Valeria: perseverancia e integración en un nuevo país
Valeria es chilena. En su país se formó como Ingeniera Industrial. Empezó a trabajar en posiciones técnicas, y poco a poco fue asumiendo funciones de más responsabilidad en una empresa de minería. No fue nada fácil en un sector tradicionalmente muy cerrado para las mujeres, pero llegó a dirigir una planta de procesado.
Cuando estaba en el auge de su carrera, la familia decidió mudarse a España. Fue una decisión difícil de tomar para Valeria, pero tras meditarlo mucho, confió en que podría retomar su trayectoria profesional en un país con más reconocimiento y oportunidades para las mujeres.
Sin embargo, la integración en España fue más dura de lo que había esperado. Desde el primer momento, Valeria se topó con una serie de obstáculos burocráticos: la administración ponía trabas para homologar su título de ingeniería, lo que limitaba su acceso a puestos acordes con su formación y experiencia. Y las empresas dudaban en reconocer el valor de su experiencia en Chile.
Frustrada por estar en casa sin poder ejercer su profesión, Valeria terminó por aceptar el único empleo que una y otra vez la ofrecían: cuidadora de personas dependientes. Así se sentía al menos activa y útil. Y, aunque este trabajo no tenía nada que ver con su formación, aprendió mucho sobre la empatía y la conexión humanas. Los lazos que forjó con las personas a las que cuidaba y con sus familias le enseñaron el poder de la gratitud y el aprecio en los momentos difíciles. Pero la insatisfacción por no poder realizarse profesionalmente persistía.
Valeria se dio cuenta entonces de que necesitaba ayuda para conseguir mostrar su potencial real en el mercado profesional español, y, comenzó un proceso de Transición Profesional con Itinere Talent. Trabajó en la redefinición de sus objetivos, reorganizó su currículum y se preparó para destacar su experiencia de forma que resonara en el contexto de las industrias más comunes en su zona de residencia. Con una renovada estrategia de búsqueda y enfoque, Valeria empezó a presentarse a varias entrevistas, con la esperanza de abrirse camino de nuevo.
Finalmente, su esfuerzo rindió frutos cuando le ofrecieron el puesto de Coordinadora de Equipo en una fábrica de cerámica. Aunque este nuevo rol no alcanza el nivel de responsabilidad que había logrado en Chile, le ofrece la oportunidad de avanzar en su carrera y demostrar su talento en un entorno distinto.
Ahora, Valeria se enfrenta al desafío de ganarse la confianza de sus nuevos colegas y de consolidarse en un nuevo mercado profesional. Está decidida a abrirse paso con la misma determinación con la que alcanzó sus metas en Chile y ve este rol como una plataforma desde la cual podrá seguir creciendo hasta asumir posiciones de mayor liderazgo.
La historia de Valeria nos recuerda la importancia de la resiliencia y la capacidad de adaptación en la vida profesional. A pesar de los desafíos y de empezar desde cero en un entorno distinto, ella ha mantenido su vocación y determinación, demostrando que cada paso suma experiencia y fortalece el camino hacia nuevas oportunidades.
El paso atrás de Carolina para poder seguir avanzando
Carolina trabajó en puestos directivos durante muchos años de su vida profesional, pero recientemente ha pasado una mala racha en el terreno laboral, y por ende, todos los aspectos de su vida se han resentido.
Tras licenciarse en Administración y Dirección de Empresas, le resultó relativamente fácil encontrar un trabajo como Contable y, poco a poco, fue asumiendo mayores responsabilidades. En aquella primera empresa pasó a ser Jefa de Administración.
Tiempo después fue fichada por un Cazatalentos para ocupar la Dirección Financiera de una pequeña empresa y, cuando esta compañía se fusionó con otra más grande, su buen hacer la convirtió en la nueva Directora Corporativa de Finanzas.
Sus resultados durante aquella época fueron excelentes. Mejorando las condiciones de financiación apoyaba la estrategia inversora de crecimiento que en aquel momento tenía el Grupo; identificando opciones de optimización de costes aquí y allá, conseguía aumentar la rentabilidad año tras año; supervisando a las filiales, mantenía a raya el control presupuestario. No solo el CEO, la Junta Directiva al completo llegó a confiar plenamente en ella y apreciaban constantemente sus aportaciones.
Pero como las circunstancias en el mundo empresarial no suelen ser permanentes, el sector se vio inmerso en una serie de cambios, y la compañía comenzó un proceso inverso de descentralización, de modo que los servicios corporativos dejaron de tener cabida, incluida el área de Finanzas.
A Carolina se le ofreció la posibilidad de continuar como Directora Financiera en una de las empresas filiales, pero esto conllevaba un cambio importante en sus condiciones salariales que no consideró adecuado aceptar. Estaba convencida de que pronto encontraría un nuevo puesto acorde a su categoría profesional.
Sin embargo, no fue así. El tiempo pasó y Carolina fue viendo como sus ingresos se mermaban. Con una prestación por desempleo en absoluto proporcional a su salario habitual, tuvo que recurrir a sus ahorros para poder mantener su ritmo de vida habitual. Al cabo de dos años, aún fue peor, ya solo podía contar con la escasa ayuda para mayores de 52 años. Su situación llegó a ser crítica a nivel económico, y se vio obligada incluso a vender su vivienda.
Pero Carolina, por aquel entonces, no asumía aún responsabilidad alguna sobre su situación, que achacaba un poco a la mala suerte y, especialmente, a las malas decisiones que otros habían tomado sin valorarla como se merecía.
Fue entonces cuando, por azar, entró en contacto con Itinere Talent y, gracias a un conocido común, se animó a participar en un proceso de Transición Profesional. Al principio, con alguna reticencia por su parte, pero gracias a la paciencia de su coach, según ella misma reconoce, poco a poco fue haciéndose consciente de que todavía podía recuperar el control de su propio camino profesional.
Empezando por participar en acciones formativas, que además de permitirle actualizar conocimientos, la han ayudado a mostrar que sigue activa su capacidad de aprendizaje y adaptación, y la han facilitado una nueva red de contactos profesionales.
También se dio cuenta de que su CV parecía obsoleto y poco atractivo. Limitándose a mencionar las funciones realizadas en el pasado, no conseguía transmitir todo el potencial que tiene para seguir impactando positivamente en el futuro.
Y, especialmente, dejó de criticar a su última empresa por haber prescindido de ella. Porque al hablar bien de las personas con las que trabajó en el pasado, y haciendo notar la mutua confianza que durante años desarrollaron, Carolina habla también bien de si misma, y consigue una mejor valoración de quienes la escuchan.
No va a ser fácil la vuelta, está acostumbra a liderar su departamento y ahora se va a incorporar como una más del equipo. Pero está dispuesta a adaptarse a sus nuevas funciones como Administrativa de Nóminas, y quién sabe si con el tiempo puede volver a prosperar hasta ocupar nuevamente un puesto directivo …
La historia de Carolina nos enseña que, aunque la vida profesional puede verse afectada por cambios inesperados, lo importante es la capacidad de adaptación y resiliencia. A veces, para volver a avanzar, es necesario dar un paso atrás y reorientar nuestro camino, sabiendo que la oportunidad de crecer y prosperar nuevamente está siempre al alcance si mantenemos una actitud abierta y constructiva.
El camino de Fermín: un ingeniero en busca de propósito
Fermín es Ingeniero Aeronáutico. Siempre le encantaron los aviones y se sintió el niño más feliz del mundo cuando descubrió que, de mayor, podría dedicarse a diseñarlos.
Disfrutó mucho aprendiendo durante su época en la Universidad Politécnica. Aunque recuerda también momentos muy duros por la dificultad de los exámenes, sus notas en general fueron bastante buenas y, antes incluso de conocerlas todas, ya tenía sobre la mesa una oferta de empleo.
Pasó casi cinco años trabajando en el desarrollo de un innovador sistema de detección de averías para evitar accidentes aéreos. No solo adquirió una notable experiencia, también se sintió siempre orgulloso de aquel proyecto.
Y justo cuando estaba a punto de terminar, volvió a recibir una oferta laboral sin llegar a buscarla. No puede contar mucho, pero se trataba de un proyecto muy "puntero" para un país africano. La oferta económica era muy interesante, y la idea de trabajar en otro continente, aún más, así que no lo pensó demasiado.
Su desilusión fue grande, sin embargo, al darse cuenta de que estaba trabajando para fabricar aparatos que podían hacer daño a seres humanos. Esta idea le costó muchas noches sin dormir, y finalmente presentó la dimisión.
Sin trabajo en aquel momento, y con la necesidad de calmar la sensación de culpa por no haber valorado antes lo que aceptaba, decidió dedicar unos meses a hacer voluntariado en aquel país. Los meses se convirtieron en años, y aquel país en otros varios.
Allá donde se consideraba valiosa la aportación de un ingeniero para montar una escuela o poner en marcha una planta potabilizadora, Fermín se trasladaba para trabajar a cambio de alojamiento y comida. Y fue muy feliz, tanto que llegó a pensar que pasaría así el resto de su vida.
Pero la avanzada edad de sus padres acabó por convencerle de que debía volver a España, a su pueblo, que también necesita ingenieros para hacer frente a la despoblación. No tardó en encontrar trabajo en una fábrica cercana, encargándose del mantenimiento de las máquinas.
Unos meses después, no obstante, su motivación volvió a resentirse al sentir que las cosas no se estaban haciendo bien. Se preguntaba por qué algunas tareas se realizaban sin esmero alguno, o cómo podían tomarse decisiones de manera tan descuidada. Observó que algunos costes se podían reducir aplicando unas mínimas medidas, y también se podía disminuir el número de devoluciones por productos vendidos en mal estado.
Esta vez, en lugar de volver a alejarse, decidió hacer frente al problema. No fue fácil; tuvo que hablar con la Dirección en más de una ocasión, defendiendo con fuerza sus argumentos. Pero finalmente consiguió que le financiaran un Máster Universitario en Gestión Integral de la Calidad, que además pudo compaginar con su trabajo reduciendo la jornada durante algunos meses.
Fermín lleva solo un par de meses en el rol de Responsable de Calidad, pero vuelve a sentirse feliz observando los progresos que va consiguiendo. Y sobre todo, se siente satisfecho cuando mira hacia atrás, porque sabe que no se ha conformado nunca con lo que parecía ineludible; siempre ha buscado el camino para llevar una vida profesional con propósito.
La historia de Fermín nos muestra que, algunas veces hay que cambiar de trabajo y, otras, encontrar la manera de alinear lo que hacemos con nuestros valores. La perseverancia de Fermín, su capacidad de adaptarse y de buscar soluciones en lugar de conformarse, le ha permitido diseñar una vida profesional coherente con sus principios, una vida donde puede sentir tanto satisfacción personal como profesional.
La inteligencia emocional de Sergio para alcanzar su equilibrio
Sergio es experto en Inteligencia Emocional y Mindfulness. También imparte formación en otras áreas relacionadas con el mundo empresarial, pero ayudar a las personas a encontrar la manera más saludable de gestionar sus emociones es lo que más le satisface.
En sus momentos más difíciles, la inteligencia emocional siempre le ha ayudado a encontrar soluciones, y al final se terminó convirtiendo en su “ikigai”. Así es como Sergio llama a lo que considera su propósito de vida, esa razón que cada día nos impulsa a seguir adelante. Y la razón de Sergio es continuar aprendiendo cada día para poder ofrecer lo mejor de sí mismo a las personas con las que se relaciona, tanto personal como profesionalmente.
Hace un año, comenzó a colaborar con una empresa que ofrece talleres de Mindfulness a personas en zonas rurales. Principalmente, se trataba de personas jubiladas, aunque también asistían jóvenes de vez en cuando. Para llegar a estos lugares, Sergio tenía que recorrer muchos kilómetros, pero llegó incluso a valorar esos largos trayectos al sentirse conectado con la naturaleza. Disfrutaba de los paisajes y de la cálida acogida que recibía en cada municipio. Para él, nada resulta más revitalizante que el agradecimiento sincero de las personas que le escuchan.
Así terminó el curso en junio, y la valoración de su trabajo fue tan positiva que le propusieron ampliar su dedicación a partir de septiembre. Aunque le inquietaba dejar de lado otros proyectos mejor remunerados, pensó que sería una buena opción dedicar más tiempo a una actividad tan gratificante, así que aceptó.
Cuando llegó septiembre, sin embargo, se llevó una gran decepción. A pesar de haber reconocido la calidad de su trabajo, la empresa le informó de que necesitaban reducir su tarifa para el nuevo periodo. Aún no podían concretar cuál sería la nueva tarifa, pero le garantizaban empleo durante toda la semana y hasta el mes de junio.
Para Sergio, la oferta podría seguir siendo sido interesante. Como muchos profesionales autónomos, dedica mucho tiempo a la búsqueda de nuevos proyectos, y reducir ligeramente la tarifa en un trabajo a largo plazo es asumible. Por otro lado, pasar a depender de un solo cliente es arriesgado, ya que una cancelación repentina del proyecto lo dejaría sin ingresos.
Afortunadamente, su intuición lo llevó a mantener el contacto y mostrarse disponible con otros clientes. Gracias a ello, no se vino del todo abajo cuando finalmente le comunicaron una tarifa por sus servicios muy inferior a lo que esperaba. Tras hacer cuentas, supo que no podría aceptarla, por mucho que disfrutara del trabajo, esa facturación no le permitiría cubrir sus gastos más básicos.
Y sin embargo, le daba tanta tristeza renunciar a un proyecto que tanto le satisface a nivel personal... Además, entiende las razones de la empresa organizadora, que tiene muchos gastos adicionales y no puede aumentar la facturación a sus clientes.
Finalmente, Sergio ha encontrado una solución alternativa: va a trabajar dos días a la semana en este proyecto de Mindfulness para municipios rurales, que si bien no le interesa a nivel económico, sí le compensa emocionalmente. El resto de la semana lo dedicará a proyectos mejor remunerados.
La historia de Sergio nos enseña que nuestra vida profesional debe estar guiada tanto por lo que nos gusta hacer como por la remuneración que recibimos. Aunque al principio esperaba otro desenlace, al enfocarse en soluciones, Sergio descubrió otro camino posible: combinar proyectos que le ofrezcan estabilidad financiera y satisfacción personal, evitando, además, depender de un solo cliente.
José Antonio: un compromiso con la comunidad rural
José Antonio es dinamizador social. Ha dedicado toda su vida profesional a organizar actividades para mejorar la vida de muchas personas en el entorno rural. En ocasiones son talleres de desarrollo personal, otras veces simples actividades lúdicas. Pero siempre hay un objetivo detrás: fomentar la participación comunitaria, logrando que cada vecino y vecina se integre plenamente en sus municipios.
Sin profesionales como José Antonio, la vida sería aún más dura y solitaria en las zonas rurales, esas que ahora se conocen como “la España Vaciada”. Él siempre fue consciente de la importancia de su trabajo, y sabía que no bastaba con hacerlo, había que hacerlo bien. A lo largo de los años, ha llegado a conocer cada municipio de su zona como si fuera un vecino más. Se ha relacionado con los habitantes con respeto y cariño, mostrando interés por sus necesidades y particularidades, buscando siempre la manera de ofrecerles la mejor atención posible.
Y esto a veces, también le ha generado algún quebradero de cabeza a José Antonio. Porque el trabajo de un dinamizador social no depende solo de uno mismo. José Antonio ha tenido que contar con los recursos que proporcionan instancias superiores, y esos recursos, en su opinión, no siempre han sido los adecuados. En muchas ocasiones, tuvo que enfrentarse al sistema para conseguir que su voz fuera escuchada, una voz que representaba a muchas personas que no encontraban otra forma de hacerse oír.
Este esfuerzo constante le daba fuerzas, pero tras muchos años de lucha, también le llevó al agotamiento. Poco a poco, su ilusión se transformó en pereza, y su optimismo, en desesperanza.
Afortunadamente, José Antonio no trabajaba solo. Durante años, fue un ejemplo y mentor para otros muchos profesionales que tuvieron la oportunidad de trabajar con él. Y con él, aprendieron no solo a hacer un buen trabajo, sino también a valorarlo. Gracias al apoyo de sus compañeros, José Antonio ha redescubierto la razón por la que es tan importante su labor. No siempre se pueden hacer tantas cosas y con la calidad que él desearía, pero sabe que las personas que residen en su zona de influencia son las que dan sentido a su vida profesional, y no está dispuesto a defraudarlas.
Dentro de un año, José Antonio podrá comenzar a disfrutar de su jubilación. Quizás será entonces él quien participe en las actividades que otros dinamizadores organicen, pero hasta ese momento ha decidido seguir dando lo mejor de sí mismo. Sabe que encontrará obstáculos en el camino, pero también sabe que su tarea es encontrar la forma de retirarlos para que otras personas puedan disfrutar mejor del paseo.
La historia de José Antonio nos muestra que incluso las personas más apasionadas y dedicadas pueden enfrentarse a momentos de desánimo debido a las dificultades que enfrentan. Sin embargo, el trabajo en equipo y el apoyo de quienes nos rodean pueden ser claves para reencontrarnos con nuestro propósito y seguir adelante con renovadas energías.
Carlos y el viaje de vuelta a casa
Carlos es analista de datos, y lleva varios años trabajando para una importante empresa en Ámsterdam. Aunque disfruta de su trabajo, se siente valorado y tiene un buen sueldo, ha decidido que quiere volver a España. Extraña a su familia.
Desde pequeño, Carlos siempre sintió pasión por los números. Se destacó en Matemáticas y, durante mucho tiempo, pensó que Matemáticas sería su carrera en la universidad. Sin embargo, en su último año de instituto, la información que recibió sobre salidas profesionales le llevó a replantearse su futuro. “Solo podrás trabajar como profesor”, le decían a menudo. Y enseñar no era algo que le motivara, especialmente tras ver el desgaste y sufrimiento de muchos de sus profesores.
El mismo desgaste que siguió observando en profesores universitarios, en particular aquellos que impartían asignaturas como matemáticas empresariales o financieras, aunque estas eran las materias que más le interesaban a Carlos en el grado de Administración y Dirección de Empresas (ADE). Sí, la carrera que terminó eligiendo entonces animado por su entorno, porque ofrecía mejores perspectivas laborales.
Y lo cierto es que Carlos nunca se ha arrepentido de estudiar ADE. Cuatro años que pasaron relativamente deprisa entre exámenes y fiestas, es como los recuerda. Además, le permitieron acceder a su primer empleo y aprender alguna que otra cosa que, años después, le ha resultado útil en su profesión actual.
Porque, aunque no le costó demasiado esfuerzo, y pudo quedarse trabajando en la misma gestoría donde hizo sus prácticas de ADE, Carlos no se quedó tampoco satisfecho, sentía que el trabajo de gestión administrativa no terminaba de llenarle, y acceder a puestos de Dirección tampoco era su objetivo.
Así que decidió reducir su jornada laboral y estudiar el grado en Estadística. A pesar de la carga de trabajo y estudios, Carlos no solo obtuvo excelentes resultados, sino que disfrutó cada momento en la Facultad de Ciencias y en la biblioteca. Sonríe reordenando que apenas echó de menos las fiestas de su primer grado.
Gracias a su excelente desempeño, antes de terminar los exámenes finales, ya tenía una oferta de trabajo para irse al extranjero. Durante los primeros meses en su nuevo empleo, la empresa le proporcionó ayuda para instalarse, mejorar su nivel de inglés y obtener una Certificación en Power BI y Análisis de Datos.
Carlos está profundamente agradecido por el trato recibido, tanto a nivel profesional como por las amistades que ha hecho en Holanda. No obstante, como él mismo dice: "la tierra tira" y hace unos meses empezó a buscar oportunidades profesionales que le permitieran regresar a España.
Aunque su nuevo empleo no está exactamente en su ciudad natal, la distancia de 200 kilómetros y la posibilidad de teletrabajar tres días a la semana lo hacen llevadero. Carlos acaba de presentar su renuncia en Ámsterdam y, después de tres semanas de preaviso, comenzará su nueva aventura en Madrid.
La historia de Carlos nos muestra que, aunque la vida laboral puede ofrecer grandes oportunidades lejos de casa, la conexión con nuestras raíces y la familia es un factor que muchas veces pesa más que el éxito profesional. Carlos ha sabido combinar sus talentos, perseverar y adaptarse a las circunstancias, demostrando que el camino a la satisfacción personal y profesional a veces incluye regresar a los orígenes.
El Verano que marcó el futuro profesional de Yria
Nuestra protagonista de esta semana se llama Yria. Siempre fue buena estudiante y hace unos meses aprobó la EBAU sin dificultad. Sin embargo, a la hora de matricularse en la universidad, se quedó bloqueada. No sabía qué estudiar. No sentía pasión por ninguna materia en particular. Aunque su familia le sugirió probar con una Ingeniería como su padre, o Derecho como su madre, esas profesiones nunca despertaron su interés.
Así que decidió tomarse un tiempo para reflexionar sobre su futuro profesional. Pero como nunca ha sido de quedarse inactiva, este verano ha trabajado en una playa cercana a su domicilio. Una buena forma de amortizar el curso de socorrismo que realizó el año anterior.
Al principio, el trabajo le resultó interesante por la oportunidad de relacionarse con compañeros mayores y más experimentados. Estaba acostumbrada al ambiente del instituto, pero la disciplina laboral era otra cosa. Su rol de socorrista le parecía divertido, casi como un juego.
Sin embargo, esa diversión quedó en segundo plano cuando su compañera tuvo que rescatar a un niño de 13 años que se había alejado demasiado de la costa. Yria se dio cuenta entonces de la enorme responsabilidad que recaía sobre sus hombros.
A partir de ese momento, sus sentidos se agudizaron y reaccionaba con rapidez cuando le tocaba a ella lanzarse al agua para salvar a bañistas en apuros. También aprendió a ser firme con personas imprudentes que ponían su vida en peligro desobedeciendo las restricciones de bandera roja.
El momento culminante de su primera experiencia laboral llegó a mediados de agosto. Un bañista experimentado, que nadaba fuera de la zona vigilada, fue sorprendido por un cambio brusco en el clima que lo empujó violentamente contra las rocas, una y otra vez. Unos paseantes presenciaron la escena y alertaron al equipo de socorristas al que pertenecía Yria.
No fue fácil, pero lograron rescatar al hombre, que estaba gravemente herido. Varios huesos rotos y múltiples heridas, pero este nadador consiguió salvarse. Ese día se salvó un nadador y también Yria, dice ella, ya que el incidente le ayudó, al fin, a descubrir su vocación profesional.
Ya ha estado mirando fechas de exámenes, materias teóricas y requisitos físicos. La semana que viene Yria comienza su preparación para presentarse a las próximas oposiciones del cuerpo de bomberos.
La historia de Yria refleja cómo las experiencias inesperadas pueden ayudarnos a descubrir nuestra verdadera vocación. A veces, el rumbo de nuestras vidas cambia en un instante, cuando enfrentamos desafíos que nos ponen a prueba. Yria encontró su camino gracias a su determinación y capacidad de afrontar la responsabilidad que su trabajo requería. Nos recuerda que escuchar nuestras emociones y estar abiertos a nuevas posibilidades nos puede llevar a una carrera que realmente nos motive y llene de propósito.
Gustavo y la transformación de un desafío en éxito profesional
Licenciado en Psicología, Gustavo enfocó su carrera profesional hacia el mundo de la empresa con el objetivo de ayudar a personas con talento a encontrar el puesto ideal donde pudieran desarrollar sus competencias de la mejor manera posible. Desde el principio, disfrutó mucho realizando procesos de selección, siempre esforzándose en ser empático y agradable con los candidatos, sin dejar de lado su responsabilidad de evaluarlos objetivamente.
Su destacada labor en este ámbito le permitió rápidamente asumir funciones adicionales, encargándose de elaborar procedimientos de reclutamiento y selección para formar de manera eficaz a los nuevos compañeros que se incorporaban a la empresa. Ayudar en la formación del equipo resultó para Gustavo más gratificante de lo que había imaginado. Siempre sintió que fue una suerte contar con profesionales tan capacitados y motivados que recibían con gratitud sus manuales y consejos.
Sin embargo, no le resultó tan fácil empezar a realizar funciones comerciales, una exigencia añadida a su puesto debido a cambios en la consultora para la que trabajaba. Sin apenas recibir formación específica para esta nueva tarea, Gustavo tuvo que valerse de su experiencia previa acompañando al equipo de ventas, su capacidad de observación, y su sentido común para ofrecer a los clientes el mejor servicio posible, un servicio que conocía a la perfección como experto en implementarlo.
Los primeros contactos no fueron fáciles. La actividad comercial nunca resulta sencilla, como sigue diciendo Gustavo en la actualidad. Pero gracias a su tesón y al valor para salir de su zona de confort, pronto comenzó a detectar necesidades y ofrecer soluciones adaptadas para cada cliente, logrando sentirse cada vez más cómodo en esta función.
Con el tiempo, llegó a sentirse no solo cómodo, sino agradecido. Porque, años después, la empresa para la que trabajaba implementó un nuevo cambio que afectó drásticamente su área. A pesar de sus competencias y los buenos resultados obtenidos, Gustavo perdió su puesto de trabajo junto a muchos compañeros.
Sin embargo, esta situación no lo detuvo. Inmediatamente se puso en marcha, y las habilidades comerciales que había desarrollado por obligación se convirtieron en su mayor activo para conseguir los clientes que ha atendido durante los últimos cuatro años como profesional autónomo.
A menudo recibe ofertas para volver a trabajar por cuenta ajena, pero al mirar atrás, se da cuenta de que su actividad como profesional independiente le resulta mucho más satisfactoria. No olvida que fue una suerte haber recibido aquella imposición de captar clientes, que inicialmente le parecía una carga.
Una vez más, encontramos una historia en la que una situación inicialmente negativa acaba resultando de gran ayuda para su protagonista. Las personas que finalmente triunfan son aquellas que, como Gustavo, son capaces de afrontar los retos como oportunidades y no se rinden ante las dificultades.
El verano en que Andrés rediseñó su camino
Andrés es diseñador gráfico. Trabajó para grandes compañías durante muchos años y se acostumbró a hacerlo en soledad cada vez más a menudo, porque en su sector, el teletrabajo está muy aceptado.
Hace un par de años, vio la posibilidad de participar en un proyecto artístico que le parecía muy interesante, pero requería que fuera profesional autónomo. Reflexionó sobre ello y, finalmente, decidió aceptar el reto. Probablemente la mejor decisión que tomó en su vida, suele decir.
No solo disfrutó enormemente realizando su aportación para aquel proyecto, sino que también le proporcionó interesantes contactos que le permitieron después continuar trabajando como profesional independiente.
Y esa independencia, la posibilidad de elegir en qué proyectos participar o dar a los clientes su punto de vista sobre cómo enfocarlos, es una forma de trabajar que, a Andrés, le ha hecho muy feliz.
No todos son ventajas, claro. Como profesional autónomo, también tiene que hacer presupuestos y facturas, presentar cuentas y buscar nuevos clientes. Sobre todo, buscar nuevos clientes, la idea que más martiriza a Andrés.
Hasta hace unas semanas, era como un rumor vago en su cabeza: ¿y si algún día llegara a quedarse sin proyectos? Pero gracias a las buenas recomendaciones de sus clientes, siempre tuvo suficiente trabajo, posiblemente incluso más del que en algún momento le hubiera gustado.
Y entonces, llegó el verano del 24, como ha decidido llamarlo, un verano en el que los clientes desaparecieron, como si nadie fuese a necesitar ya nunca más generar nuevos diseños. Julio le sirvió para descansar, tras dos años sin apenas vacaciones, acogió la caída de actividad casi como una oportunidad de relajarse y aprovechó para dedicarse a sus planes personales.
Pero cuando llegó agosto y los pedidos no llegaban, ni siquiera una solicitud de presupuesto o una consulta sobre precios, empezó a preocuparse, y aquel vago rumor en su cabeza se convirtió en un estruendoso redoble de tambores. Algo tenía que hacer para conseguir nuevos clientes.
Con su experiencia participando en campañas de publicidad ajenas, Andrés tuvo entonces una idea. Lanzó una campaña ofreciendo un descuento a quienes contrataran sus servicios durante el mes de agosto. Además de utilizar sus redes sociales, pidió a familiares y amigos que le ayudaran a difundirlo.
Ayer terminó el mes de agosto, y Andrés tiene tantos proyectos acordados que no acepta pedidos nuevos hasta 2025. Tiene incluso algún proyecto para la próxima Semana Santa.
Y se siente nuevamente feliz por poder seguir trabajando en el diseño de proyectos que le ilusionan. Ahora sabe, además, que cuando las circunstancias lo requieran, deberá trabajar en el diseño publicitario del proyecto más importante: el suyo.
La historia de Andrés nos muestra que trabajar como profesional independiente puede ser muy satisfactorio, pero también complicado en algunos momentos. Sin embargo, aquellos que tienen la ilusión y determinación para afrontar este reto pueden superar las complicaciones con reflexión, creatividad y una actitud proactiva.
Adriana, vocación para combatir la sobrecarga laboral
Adriana está de vacaciones, al fin está de vacaciones. Ha descansado un par de días sin hacer nada y, después, ha reunido fuerzas para contarnos su historia. Llevaba tiempo con la idea de hacerlo, desde que empezó a seguir Camino para el Talento, hace un par de meses, pero no consiguió encontrar el momento.
Adriana es enfermera. Colabora puntualmente con otras áreas, pero sobre todo trabaja en Pediatría. Le encantan los niños y, aunque sufre viendo lo mal que lo pasan cuando están malitos, siempre pone una sonrisa, y la mejor versión de sí misma, para intentar que su estancia en el hospital sea lo menos dura posible.
Estos últimos meses, sin embargo, le ha costado un poco. Estaba cansada, muy cansada. Y el cansancio es un mal compañero, sobre todo cuando tienes que poner una sonrisa cada día a pesar del sufrimiento que ves a tu alrededor.
Adriana trabajó durante muchos años en el hospital de una capital de provincia pequeña, y ni siquiera cuando sus hijos fueron pequeños, le resultó tan duro el trabajo. Tenía la ayuda de su familia, y se puedo organizar bien para conciliar.
Pero el año pasado, por los estudios de sus hijos, decidieron trasladarse a otra ciudad más grande. Fue una decisión muy meditada y no se arrepienten, en general toda la familia se ha adaptado bien.
Y Adriana no tuvo mucha dificultad para encontrar trabajo en su nueva ubicación. Al fin y al cabo, la demanda de enfermeras en estos tiempos es muy alta. Demasiado alta, de hecho, porque al parecer faltan enfermeras.
Esta fue la circunstancia por la que Adriana tuvo que incorporarse inmediatamente, sin posibilidad de disfrutar vacaciones entre su trabajo anterior y el actual. De modo que ha tenido que trabajar durante 22 meses seguidos.
Trabajar y al mismo tiempo gestionar su mudanza, y adaptarse a su nueva ciudad y al nuevo ritmo de turnos. Y reconoce que la ha costado. Pero a pesar de sus muchos intentos, no ha conseguido vacaciones hasta ahora, 11 meses después de incorporarse a su puesto en un hospital diferente.
Por eso, Adriana ha querido contar su historia para alertar sobre algo que está pasando en la sanidad, y probablemente en otros sectores también. Entiende que no es sólo responsabilidad de la gestión de su empresa, un hospital privado, porque sabe que es muy difícil hoy en día encontrar buenos profesionales. Por eso, propone que se anime más a la juventud a formarse en áreas con tanta demanda laboral. Dos de sus hijos ya lo están haciendo.
Y por suerte, para Adriana al menos, lo peor ya ha pasado. Está convencida de que el próximo año no serán tan duro. Y podrá seguir sonriendo, como nunca ha dejado de hacer, a los niños que tanto cariño necesitan mientras se curan en el hospital.
Esta vez, Adriana con su historia quiere alertar sobre un problema que con frecuencia afecta en entornos laborales: la sobrecarga de trabajo por no disponer la organización de suficientes profesionales. Y el riesgo que supone para los trabajadores no poder disfrutar del suficiente descanso para reponer las energías necesarias. Un problema que, al final, acaba afectando tanto a la salud de las personas como a la propia productividad organizativa.