de relajarse y aprovechó para dedicarse a sus planes personales.
Pero cuando llegó agosto y los pedidos no llegaban, ni siquiera una solicitud de presupuesto o una consulta sobre precios, empezó a preocuparse, y aquel vago rumor en su cabeza se convirtió en un estruendoso redoble de tambores. Algo tenía que hacer para conseguir nuevos clientes.
Con su experiencia participando en campañas de publicidad ajenas, Andrés tuvo entonces una idea. Lanzó una campaña ofreciendo un descuento a quienes contrataran sus servicios durante el mes de agosto. Además de utilizar sus redes sociales, pidió a familiares y amigos que le ayudaran a difundirlo.
Ayer terminó el mes de agosto, y Andrés tiene tantos proyectos acordados que no acepta pedidos nuevos hasta 2025. Tiene incluso algún proyecto para la próxima Semana Santa.
Y se siente nuevamente feliz por poder seguir trabajando en el diseño de proyectos que le ilusionan. Ahora sabe, además, que cuando las circunstancias lo requieran, deberá trabajar en el diseño publicitario del proyecto más importante: el suyo.
La historia de Andrés nos muestra que trabajar como profesional independiente puede ser muy satisfactorio, pero también complicado en algunos momentos. Sin embargo, aquellos que tienen la ilusión y determinación para afrontar este reto pueden superar las complicaciones con reflexión, creatividad y una actitud proactiva.
Adriana, vocación para combatir la sobrecarga laboral
Adriana está de vacaciones, al fin está de vacaciones. Ha descansado un par de días sin hacer nada y, después, ha reunido fuerzas para contarnos su historia. Llevaba tiempo con la idea de hacerlo, desde que empezó a seguir Camino para el Talento, hace un par de meses, pero no consiguió encontrar el momento.
Adriana es enfermera. Colabora puntualmente con otras áreas, pero sobre todo trabaja en Pediatría. Le encantan los niños y, aunque sufre viendo lo mal que lo pasan cuando están malitos, siempre pone una sonrisa, y la mejor versión de sí misma, para intentar que su estancia en el hospital sea lo menos dura posible.
Estos últimos meses, sin embargo, le ha costado un poco. Estaba cansada, muy cansada. Y el cansancio es un mal compañero, sobre todo cuando tienes que poner una sonrisa cada día a pesar del sufrimiento que ves a tu alrededor.
Adriana trabajó durante muchos años en el hospital de una capital de provincia pequeña, y ni siquiera cuando sus hijos fueron pequeños, le resultó tan duro el trabajo. Tenía la ayuda de su familia, y se puedo organizar bien para conciliar.
Pero el año pasado, por los estudios de sus hijos, decidieron trasladarse a otra ciudad más grande. Fue una decisión muy meditada y no se arrepienten, en general toda la familia se ha adaptado bien.
Y Adriana no tuvo mucha dificultad para encontrar trabajo en su nueva ubicación. Al fin y al cabo, la demanda de enfermeras en estos tiempos es muy alta. Demasiado alta, de hecho, porque al parecer faltan enfermeras.
Esta fue la circunstancia por la que Adriana tuvo que incorporarse inmediatamente, sin posibilidad de disfrutar vacaciones entre su trabajo anterior y el actual. De modo que ha tenido que trabajar durante 22 meses seguidos.
Trabajar y al mismo tiempo gestionar su mudanza, y adaptarse a su nueva ciudad y al nuevo ritmo de turnos. Y reconoce que la ha costado. Pero a pesar de sus muchos intentos, no ha conseguido vacaciones hasta ahora, 11 meses después de incorporarse a su puesto en un hospital diferente.
Por eso, Adriana ha querido contar su historia para alertar sobre algo que está pasando en la sanidad, y probablemente en otros sectores también. Entiende que no es sólo responsabilidad de la gestión de su empresa, un hospital privado, porque sabe que es muy difícil hoy en día encontrar buenos profesionales. Por eso, propone que se anime más a la juventud a formarse en áreas con tanta demanda laboral. Dos de sus hijos ya lo están haciendo.
Y por suerte, para Adriana al menos, lo peor ya ha pasado. Está convencida de que el próximo año no serán tan duro. Y podrá seguir sonriendo, como nunca ha dejado de hacer, a los niños que tanto cariño necesitan mientras se curan en el hospital.
Esta vez, Adriana con su historia quiere alertar sobre un problema que con frecuencia afecta en entornos laborales: la sobrecarga de trabajo por no disponer la organización de suficientes profesionales. Y el riesgo que supone para los trabajadores no poder disfrutar del suficiente descanso para reponer las energías necesarias. Un problema que, al final, acaba afectando tanto a la salud de las personas como a la propia productividad organizativa.
Santiago: un camarero de vocación satisfecho
Santiago no está de vacaciones. Tampoco tiene tiempo en agosto para contarnos su historia. Nos la resume uno de sus hijos, orgulloso de un padre que se ha dejado la vida trabajando para que él pudiera tener una profesión más cómoda.
De joven, Santiago quería ser Astronauta, le gustan mucho las estrellas, y siempre soñó con poder visitarlas. Pero ser astronauta no era una opción muy factible para el hijo mayor de un campesino andaluz.
A los 14 años, Santiago comenzó a trabajar con su padre en el campo. Largas jornadas para poco provecho. A Santiago no le salían las cuentas de productividad. Y en cuanto pudo, se fue a la costa para trabajar en la hostelería.
La hostelería tampoco era fácil, las jornadas se alargaban incluso hasta bien avanzada la noche, pero todos los meses llegaba la paga, que Santiago podía mandar a su madre para ayudar con los gastos de la casa y la educación de sus hermanos. Para él, para sus gastos de joven, quedaban las propinas, generalmente generosas, sobre todo cuando venían de turistas extranjeros.
Años después, con los hermanos ya colocados, Santiago pudo tener casa propia y, tanto paga como propinas las administró su mujer. Ella nunca se quejó de los duros horarios de Santiago, al fin y al cabo le conoció ya siendo camarero, y se apañó como pudo para sacar adelante a los cuatro hijos que tuvieron.
Más duro fue sobrellevar el largo periodo de su enfermedad. Casi tres años estuvo Santiago sin poder trabajar desde que diagnosticaron el cáncer. Económicamente no han sido tiempos fáciles, porque la Seguridad Social no da propinas como los buenos clientes, pero les ha permitido sobrevivir, sin recurrir siquiera a la ayuda que, gustosamente, sus hijos estaban dispuestos a ofrecerles.
Y sin embargo, más allá de la cuestión económica, Santiago se sorprendió añorando su bandeja en la mano. Hay profesionales que trabajan solamente por necesidad, pero Santiago es camarero de vocación, disfruta viendo las caras de los comensales cuando les lleva los platos, o recibiendo halagos agradecidos de sus clientes al despedirse.
Le sorprende aún cuando escucha las quejas de compañeros que no disfrutan ya, si es que alguna vez lo hicieron, de ver las mesas elegantemente preparadas antes de recibir al público, o vivir el trajín diario en horas punteras. A Santiago todo esto le encanta, le ayuda a sentirse vivo.
Definitivamente, Santiago se siente satisfecho por el trabajo que realiza, e incluso alguna vez agradece al cáncer que le ayudara a valorar la suerte que tiene por poder realizar de nuevo un trabajo que siempre ha disfrutado.
Muchas personas tienen la concepción de que el trabajo es una actividad penosa que debemos realizar, y de hecho por eso recibimos una compensación económica. Pero la realidad es que, en todos los sectores, hay profesionales satisfechos que disfrutan con lo que hacen. Pararnos a pensar en ello es importante, y valorar si la profesión que hemos elegido es capaz de proporcionarnos alguna satisfacción adicional a la monetaria. De no ser así, quizá deberíamos plantearnos un posible cambio.
Rompiendo barreras internas: la transformación de Víctor en un buen líder
Hace más de un año que Víctor participó en un proceso de coaching con Itinere Talent. Recientemente ha vuelto a contactar para pedirnos que trabajemos con una de sus colaboradoras y hemos aprovechado para preguntarle si podemos contar su historia.
En un primer momento se sorprendió, no era consciente de la relevancia que puede tener para otras personas el cambio que él vivió en su trayectoria profesional, pero después se ha dado cuenta de que ahora, como líder de su equipo, es también responsable cada día de abrir camino para el talento.
En realidad, esa responsabilidad ya la tenía cuando empezó su proceso de transición profesional. Acababa de ser ascendido a jefe de equipo y tenía a su cargo a 6 comerciales. Pero se sentía muy desubicado.
Víctor había comenzado su carrera como comercial del sector energético un par de décadas antes. Su primer contacto con esta industria fue para hacer encuestas en la calle, la única manera de ganarse la vida que encontró cuando no le gustaba estudiar.
Ahora lo recuerda con mucha ironía. Su padre es abogado, y siempre sintió la presión de cursar Derecho. No es que se lo pidiera su familia, simplemente se daba por hecho. Y Víctor llegó a comenzar la carrera, pero apenas aguantó un par de años y, con apenas tres asignaturas aprobadas, decidió abandonar.
Fue entonces cuando un amigo le propuso hacer encuestas para ganar algún dinero. Y Víctor aceptó porque le daba vergüenza seguir dependiendo de su familia para todo. Lo que no esperaba es que, con esas encuestas, se abrió un nuevo universo de conocimientos para él.
Empezó a interesarse por todo lo relacionado con el consumo energético y, de hacer encuestas en la calle, paso a ofrecer los servicios de una emergente compañía a particulares en supermercados. Sus números eran realmente buenos y pronto tuvo la oportunidad de acceder a un puesto mejor remunerado como Comercial B2B en una compañía eléctrica multinacional, la misma para la que sigue trabajando.
Durante muchos años, Víctor se sintió muy cómodo en ese puesto. Su calvario comenzó cuando su jefe fue ascendido a Director Comercial Corporativo y le propuso para liderar el equipo B2B. Víctor no se había planteado nunca dejar de ser un mero comercial y sintió que su zona de confort empezaba a tambalearse. Dudó mucho si aceptar el cargo, pero tampoco podía defraudar a quien estaba confiando tanto en él.
Igual que cuando se sintió obligado a seguir los pasos de su padre, volvía a tener la sensación de no poder decidir sobre su vida profesional. Y sus primeros pasos como líder fueron desastrosos. Dudaba constantemente, le costaba tomar decisiones y se mostraba inseguro con sus colaboradores. El departamento empezó a gestionarse de manera caótica.
Pero esta vez Víctor no estaba dispuesto a desistir, y fue cuando se animó a solicitar ayuda especializada. Con el acompañamiento correcto, Víctor ha podido desarrollar su capacidad de liderazgo. En su caso, más que desarrollarla necesitaba derribar los obstáculos que le impedían mostrarla.
El proceso de coaching puso de manifiesto las limitaciones que Víctor estaba autoimponiéndose. Inconscientemente, rechazaba una responsabilidad que no había solicitado, que no había deseado tener hasta que se le vino encima.
Tras unas pocas sesiones, Víctor decidió que sí quería asumir esta responsabilidad. Comenzó a actuar como un líder. Con la solvencia que le proporciona su experiencia como comercial, empezó a coger las riendas de un departamento del que hoy se siente totalmente satisfecho. Y, sobre todo, está convencido de que está asumiendo el rol que de verdad quiere desempeñar.
Como la historia de Víctor nos muestra, la convicción de estar haciendo lo que realmente nos satisface es muy importante para que podamos desarrollarnos plenamente. Muchos profesionales tienen la sensación de no progresar de manera satisfactoria en sus carreras y, a menudo, son sus propias autolimitaciones las que, de manera inconsciente, boicotean cualquier posibilidad de éxito.
Resiliencia profesional: el movimiento de Julián
Julián es Ingeniero Químico. Comenzó su trayectoria profesional como becario en el programa internacional de una importante compañía de hidrocarburos, aprendiendo lo que supone pasar varios meses en una plataforma marítima.
Tras varios años trabajando en diferentes países, aceptó un puesto más estable en su ciudad natal, Madrid. Se incorporó al área de Investigación y Desarrollo de una empresa europea especializada en la fabricación de productos químicos para la industria.
Desde el principio disfrutó mucho de este trabajo. Agradecía no tener que volver a cambiar de domicilio ni viajar constantemente, pero sobre todo, le gustaba la labor que hacía, entendía el propósito de su función y también se sentía cómodo con el ambiente de trabajo.
Este último aspecto es el que empezó a fallar, y Julián llegó a sentirse mal hasta el punto de contactar con Itinere Talent para solicitar ayuda en su proceso de transición profesional. Pensaba que necesitaba cambiar nuevamente de compañía.
La promoción de quien había sido su jefe fue el detonante. Julián fue propuesto para sustituirlo, pero un compañero con más antigüedad se consideraba mejor preparado para ello y no dudó en mover todos sus contactos en la empresa para conseguir ocupar el puesto vacante.
En aquel momento, Julián no dio importancia al asunto. Se consideraba aún joven y nunca ha sido especialmente ambicioso, de modo que convertirse en responsable no le motivaba especialmente. Felicitó con sinceridad a su nuevo jefe, con quien no mantenía una amistad personal, pero sí una buena relación de compañeros en el día a día.
La reacción del nuevo responsable del departamento, sin embargo, no fue tan afable como esperaba. Tras analizarlo con su coach, Julián llegó a la conclusión de que quizá se sentía amenazado por el hecho de que Julián había sido propuesto antes que él. No podemos saber cuál es la auténtica causa, pero la realidad es que durante los siguientes meses la actividad profesional de Julián se hizo muy complicada. Cualquiera de sus propuestas era desestimada, todos sus resultados eran minusvalorados. Y Julián empezó a plantearse dejar la empresa.
El proceso de transición profesional, sin embargo, reveló que Julián se sentía identificado con la compañía y no era su deseo dejarla. Había que buscar alguna otra alternativa, y en la siguiente sesión se preparó para plantear la cuestión al Responsable de RR.HH. El objetivo no era desprestigiar a quien le estaba perjudicando, sino solicitar un cambio de departamento que le permitiera dejar de estar bajo su influencia.
Hoy, Julián nos cuenta lo fácil que le ha resultado adaptarse en el Departamento de Calidad. El trabajo que hace aquí también le gusta y, además, vuelve a tener un agradable ambiente de trabajo. Ha tenido que volver a estudiar para conocer normativas y procedimientos específicos de su nueva función, pero considera que esta continuidad en su aprendizaje también le resultará rentable a la larga.
Julián nos recuerda que, por desgracia, a veces nos topamos con superiores tóxicos que, en vez de ejercer un verdadero liderazgo, actúan de forma poco objetiva, poniéndonos obstáculos en vez de ayudarnos a realizar un buen trabajo. Pero un buen profesional siempre acaba encontrando la forma de seguir aportando su mejor versión de forma satisfactoria.
El valor de la orientación para la transición profesional
Ana es consultora de talento. Después de licenciarse en Psicología y realizar un Programa de Cooperación Educativa en Organización y RR.HH., trabajó inicialmente en el departamento de RR.HH. de una gran multinacional y después como consultora externa. Tras 25 años ayudando a las empresas a encontrar talento, tuvo la ocasión de participar como voluntaria en un servicio de orientación para el empleo y descubrió una nueva vía profesional que la satisfacía mucho.
Como Orientadora Laboral, podía utilizar sus conocimientos de reclutamiento y selección para ayudar a personas que buscaban empleo. Con el tiempo, fue descubriendo que su conocimiento de diferentes sectores de actividad y áreas funcionales en las empresas también le permitía orientar a las personas sobre posibles intereses laborales que ellas mismas desconocían. Durante varios años, disfrutó mucho realizando este trabajo. Ya hablamos de ella hace unos meses en este blog.
Pero el trabajo de orientación laboral para personas desempleadas depende de subvenciones de los servicios públicos de empleo, que a su vez dependen de cada comunidad autónoma. El cambio político en la comunidad autónoma donde Ana reside y trabaja implicó la desaparición de programas de orientación para el empleo tras más de dos décadas proporcionando excelentes resultados.
Ana no ha tenido demasiada dificultad para continuar trabajando y ha intensificado su actividad como colaboradora de Itinere Talent, que no ha dejado de mantener desde 2015. Además, en esta nueva etapa, la experiencia en orientación de Ana y otras consultoras colaboradoras ha permitido a Itinere Talent ofrecer el Servicio de Transición Profesional con muy buena acogida por los clientes.
Aun así, Ana piensa que algo no está bien. No ha dejado de sentir cierta frustración al ver cómo tantos excelentes profesionales de la orientación laboral tienen que buscar soluciones profesionales alternativas para subsistir mientras personas en situación de desempleo dejan de recibir asesoramiento o son asesoradas por personas sin la preparación adecuada. Por ello, se ha unido a ASORIENTACYL, una asociación creada para representar y defender el reconocimiento y la valoración de la profesión.
Con esta segunda historia de su trayectoria profesional, Ana nos muestra la importancia de preocuparnos también por el bienestar de otras personas, receptores de un servicio que ofrecemos o compañeros con los que hemos trabajado. Mantener un propósito que incluya el bienestar de los demás hace que nuestros objetivos sean más humanos y nos ayuda a disfrutar más con lo que hacemos en el día a día.
De profesional del Marketing a Emprendedora, la transformación de Silvia (Segunda parte)
Con esa ilusión, Silvia y sus socios, prepararon el local y obtuvieron un gran éxito en la fiesta de inauguración. Todo parecía estar saliendo a la perfección.
Pero a la tercera noche de trabajo duro, la socia cocinera decidió colgar su delantal porque estaba muy cansada. Silvia, que no sabía cocinar ni en su casa, tuvo que hacerse cargo de la cocina y sacar adelante las últimas comandas de esa noche como pudo, con el apoyo del ayudante de cocina y una de las camareras.
Al día siguiente, habló con su socia, que no parecía entrar en razones. No quería seguir trabajando, pero tampoco quería quedarse al margen. En aquel momento, sólo podían ofrecerle unos días para que se lo pensara. Mientras tanto, buscaron rápidamente alguien que se encargara de la cocina, aunque resultó muy complicado, a esas alturas de la temporada, todos los buenos profesionales estaban ya trabajando en otros restaurantes.
Y cuando parecía que podrían remontar el negocio, la socia díscola volvió para reclamar una compensación por dejar de trabajar, decía sentirse "despedida". No tenía sentido tal petición cuando era ella quien había abandonado sus obligaciones, pero aún así, los otros dos socios aceptaron llegar a un acuerdo para evitar conflictos. Y esto no fue al parecer suficiente.
Durante los siguientes meses, la que Silvia había considerado una vez amiga, y que además aún tenía dinero invertido en la empresa de ambas, se dedicó a difamar de todas las maneras posibles la mala gestión y las malas prácticas del restaurante. Hasta que la situación se hizo insostenible y tuvieron que cerrar el restaurante. El cierre concursal fue inevitable.
Fue un duro golpe para Silvia, desde luego; había dedicado mucho tiempo y energía para intentar sacar adelante el negocio. Además de perder una importante cantidad de dinero en aquel proyecto, se sintió muy traicionada por quien creía una amiga, e incluso enfadada consigo misma por no haberse dado cuenta, como Psicóloga que es al fin y al cabo, de que se trataba de una persona emocionalmente inestable y sin experiencia real en el trabajo que quería desempeñar. También descubrió que, tratar de eludir los conflictos no siempre es la solución; por lo general, es preferible atacarlos de frente para evitar perjuicios peores en el futuro.
Con el tiempo, no obstante, Silvia ha sacado algún beneficio de aquella experiencia. Ha sabido aprovechar todo lo que aprendió sobre gestión empresarial, y se ha especializado en asesorar a emprendedores que van a iniciar un negocio. Su especialidad, como dice ella con una sonrisa, es "elaborar un cuidado pacto de socios y preparar a sus clientes para un posible cierre antes de embarcarse en su aventura".
La historia de Silvia nos muestra que las circunstancias más adversas se pueden convertir en fuentes de aprendizaje si sabemos aprovecharlas. Es normal sufrir contrariedades y decepcionarnos con personas en las que confiamos, pero lo importante es saber remontar las situaciones negativas sin perder la confianza en nosotros mismos.
De profesional del Marketing a Emprendedora, la transformación de Silvia (Primera parte)
Silvia empezó sus estudios de Psicología sin estar muy convencida de qué destino profesional le esperaba después. Solo sabía que le interesaban las personas. Y en su tercer curso, entonces las licenciaturas eran de cinco años, descubrió el Marketing. La posibilidad de indagar sobre las necesidades reales de la gente y la idea de hacer publicidad de manera ética, la conquistaron enseguida.
Así que no dudó en realizar el Programa de Cooperación Educativa que entonces ofrecía su facultad. No fue fácil compaginar las clases de los dos últimos cursos de Psicología con seminarios de Marketing por las tardes; y además pasar el último verano de su vida universitaria realizando prácticas en una Agencia. Pero lo consiguió. Y a sus 23 años era ya una boyante profesional del Marketing.
Pronto encontró trabajo en una buena empresa del sector textil y, durante más de una década, disfrutó participando en la elaboración de sus campañas publicitarias. En los últimos años, pasó también a ocupar un puesto de responsabilidad en la organización de eventos, que le ayudó a afianzar aún más la confianza en sus competencias organizativas.
Pero en pleno auge de su carrera profesional las circunstancias cambiaron. Su empresa fue absorbida por una multinacional con más envergadura, y algunos departamentos, como el de Marketing y Relaciones Públicas, dejaron de considerarse necesarios por disponer ya la empresa de un Departamento Corporativo para estas funciones.
Al principio, Silvia pensó que resolvería pronto esta situación, que encontraría otro empleo con la misma facilidad que la primera vez. Pero no fue así, el tiempo pasaba, las oportunidades laborales que encontraba acordes a su perfil eran escasas, y cuando tenía ocasión de presentar su candidatura no recibía respuesta alguna, o la contestaban con evasivas ante su insistencia.
La depresión comenzaba a amenazar en su estado de ánimo cuando una amiga, a la que había conocido un año antes, le mostró una alternativa. Su amiga había estudiado para ser cocinera y conocía un negocio de restauración que se traspasaba. Silvia no conocía apenas el sector de la hostelería, pero sí sabía que se le daba bien gestionar y la organización de eventos, así que enseguida se ilusionó con el proyecto.
Su amiga se responsabilizaría de todo lo relacionado con la cocina, contactaron con un tercer socio que tenía experiencia como camarero, y Silvia se hizo cargo de la promoción del restaurante, así como de la gestión más empresarial, finanzas, licencias, contrataciones de personal, etc.
Y no dudó en aportar el dinero de su indemnización, la misma cantidad que aportó el camarero y algo más de lo que aportó la cocinera.
Continuará ....
La doble cara del mundo empresarial
Nuestra protagonista de esta semana no quiere dar su nombre, no quiere proporcionar ningún tipo de detalles que la puedan identificar, pero desea compartir su historia para advertir a otros profesionales que puedan encontrarse en una situación similar a la suya.
Cuando era niña, la fascinaba el mundo empresarial. Las reuniones de ejecutivos y ejecutivas, elegantes con sus trajes de chaqueta, que veía en algunas películas, nada tenían que ver con su rutinaria vida de barrio. Y soñaba con trabajar algún día en uno de esos altos rascacielos de las grandes ciudades.
Estudiar no se le daba mal, pero nunca le gustaron demasiado los números, y, llegado el momento, decidió hacer una carrera de letras. Derecho parecía una buena salida para aprovechar mejor sus facultades: podría especializarse en Tributos para trabajar en el área financiera de alguna empresa.
En realidad, comenzó su etapa universitaria con la misma venda en los ojos que se representa a la Justicia, porque no había tenido ningún contacto previo con cuestiones legales. No tenía familiares ni amistades que hubieran trabajado en este área o que hubieran necesitado contratar los servicios de un abogado para resolver algún litigio.
Así que el estudio de la ley era algo totalmente nuevo para ella, pero la enamoró desde el primer momento. La teoría del Derecho, la historia jurídica, y las bases fundamentales de las distintas ramas del Derecho, le permitieron entender el papel crucial que juega el sistema legal en la estructura de la sociedad. Le fascinó descubrir cómo el Derecho influye en todos los aspectos de la vida cotidiana y cómo, a través del estudio de casos y la interpretación de normas, se puede llegar a soluciones justas y equitativas.
Esta base sólida fue esencial para desarrollar una mente analítica y crítica, preparándola para enfrentar los desafíos más específicos del Derecho Tributario en etapas posteriores; la precisión y el rigor que exige, y el impacto directo que tiene en la sociedad y la economía. Desentrañar la complejidad del sistema fiscal, tener la oportunidad de contribuir a la justicia y equidad tributarias, y poder asesorar tanto a individuos como a empresas en la optimización de sus obligaciones fiscales.
Con esta pasión, no le resultó difícil conseguir buenas notas y, a través de una de sus profesoras, encontró trabajo en una empresa de tamaño medio que parecía estar en pleno crecimiento. Iba a sustituir a un abogado senior que estaba preparando su jubilación.
Nunca olvidará la felicidad de los primeros días, cómo disfrutaba de cada reunión, cómo absorbía toda la información de la empresa, convencida de poder ayudarles con una excelente gestión de su fiscalidad. Excelente y legal, al menos esa era la idea que tenía en mente. Descubrir que las intenciones de la empresa no eran tan claras fue para ella como recibir una bofetada inesperada.
Primero, fue encontrando detalles que le parecieron sospechosos, y los comentaba con su mentor, a quien iba a sustituir, que le daba respuestas poco claras. Hasta que le pareció necesario pedir explicaciones más contundentes, y la convocaron a aquella espantosa reunión donde la hicieron ver la necesidad de “buscar soluciones alternativas para pagar los menos impuestos posibles, que al fin y al cabo es lo que hacen todas las empresas para sobrevivir”.
Quedó devastada y habló con la misma profesora que la recomendó para el puesto. Ambas estuvieron de acuerdo en que las cosas no eran así. La profesora se disculpó por haberla puesto en esa situación, agradeció haberla hecho saber la realidad de esta empresa, le aseguró que no era lo habitual en el tejido empresarial de nuestro país, y la animó a presentar la dimisión. Así lo hizo al día siguiente.
Durante unos meses, se sintió desanimada y sin ganas de buscar otro trabajo. De hecho, no ha vuelto a trabajar para una empresa. Pero, por suerte, algunos compañeros que habían abierto un bufete la animaron para que se uniera a ellos, y pronto volvió a recuperar la ilusión por su trabajo. La constante evolución de las leyes y la necesidad de mantenerse actualizada hacen que esta disciplina sea dinámica y desafiante, lo que ha mantenido viva su pasión por esta profesión durante los últimos años.
Y hace unos meses, leyó la noticia: estaban investigando a aquella empresa por evasión fiscal, y su abogado había sido imputado. Nunca dudó de haber tomado la decisión correcta cuando presentó su dimisión, pero ese día recordó con una sonrisa por qué es importante siempre respetar las leyes.
Esta historia muestra que mantener la integridad y los principios éticos es crucial, incluso cuando enfrentamos situaciones difíciles en el ámbito profesional. La valentía de decir no a prácticas corruptas y seguir un camino recto puede parecer desafiante, pero a largo plazo, no solo protege nuestra carrera y reputación, sino que también contribuye a una sociedad más justa.